Castilla y León cuenta con 35 zonas de baño autorizadas y, cada año, se convierten en el mejor aliado para sobrellevar las sofocantes temperaturas del verano. Sin embargo, la diversión no debe estar reñida con la prudencia, y por eso, es aconsejable evitar las famosas y peligrosas zambullidas que, a día de hoy, son las culpables del seis por ciento de las lesiones medulares que llegan al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Tanto es así, que el complejo hospitalario ha lanzado la campaña ‘Con cabeza sí, de cabeza no’ para concienciar de los riesgos de esta práctica especialmente a los más jóvenes que son, según los datos del propio centro, los que “menos miedo” tienen a una mala caída.
De hecho, solo el año pasado hubo siete ingresos por culpa de una zambullida con resultado de tetraplejia y todos ellos eran varones de entre 15 y 44 años. La misma franja de edad de los ocho jóvenes que, hace tan solo unos días, tuvieron que ser amonestados por la Policía Local de Palencia tras saltar por diversión al río Carrión y al Canal de Castilla desde varios puentes de la ciudad. Al verles, los agentes les advirtieron de que, además de prohibido, lo que estaban haciendo era “sumamente peligroso”. Sin embargo, su comportamiento no es, lamentablemente, una excepción.
“Las aguas naturales no son como una piscina y no siempre podemos ver las rocas, ramas, troncos o animales que hay en el fondo. Una zambullida mal calculada puede provocar un impacto violento sobre la cabeza y causar fracturas cervicales o daños severos en la médula espinal. Las consecuencias pueden incluir parálisis parcial o total, pérdida de la sensibilidad y del control motor y una necesidad de asistencia de por vida. No debemos confiarnos y siempre saber que si nos lanzamos de cabeza, aunque tengamos una buena técnica, podemos sufrir una lesión grave”, explicó la traumatóloga y cirujana ortopédica palentina, Dulce Clavero Santos.
Las lesiones medulares por zambullidas son tan trágicas como prevenibles y por eso sanitarios, administraciones y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado trabajan de manera conjunta para incidir en la concienciación y evitar así consecuencias devastadoras. Sin embargo, tal y como explica Clavero, esto no significa que las piscinas estén exentas de accidentes. “Sea donde sea, una mala caída o un golpe en la cabeza puede provocar lesiones irreversibles. Además, y por los pacientes que yo he atendido, sé que nunca consiguen recuperarse al cien por cien y siempre quedan secuelas. Deben entrar de urgencia a quirófano porque el tiempo corre en su contra y, por mucha mejoría que consigan, siempre van a requerir de muchos meses de rehabilitación y perderán cierta movilidad o sensibilidad en alguna de las cuatro extremidades”, señaló en declaraciones a la Agencia Ical.
Para evitarlo, lo mejor es eludir las prácticas temerarias y eso pasa por conocer la profundidad antes de lanzarse, hacer una entrada cauta e ingresar al agua primero con los pies, mantener una supervisión adecuada a niños y adolescentes cuando realicen actividades acuáticas, evitar el consumo de alcohol, ya que reduce la capacidad de juicio e incita a la toma de decisiones peligrosas y, por último, seguir las indicaciones de las señales o los socorristas, en caso de que los hubiera. “Todos sabemos que los accidentes ocurren pero tentar a la suerte es innecesario”, remarcó el presidente del club de salvamento y socorrismo ‘OCA SOS’ de Palencia, Eliseo Martínez.
¿Y cómo se debe actuar en caso de presenciar un golpe por mala zambullida? Pues tal y como explica Martínez, “de manera muy similar a cualquier otro tipo de accidente”. El protocolo establece que nunca se debe mover a la persona lesionada para no agravar los daños y llamar de inmediato a los Servicios de Emergencia. Es importante también, actuar con decisión, calma y rapidez. “Hay que asegurar al herido hasta que llegue la asistencia profesional”. “Ayudar y atender a una persona con lesión medular y sumergida en el agua no es una tarea fácil para nadie, tampoco para las personas entrenadas para ello”, reconoció Martínez . “Poder inmovilizar y rescatar a un herido dentro del agua requiere, como mínimo, de la intervención de dos profesionales, y más si hay corriente o no se hace pie. Es complicado porque en el momento que mueves el cuello puedes estar empeorando esa lesión. Además, la actuación supone también un peligro para los socorristas”.
En este sentido, Eliseo Martínez cree que la gente no es del todo consciente de que el agua puede ser “muy traicionera”. “En un río o una poza puedes estar haciendo pie y, de repente, perder el control. Ni si quiera aquellas personas que conocen perfectamente la zona están a salvo porque son aguas vivas. La corriente o la propia vegetación ha podido mover un tronco sin que tú lo sepas y eso provocará que, al lanzarte de cabeza, los cálculos te fallen y te golpees”. Por eso, insiste en la importancia de no pecar de exceso de confianza y, ante la más mínima duda, “lanzarse siempre con las manos por delante”. “En estos casos, la responsabilidad individual de cada persona desempeña un papel crucial para evitar accidentes”. Y es que toda precaución es poca para impedir que algo que, a priori debía ser un rato de ocio y diversión, acabe convertido, en cuestión de segundos, en una pesadilla con consecuencias de por vida.