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Brosio y Evangelina

29/03/2020
 Actualizado a 29/03/2020
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La casualidad, o lo que sea, quiso que en la misma semana tuviera el impagable privilegio de hacer dos entrevistas que serán difíciles de olvidar; al llamado «pintor de los mineros», Brosio, de Barruelo de Santullán, minero, rebelde, 23 años preso –más de los que permitía la ley–, irreductible, hasta el punto de que sufrió un derrame cerebral, perdió la movilidad en la mano con la que pintaba, la derecha, y aprendió a hacerlo con la mano izquierda con la misma calidad.

La segunda fue Evangelina, de Valdeón, también muy anciana. Luchadora hasta más allá de los limites imaginables, en trabajos no de los llamados de hombres sino de héroes, emigrante sin entender una palabra del idioma, golpeada también por la guerra que dejó la casa sin mano de trabajo masculina...

Después de escuchar la larga exposición de una vida de lucha de Brosio, que recordaba casi día a día, se me ocurrió, después de apagar la grabadora, prenguntarle:

- ¿Y crees que mereció la pena, Brosio?

- Tú, ¿qué tal vives?; me preguntó él sin responder a lo que yo le había planteado.

- Bien, casi diría que muy bien después de escucharte.

- Pues entonces mereció la pena, porque yo siempre tuve claro que no luchaba para mí sino para los que vinieran detrás, lo mío ya estaba perdido.

A los dos días hablé tan largo y tendido con Evangelina como antes con Brosio. Después de escuchar su larga peripecia vital quise hacerle la misma pregunta que a Brosio.

- ¿Crees que mereció la pena?

Evangelina miró para su nieto, que le explicaba las preguntas cuando ella no las entendía, le cogió la mano y orgullosa dijo: «Claro. Mira a mi nieto, ¡qué mozo y buen estudiante! Yo no trabajé para mí, trabajé para él».

Eran así. Son así los que hoy son como ellos. Y viene esta puta pandemia y va a por ellos. Y vienen estos cabrones que no miran más que para sí mismos y dicen que viven demasiado. Aunque no vaya a más la cosa, sólo con haberlo introducido en el debate es suficiente para que sea legal coger el mango del azadón para ver si de una vez razonan. Hay que ser.
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