Las vías ferratas son recorridos por itinerarios verticales, principalmente en zonas rocosas equipadas en todo su recorrido con un cable como línea de vida, al que se irá conectado permanentemente, y también provistas de agarres artificiales para salvar pasos complicados, (grapas, cadenas, clavijas, etc.). En muchas ocasiones las vías ferratas también contarán con otros elementos aéreos, como puentes colgantes, más o menos anchos, de tipo tibetano, nepalí o “de mono”, con apenas un par de cables, o, en ocasiones, una simple tirolina monocable.
Evidentemente no son actividades para personas con vértigo, pero sí para cualquier otra que desee experimentar muchas de las sensaciones que produce la escalada, con facilidades en la progresión y la seguridad en el recorrido, aunque hay que tener en cuenta que si es la primera vez que se quiere hacer alguna vía ferrata se deberá comenzar por una que tenga un nivel asequible para los neófitos y que tenga la opción, en varios puntos de su recorrido, de poderla abandonar antes de su finalización por algún escape, y sobre todo, que se vaya siempre en compañía de personas experimentadas o que se opte por contratar a cualquiera de las empresas de turismo activo con las que se cuente en la provincia leonesa.
Las vías ferratas se gradúan en cuanto a su dificultad, principalmente por la escala Hüsler, y en ocasiones también por la denominada escala francesa.
La primera fue creada por el alemán Eugen Euduard Hülser, en la que puntúa del 1 al 4 los factores que definen la dificultad del itinerario, como la fuerza que hay que hacer, el factor psicológico, la experiencia en montaña y la resistencia. La graduación de las ferratas, según esta escala, iría del nivel K1, que es el más fácil, al K6, extremadamente difícil. La “K” que precede al número de dificultad, hace referencia a la palabra alemana Klettersteig, que significa vía ferrata.
Se atribuye el nacimiento de las vías ferratas a las instalaciones que se hicieron durante la Primera Guerra Mundial en los pasos de montaña de las zonas más escarpadas e inaccesibles de los Dolomitas, entre Italia y Austria, donde se encontraba uno de los frentes de batalla. Con anterioridad se tiene constancia de que, en el siglo XIX, pastores de montaña ya habrían hecho alguna instalación rudimentaria, mediante clavijas incrustadas en la pared, para apoyar pies y manos a fin de salvar pasos muy expuestos. Lo cierto es que hoy en día su uso es eminentemente deportivo y las vías ferratas gozan de un creciente número de adeptos que pueden optar por muchos y diferentes recorridos, con distintas dificultades y variados atractivos.
En la provincia de León se cuenta en la actualidad con cinco vías ferratas, que se encuentran en Cordiñanes, Cistierna, Sahelices de Sabero, Portilla de la Reina y Cubillas de Arbas.
Será precisamente la que se encuentra en el municipio de Posada de Valdeón a la que en esta ocasión se va a realizar, fundamentalmente por la espectacularidad del paisaje que la rodea y por la singularidad de encontrarse dentro del Parque Nacional de Picos de Europa, siendo la excusa perfecta para llevar a cabo otro buen número de actividades distintas en ese espacio natural.
A primera vista resulta sorprendente, o imposible, que personas con discapacidad puedan realizar los itinerarios verticales que proponen las vías ferratas, pero lo cierto es que si es posible que personas con ceguera o discapacidad visual, o de tipo sensorial, intelectual, amputaciones, etc. sean capaces de realizar escalada de competición o alpinismo, es mucho más fácil entender que con mayor motivo puedan realizar una vía ferrata.
Por tanto, el único condicionante, además de la voluntad, la preparación y la ausencia de vértigo, es que se cuente con un equipo de guías capacitado, a fin de implementar las medidas de seguridad y progresión, de tal manera que se convierta en una actividad emocionante y adictiva, pero sobre todo segura.
Otro requerimiento esencial sería el ir equipados con el material básico exigido: casco, arnés y disipador, aunque muy recomendable será siempre llevar otros elementos, como un cabo de anclaje, guantes para evitar algún pinchazo o corte con filamentos sueltos del cable, botas apropiadas con suela antideslizante, mochila con agua, algún alimento energético y ropa térmica, cuerda con equipo de descenso y autorrescate (y saberlo usar) por si hay que evacuar, (especialmente en vías largas), polea de cable en el caso de que haya que salvar una tirolina, y documentarse abundantemente y con anterioridad sobre la vía que se pretende hacer, calcular los tiempos y comenzar con suficiente margen horario con respecto a la puesta de sol, analizar la previsión meteorológica, especialmente para descartar la actividad en caso de amenaza de tormenta o lluvias intensas (una vía ferrata puede convertirse en un auténtico pararrayos). Se debe concienciar sobre el hecho de no banalizar estas actividades y tener en cuenta de que una formación previa, y el contar con la equipación técnica necesaria, aportará tranquilidad y aumentará el disfrute de estos verticales itinerarios por los riscos de las montañas minimizando los riesgos inherentes de los que es necesario ser conscientes.
La ruta
En Posada de Valdeón se podrá contratar los servicios de una empresa de turismo activo o alquilar el material de seguridad necesario, en caso de no haberlo hecho en otro lugar. Cabe destacar también que es obligatoria la inscripción previa en la web del ayuntamiento de Posada, a fin de regular el número de personas que acceden a ella.
Se continúa por la carretera de conduce a Caín, hasta llegar a Cordiñanes, donde se puede estacionar el vehículo en un amplio aparcamiento, cuyo acceso se encuentra a la derecha, nada más pasar el pueblo. Se deberá continuar por una senda ya marcada y que cruza un puente sobre el Cares hasta llegar al comienzo de la vía ferrata, que es un puente tibetano de 35 metros de longitud y que se eleva otros 30 metros sobre el río Cares. Al comienzo del puente se encuentra el cable que constituirá la línea de vida a la que se irá anclados permanentemente con los mosquetones de la cinta disipadora hasta que concluyamos el recorrido total, de unos 1200 metros y 300 metros de desnivel.
Tras pasar el puente se iniciará un ascenso enérgico por un muro vertical de roca, utilizando los anclajes artificiales y en ocasiones algunos resaltes naturales para progresar. Una vez culminado se continúa por una bonita cresta que ofrece unas bonitas vistas, para luego proseguir en travesía descendente por una pared que llevará a otro pequeño y estrecho puente que va a la siguiente pared que se remonta. A partir de ahí la espectacularidad no cesa, aunque ya la dificultad técnica desciende. Se considera que esta vía ferrata podría clasificarse, en cuanto a su dificultad, como K3, aunque un pequeño paso en uno de sus muros extraploma ligeramente y podría alcanzar el K4 en ese punto.
En el esquema de la ruta se apreciará también el sendero de escape con el que cuenta, por si algún participante no lo tuviese claro o si surgiese algún imprevisto que obligase a abandonar el recorrido con anterioridad a su finalización, aunque llegado el punto se distinguirá sin dificultad.
La línea de vida finalizará al culminar la ferrata, próximo a la denominada rienda de La Sotín, el empinado camino que se eleva hasta los pies del Friero y que deberemos recorrer en sentido descendente para volver, a Cordiñanes, hasta el estacionamiento donde se ha dejado el vehículo.