y de campo, de arroyos y de viento
llevas el corazón y el alma ungidos».
(Del poema ‘Tu corazón de campo y viento’, dedicado a Felisa Rodríguez por Manuela López)
Termina abril y quiero aprovechar para hacer un poco de balance dentro de estos Caminos del arte leonés en femenino que llevamos ya recorriendo varios años. Desde hace ya bastante un tiempo, marzo se ha convertido por antonomasia en el mes dedicado a la mujer, ese mes en el que parece que por fin existimos y en el que tanto los medios de comunicación como los circuitos culturales (y/o sociales) se abren a nuestra presencia como si el resto del año no existiésemos, o como si aquello en lo que trabajamos, esforzándonos día a día, fuese «flor de un mes». Por otro lado, abril es el mes dedicado a los libros y a quienes ejercen sus respectivas autorías; con un día (el 2 de abril) dedicado al Día del Libro Infantil y Juvenil y otro (el día 23), dedicado al Día del Libro en general, estos pequeños y queridos objetos que pueden transportarnos a mil mundos maravillosos y a un mundo de conocimientos sin par, toman el protagonismo y las calles, las plazas, las bibliotecas, los colegios, las salas más variopintas..., se llenan con su presencia. En torno a ellos también la presencia de la mujer, como autora, como ilustradora, como editora,..., aunque no en tanta medida como nos gustaría, porque el porcentaje de su presencia baja considerablemente –a pesar de que en todos los campos es cada vez mayor– quizá considerando que ya se nos dio todo el protagonismo que merecíamos durante el mes anterior.
Sarcasmos aparte, quiero recordar que durante estos dos meses, una serie de confluencias han hecho que León se haya convertido en el paradigma de un importante trabajo de recuperación de nuestros activos literarios, referidos a algunos nombres ligados al pasado siglo XX; en femenino, claro, puesto que este es el perfil de esta sección. Se trata de los referidos a dos interesantes bercianas que en su momento estuvieron muy presentes en la sociedad literaria de la época aunque luego nadie (o muy pocos) se acordara de ellas. Publicaron una parte importante de su obra, participaron en numerosas revistas literarias de la época, protagonizaron recitales y encuentros en centros educativos, bibliotecas, centros de mayores...; participaron en importantes encuentros literarios, protagonizaron premios y homenajes...; y fueron reconocidas por sus compañeros de travesía aunque, al final, su figura y su obra quedara en la sombra o, como mucho, en la memoria de algunos pocos que a día de hoy siguen recordando su obra, su valía profesional y humana y, también, el apoyo que de las mismas recibieron en su momento.

Manuela y Felisa, ambas contemporáneas, ambas maestras además de escritoras, ambas extremadamente cerca de la infancia, así como de la Naturaleza, aunque radicalmente difrentes en su forma de acercarse a la escritura, tenían también en común esa búsqueda y defensa constante de la paz, tras haber sufrido ambas la injusticia y las consecuencias de una guerra que cortó de raíz sus alas, que las dos volcaron en sus respectivas obras (¿algún tema más de actualidad ahora mismo que este?). Se conocieron a través de los actos literarios en los que comenzaron a participar, de los medios en las que ambas escribieron,..., y forjaron una profunda amistad; y se cruzaron cartas, y se dedicaron poemas. Las características de su unión se pueden percibir perfectamente en este fragmento de la carta póstuma que Manuela le dedicó a Felisa tras conocer su muerte:
«Querida Felisa:
Se ha enfriado la silla que te tenía preparada para cuando cumplieses tu promesa de venir a verme. ¡Te esperaba con tanta ilusión! íbamos a charlar de muchas cosas. Recordar toda una época mágica en la que vivimos intensamente inmersas en poesía, durante la multitud de recitales en los que nos sentíamos felices y hasta nos proporcionaban un poco de fe en la vida, y en nosotras afianzaron una amistad que se hiso entrañable». (...)
una carta en la que también puede percibirse claramente el carácter de ambas y su posición ante la vida que les impidió reclamar para sí los méritos que su obra tenía.
Sería muy interesante que a nivel particular nos animáramos a acercarnos a ellas y a sus escritos, para conocerlas un poquito más en profundidad, para disfrutarlas. Sería fundamental que nuestras aulas se abriesen a sus obras para conocer de primera mano toda la riqueza literaria y humana que en las mismas nos dejaron, una obra de irradiante actualidad y que sin duda disfrutaría tanto alumnado como profesorado. ¿Quién se anima?
«No sé si a menta y romero
o a campestre violeta,
tu fragancia, Manolita,
sí es fragancia de poeta» (...)
(De ‘A mi amiga Manolita, poeta insuperable’. Felisa Rodríguez)