Nadie esperaba una situación como la que hemos vivido, que ha acarreado dramas personales y familiares, algunos irremediables, muy difíciles de superar. No obstante, sin duda alguna, nuestra propia naturaleza como humanos nos permitirá vencerla.
Citando a Unamuno, «soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño». «El hombre de carne y hueso», y cómo, en este sentido, «advierte al conductor de pueblos, al político, lo que tiene que tener claro en todos los momentos: no somos estadísticas, números fríos ni, en ocasiones, severos». Añade el autor vasco que jamás se puede entregar la confianza «a conductor alguno de pueblos» que no esté convencido de esta idea: «Que dirige hombres que nacen, sufren; que, aunque no quieran morir, mueren; hombres que han de ser lo que son y no otros; hombres que son fines en sí mismos, no solo medios; hombres, al fin, que buscan eso que llamamos felicidad». Y concluye: «No basta con curar la peste, hay que saber llorarla. ¡Sí, hay que saber llorar!».
Y es que no podemos olvidar, volver a abstraernos de lo verdaderamente importante: las personas. Y debemos saber con claridad que nada ni nadie es capaz de prever nuestro futuro. La sociedad ha estado a la altura de las circunstancias. Esta ha sido la gran lección de esta pandemia. Ha rechazado, una vez más, la política convertida en ruido y ha reclamado legítimamente sus derechos. Los ciudadanos no son incapaces; quieren y tienen derecho a saber, a ser informados sin manipulaciones, a disfrutar de la mejor sanidad, de los más eficientes servicios públicos, a ejercer su libertad y responsabilidad social, a tomar sus propias decisiones.
La profunda crisis sanitaria y social bajo cuyos efectos aun estamos inmersos, con incertidumbres en todos los órdenes de la vida, ha sido imprevisible e inevitable, sin duda alguna. Habrá sido gestionada con mayor o menor acierto, pero la sentencia no está en el debate partidista, el juicio lo emitirán los ciudadanos, los mismos que reclaman sentido común, sentido de Estado, capacidad de entendimiento entre todos, y, sobre todo –siendo esto aplicable a todos los ámbitos– confianza en el futuro, capacidad de liderazgo y saber mirar hacia adelante.
Es el momento de empatizar, de sacar fuerzas entre todos para afrontar los enormes desafíos que nos aguardan. Sin temor, con tesón y voluntad firme. Hay que acordar soluciones entre todos. Las crisis globales operan como aceleradores de la historia, lo nuevo tiene que empezar a nacer. Tener presente también que, como dice Einstein, «en los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento». Uno de los grandes objetivos de la denominada «reconstrucción» pasa porque en el camino que emprendamos ahora no se ahonde en las desigualdades sociales, todo lo contrario, ya que las cicatrices de la anterior crisis aun se dejaban sentir en los sectores de población más vulnerables.
Tenemos en León pilares sólidos sobre los cuales avanzar en esta tarea. Por ejemplo, en la confianza en la prestación de nuestros servicios públicos esenciales, reforzando las áreas sanitarias y sociales, cuyos profesionales están siendo el gran ejemplo para todos de la lucha sin cuartel frente a la pandemia del Covid-19. En el apoyo de las administraciones a un tejido industrial que tiene que seguir creciendo, consolidándose, mediante el desarrollo de los polígonos y parques empresariales de la provincia, con la disposición de suelo competitivo para frenar problemas como la despoblación o crisis de sectores como el de la minería, que tan duramente nos ha golpeado.
En los avances en materia de comunicaciones aprovechando nuestra posición como destacado nudo logístico del Noroeste, apostando por el Corredor Atlántico y la agilización de las infraestructuras pendientes en todos los ámbitos. También, en la apuesta por el comercio de proximidad y la recuperación de los autónomos con incentivos y ayudas, en la pujanza de nuestros reconocidos recursos turísticos y culturales, por los productos de nuestro mundo rural, por el potente sector agroalimentario de la provincia…
Hay sectores bien posicionados que ya han experimentado un gran avance en este camino y algunos están junto a nosotros. Las empresas de investigación farmacéutica, biotecnológica, la robotización, el comercio online y la seguridad informática, la sociedad de la información y las nuevas tecnologías. Todo es compatible y las sinergias más necesarias que nunca. Ya es un hecho que el teletrabajo ha dado un gran salto, especialmente en las administraciones públicas, y que lo ha hecho para quedarse.
En las circunstancias del obligado confinamiento al que tuvimos que acostumbrarnos, todos hemos percibido que el uso generalizado de las nuevas tecnologías se ha demostrado como un aliciente para combatir la despoblación. Porque toda persona está en su derecho a decidir vivir donde quiera, y es ahí donde la utilización de las nuevas tecnologías está siendo y va a ser fundamental, no solo para asentar y atraer población con servicios y una óptima calidad de vida, sino también para captar nuevas inversiones.
En suma, los retos son –ya lo eran– enormes, pero con unidad, esfuerzo y voluntad de superación podremos salir adelante y progresar. Tenemos que aprovechar nuestros recursos y oportunidades. Y todos estamos llamados a la tarea. Nadie puede ser ajeno a ella. Como dice Cervantes en el El Quijote, en uno de sus memorables pasajes: «Señor, ¿cuándo cesará este encantamiento que nos tiene encerrados en castillos y ventas, y no nos deja andar por los caminos? No lo sé, Sancho, pero cuando salgamos, ya no habrá gigantes que se nos resistan».
Así pues, mucho ánimo y ¡adelante!
Todo León está llamado a la tarea de salir adelante, por Mario Amilivia
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04/06/2020
Actualizado a
04/06/2020
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