En la larga calle central de San Miguel del Camino, la ‘lógica’ avenida de la Ruta Jacobea 101, está, a la salida del pueblo, el taller de un artesano de la madera. No es un sitio fácil para detenerse; sin embargo, por su escaparate no pasa de largo ninguno de esos miles de peregrinos que ya empiezan a ser un chorro constante de caminantes de todas las nacionalidades con la mirada puesta en Compostela. Peregrinos que bajan la mirada del horizonte y se detienen en un escaparate, el de Muebles Villafer, en el que se muestran más de una veintena de singulares bicicletas, pues son de madera... y andan. Verdaderas obras de arte que han salido de la mano del artesano leonés Fernando Villares —"lo de Villafer no es por el pueblo, sino por mi apellido y el nombre"—, uno de los pocos ‘artesanos de la madera y la ebanistería’ que quedan en la provincia. "Ahora con la moda de las grandes multinacionales del mueble lo que abundan son montadores de muebles, pero que hagamos muebles a la medida y al gusto del cliente cada vez somos menos, de aquellos que le dices al cliente, dime lo que quieres y yo te lo hago", explica Fernando, acostumbrado a sonreír al ver la cara que ponen todos los que contemplan las singulares e irrepetibles bicicletas. Gentes que entran y preguntan de todo y se asombran del resultado final de la obra artesana.
- ¿Y esta idea de las bicicletas de madera de dónde sale?
- Pues son la suma de una afición, la de salir en bicicleta, y una profesión, la artesanía de la madera. Me propuse hace unos diez años hacer una bicicleta de madera. La hice, me costó seis meses acabarla porque no resulta nada fácil y tenía que ir inventando soluciones sobre la marcha.
Aquella primera bicicleta es, seguramente, la más grande de las más de veinte que ya ha creado. "Le tengo un cariño especial, por aquello de ser la primera y haberla podido llevar a buen puerto. También es una de las más complicadas de conducir pues mide 2,40 metros de larga".
- Pero, ¿sales andar con estas bicicletas de madera?
- Sí, claro. Voy a muchas de esas carreras o salidas que hay por estos pueblos, o en Astorga. También he ido alguna vez a la bici-crítica en León.
Para entender la dificultad de la construcción de estas joyas que también son bicicletas saca del almacén algunas de las piezas con las que va trabajando, sobre todo esas partes que encontramos en curva en el cuadro de la bici. "Esto no son piezas ‘enterizas’, no las puedes sacar de un trozo grande de madera. Hay que ir haciéndolas lámina a lámina, meterlas en el molde e ir pegando cada lámina, con cola de poliuretano. Con cada bicicleta voy, a su vez, investigando, cambiando cosas, mejorando, porque en esto no hay dónde mirar".
- Es un trabajo de chinos; remata su mujer, Conchi Ramos, y ayudante en las tareas de las bicicletas y también de la carpintería y ebanistería. "Tuvimos varios empleados pero aquella crisis de 2007 también fue dura para nosotros", recuerda mientras sigue recorriendo detalles sorprendentes de cómo tiene que ir sorteando las dificultades que se le van presentando. "¿Ves? Aquí tienes que trazar una doble curva, una para no rozar la cadena y después también tienes que librar los frenos... y otra vez, piezas al molde, lámina a lámina y a pegarlas".
- ¿Qué madera es la mejor?
- Así, en general, te diría que el haya, es de la que más uso, pero después, según las características de cada pieza, voy ensamblando con otras. Por ejemplo, para los nervios centrales se adapta muy bien una madera africana que se llama mukali, también algunas especies exóticas o arce, encina... ten en cuenta que también juego con los colores y la estética.
No hace falta que lo explique Fernando Villares, uno de los detalles que más llama la atención al ver sus bicicletas —y otros trabajos que tiene por el almacén— es el cuidado acabado, atractivo a la vista, la combinación de colores y la precisión de los remates. "Muchas veces se pasa el tiempo muerto con un remate que no va a ver nadie; mira que le insisto en que no lo va a ver nadie, pero dice ‘lo veo yo’", explica Conchi Ramos en una mezcla mínima de incomprensión y máxima de orgullo.
La familia tiene que ver en el trabajo pues pensando en ellos —su padre o su hijo— nació alguno de los diseños, el tamaño de las ruedas, el peso final, que es menos de veinte kilos en las más pesadas. "Es evidente que no son bicicletas ‘de carrera’ por así decirlo, pero sí perfectamente utilizables, de paseo e incluso algo más. Yo las utilizo".
- ¿Y resistentes?
- Ahí no tengo ninguna duda. A prueba de bombas. Como las de titanio o carbono o el material que quieras. Son para toda la vida.
Es una evidencia que todo el que pasa ante el escaparate se detiene, entra, pregunta...
- ¿Las tenéis a la venta?
- Sí; ¿porqué no? Es un trabajo más del taller, aunque con las características especiales de las que hemos hablado.
- ¿Y os las compran?
- Eso ya es más complicado. Muchos preguntan, piden la tarjeta, pero cuando saben que andan por los 2.500 ó 3.000 euros la gente se echa para atrás. Nada nuevo, lo que tantas veces ocurre con los trabajos artesanos.
- Vivimos tiempos de montadores.
- Tú lo has dicho.
Y eso no va con Fernando Villares, un artesano de la madera —uno de los pocos inscritos en el registro oficial del gremio— absolutamente vocacional.
- ¿Te viene de familia?
- Para nada. Mi padre no tenía untrabajo relacionado con esta artesanía pero a mí me llamó mucho la atención y siempre lo tuve muy claro. Con 16 años me fui a la Escuela Taller de San Isidoro y allí ya disfrutaba trabajando. Había gente que iba por pasar el tiempo o hacer algo a esa edad, yo solo tenía ganas de aprender. Y en ello sigo, camino de los treinta años en el oficio, disfrutando de él.
Y en la galería de imágenes de su móvil va mostrando espectaculares trabajos que ha hecho en domicilios particulares, en una bodega para la que ha creado una gran gaviota de madera como techo y seña de identidad de otros espacios, administraciones de lotería cuyo armazón interior de los conocidos logos son trabajos de este artesano leonés...
- ¿Lo próximo que vas a hacer?
- Lo que me pidan, ése es el secreto.