Cuando el presidente de la Comunidad, Alfonso Fernández Mañueco, anunció el viernes 13 de marzo el cierre de colegios, institutos y universidades y pidió al Gobierno que declarase el Estado de Alarma, nadie imaginó lo que estaba por llegar.
Cien días nos separan de aquel interminable fin de semana de marzo, días duros, muy duros para todos, padres, profesores y alumnos que tuvieron que reinventarse y desde el primer momento ponerse manos a la obra para que la escuela siguiera viva. Surgieron los problemas: alumnos desconectados por falta de medios técnicos o por la imposibilidad de acceder a una red inexistente, profesores que a marchas forzadas se aplicaron al manejo de nuevas tecnologías para llegar al mayor número posible de alumnos, sin cómputo de horas, mientras miraban solo de reojo algunas de las más de 2000 páginas publicadas en el BOE durante los dos primeros meses de confinamiento ; una locura salpicada por las famosas fake news, noticias falsas, que circulaban por los ‘wasaps’ como la pólvora. Ciertamente un escenario de luces y sombras, pegados a la tecnología horas y días interminables con la ansiedad de no poder llegar a todos los alumnos.
La escuela siguió su camino, sin reproches, alejada del ruido; profesores y alumnos trabajaban virtualmente ayudados en muchos casos por los padres que podían colaborar.
Llegó el final del curso para los alumnos y con él las merecidas vacaciones después de un esfuerzo titánico, pero los docentes seguirán formándose durante parte del verano a través de los cursos ofrecidos por la Administración Educativa Autonómica o por otras entidades, tampoco han sido los más afortunados en la conciliación de su propia vida laboral y familiar.
Pero también llegó, para afianzarse aún más, la nueva Ley de Educación, la LOMLOE o Ley Celaá, que superó el pasado 17 de junio un importante trámite parlamentario, todas las enmiendas presentadas por la oposición fueron rechazadas, ley que sigue su tramitación sin consenso, alejada de cualquier tipo de debate o consultas, ni los profesionales de la educación ni organizaciones sindicales como FSIE, que representamos exclusivamente a una parte de los trabajadores del sistema educativo, la escuela concertada, hemos sido consultados cuando era el momento, antes de poner en marcha todo el mecanismo de la ley.
Se trata de una Ley que, bajo el disfraz de conceptos positivos como equidad o inclusión, eliminará paulatinamente los conciertos, limitará el derecho de los padres a la elección de centro y la concertada se convertirá en subsidiaria, dependiente, de la pública a pesar de varias sentencias de los tribunales en contra. Afortunadamente en Castilla y León se ha respetado el equilibrio entre las dos redes sostenidas con fondos públicos, fruto de un acuerdo, que data del año 2000: 70% pública, 30% concertada y la libertad de elección se ha garantizado.
A la eliminación de los centros ordinarios concertados se sumarán los centros específicos de Educación Especial, en Castilla y León una veintena son concertados, a pesar de la oposición frontal de una gran parte de padres, que por razones muy importantes no ven viable la opción de escolarizar a sus hijos en centros ordinarios; poco han importado las manifestaciones multitudinarias o las protestas en redes sociales. Se trata de un ataque directo a la enseñanza concertada ordinaria o especial que, de materializarse, afectará en Castilla y León a la estabilidad de casi diez mil profesionales en más de doscientos centros educativos.
Al margen de lo negativo de la nueva Ley de Educación, afortunadamente no se han perdido tres meses desde el punto de vista educativo, se ha aprendido a vivir, convivir y enseñar en una nueva situación y con nuevos modelos. Del futuro no sabemos nada, sin duda por muy complejo que sea será más fácil, los medios tecnológicos se resistirán menos; pero el mejor deseo que, necesariamente debemos hacer realidad en nuestra Comunidad, es la reducción total de la brecha digital, todas las familias y alumnos deben disponer necesariamente de recursos y medios necesarios para seguir formándose, esta sería la mejor noticia. La escuela de Castilla y León volverá a brillar, aunque no ha dejado de hacerlo en ningún momento, pero todos debemos estar preparados para un posible escenario complicado, la escuela ya lo está haciendo: docentes y no docentes preparan con mimo los centros para reiniciar la actividad lectiva el próximo mes de septiembre en cualquier escenario posible. No tiene ningún sentido transmitir la idea de improvisación o desesperanza, porque no es real, la Administración Educativa de Castilla y León también está trabajando en nuevas normas para que el curso pueda iniciarse en las mejores condiciones posibles. Las familias han hecho un gran esfuerzo colaborativo con la escuela y lo han hecho por sus hijos, el Estado no ha aparecido en ese rescate a pesar del desafortunado “no podemos pensar de ninguna manera que los hijos pertenecen a los padres”.
FSIE como organización sindical mayoritaria en el ámbito de la concertada en Castilla y León seguirá defendiendo y apoyando la labor de docentes y no docentes con un objetivo fundamental, el mantenimiento del empleo, sin renunciar a otras reivindicaciones: homologación salarial con los docentes de la pública, mejora de salarios de no docentes, rejuvenecimiento de plantillas o carrera profesional. Pretender un pacto nacional en materia educativa en el conjunto del Estado ha sido y es imposible, pero en Castilla y León sí es posible fijar unas nuevas bases de consenso con las formaciones políticas que realmente puedan gobernar. Vamos a ser beligerantes con la Ley Celaá si se elimina la libertad de elección y se asfixia a los centros concertados ordinarios o específicos de discapacidad. Feliz verano para todos.
Y la escuela se reinventó, por José Francisco Bernardos Gil
El secretario de la Federación de Sindicatos Independientes de Enseñanza (FSIE ) de Castilla y León asegura que la Federación seguirá defendiendo y apoyando la labor de los docentes y no docentes
04/07/2020
Actualizado a
04/07/2020
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