En otro orden de cosas dicen que puede que de esta tierra procediera la gran Teresa de Cepeda y Ahumada, dicen... ¡quién sabe si tal vez se confirmen como fehacientemente ciertos los rumores! Lo que sí es real es el hecho de que esta tierra lo es de poetas como Eugenio de Nora (al que en los últimos tiempos se está reivindicando), de novelistas, de ensayistas, nombrados periodistas que han recorrido el mundo realizando un trabajo que al final acaba desembocando en interesantes trabajos que buscan reivindicar la riqueza histórica de una parte de nuestra provincia a la que hasta hace muy poco no se le ha dado más valor que ser la huerta y la despensa de esa Astorga a la que alimentaba, también intelectualmente pues muchas de sus personalidades literarias alimentaron los colegios y los seminarios de la ciudad catedralicia.Y hoy, además de ofrecernos paisaje para el solaz y alimento para el cuerpo, nos ofrece también alimento para el alma a través de las múltiples propuestas culturales que, durante todo el año aunque con especial incidencia en los días veraniegos, nos ofrece una de las más activas asociaciones culturales de nuestra provincia. Otra pluma cepedanaPara hablarnos de comarca tan especial hemos escogido hoy a una joven escritora de la zona. Con familia también oriunda en la Cepeda, allí nació, vivió y se formó durante los primeros años de su vida aunque su trayectoria adulta, como a la mayoría, la haya llevado en la actualidad fuera de ella. Como tantos otros niños de la zona, en diferentes épocas, a medida que fue creciendo concluyo sus estudios medios en el Instituto de Astorga, donde ya dio muestras, en muchos de sus escritos, de una gran capacidad de análisis y sensibilidad. Estas circunstancias confluyen en una perfecta habilidad para captar los pequeños detalles del día a día. Si a esta característica unimos el hecho de haber sido una gran lectora desde su infancia, circunstancia que compartía con una profunda vocación por la escritura, que ha practicado siempre de forma creativa y autodidactica (así lo confiesa ella), no nos extrañará que Mónica Calvo haya pasado a engrosar la nómina de los/as numerosos/as cepedanos/as con un libro publicado en su haber. En su caso se trata de ‘Adiós tristeza. Hola serenidad’, una obra que más que una simple novela pasaría a engrosar el listado de libros de autoayuda, con el que –a través de las vivencias de María, su protagonista– aprenderán a entenderse, conocerse y a crecer como personas, un trabajo en el que fue supervisada por un equipo de psicólogos de León.Aparte de esto, y más especialmente relacionado con la impronta que las gentes y el paisaje de su tierra deja en su escritura, también podemos encontrarnos con sus textos en la publicación anual que bajo el título ‘Versos a Oliegos’, dedica a esta zona la Asociación Cultural Rey Ordoño que la promueve.
A ella, de la que esperamos poder contar pronto con nuevas publicaciones, le hemos pedido en esta ocasión que nos hable de la Cepeda. Así la ve, y así nos la cuenta. Les animo, una vez más, a acompañarnos en este recorrido, y aunque lo que nos ofrece es una visión generalista de la zona, estoy segura de que muchos de ustedes podrán aportar su pequeño granito de arena particular a este recorrido, pues está lleno de rincones que merecen la pena. Y créanme que hablo por experiencia.
La nuesa Cepeda
«En el centro de la región de León nos encontramos con La Cepeda apacible, una comarca con sus más de cuarenta pueblos, un lugar idóneo para disfrutar de un paisaje amable, donde el tiempo parece estancado.Subiendo por la carretera Pandorado asoman los pueblos a la vera de los ríos, descubriendo sus bonitos rincones, innumerables sendas y frondosos valles, donde surgen a esgalla carballos, negrillos, pinares y castañales. Patatas, frutales, miel y alubias proliferan vigorosas para deleite de los comensales; brezos, espinos y escobas tiñen de brillo y color las laderas en primavera; perdices, jabalíes, zorros, corzos y ocasionales osos, lobos y urogallos pueblan los montes cepedanos; mirlos, pegas, lavanderas, águilas, cigüeñas, grajos y otras aves surcan majestuosos el cielo a su antojo.
También encontramos bellos edificios de piedra que contienen singularidad e historia: Palacio, castillo, iglesias románicas, construcciones de tapia, piedra y portales. Tierra de antiguos poblamientos astures, varios castros prerromanos permanecen todavía enclavados en la geografía cepedana. Existen vestigios de algunas explotaciones auríferas en el centro y en el norte de la comarca y una mina de hierro en el vientre de El Sierro.
El río Tuerto desciende sosegado, serpenteando y regando las fértiles tierras que recorre incansable, vertebrando la comarca y dando riqueza y paz a sus moradores. Cerca de su final, descubre una playa a la sombra de impresionantes sauces. Bajo la atenta mirada del Cueto San Bartolo (aunque el punto más alto es Pozo Fierro) se encuentra el pantano, que alberga agua para saciar la sed de los campos, y también un pueblo que quedó sepultado tras su construcción, dando lugar a la tradicional cita poética de ‘Versos a Oliegos’, que todos los agostos reúne a lugareños para festejar la cultura, la historia y las buenas costumbres. De celebraciones, gastronomía y hacenderas entienden mucho los cepedanos…
No podemos olvidar la Vía Künig, otra opción del Camino francés que atraviesa La Cepeda hasta enlazar con Cerezal. Otra variante que facilita el esfuerzo a los peregrinos y les descubre una comarca llena de deleite y serenidad, para dar más calma a su Camino.
Los pueblos cepedanos tienen todos y cada uno de ellos un encanto propio, digno de descubrir. Una tierra que ha dado gentes honestas y sencillas, grandes en letras y en ciencia, diligentes trabajadores, mansos y amables, personas preparadas para cualquier oficio y cargo, criados bajo el sol que alumbra la belleza de la humilde comarca de La Cepeda».