Al filo de las 10.30 horas, las autoridades deciden que no es posible esperar más para desalojar el pueblo. La cercanía de las llamas comienza a amenazar la integridad de las viviendas y dentro no puede quedar nadie. La Guardia Civil, megáfono en mano, apremia a los vecinos casa por casa para que abandonen de inmediato sus hogares, dejando todo atrás, sus pertenencias y sus certezas. Sobre el terreno, bomberos, agentes y voluntarios tratan de coordinarse. Algunas maletas rodando por el empedrado, bolsas y mochilas cargadas en maleteros y los primeros coches particulares abandonan la zona.
Al objeto de facilitar el traslado a las personas más mayores, Emergencias fleta un autobús al que aguardan pacientes. No tarda en llegar. El destino es Ciudad Rodrigo, un lugar seguro con la infraestructura suficiente para acomodar a los desplazados. El pabellón Eladio Jiménez está provisto para avituallar a la expedición y la Escuela Hogar Los Sitios, residencia estudiantil durante el curso, ya espera para albergar a los vecinos de Monsagro, que no podrán regresar esta noche a sus casas. La mayoría se reúne con familiares, otros deberán seguir al amparo de las instituciones.
“Nos están tratando de maravilla”, se apresura a responder Victoria Gómez García, una de las trasladadas en el autobús. No quiere abandonar su sonrisa aunque, a la vez, denota una calma tensa difícil de disimular. Cuando la Guardia Civil fue a desalojarla de su casa “ya no se podía ni respirar”, según reconoce a Ical. Comenta que llevan oliendo a humo toda la noche y que el incendio de El Ladrillar, que “está al caer de Monsagro”, es visible en su pueblo “desde ayer por la tarde”. Por eso no les sorprendió la irrupción de los guardias civiles para ordenar el desalojo preventivo a media mañana.
Victoria reconoce que ha pasado “miedo” en las últimas horas y confiesa que permanece “intranquila” por si el fuego llega a las casas. “Ya nos temíamos que podía pasar porque está pegando a El Ladrillar, es el límite entre Cáceres y Salamanca, igual que La Alberca”, explica. A pesar del nudo en el estómago por los nervios, ha podido almorzar algo de paella y un helado. “Y lo que quisiéramos nos han dicho”, apostilla. En ese momento no sabe que no podrá volver hoy a casa. “Las autoridades no nos han dicho nada porque están como nosotros. Si el fuego se va, volveremos. Y si no, pues aquí”, se resigna.
Calma tensa
La mujer es todo agradecimiento, tanto para los guardias civiles que colaboraron en el desalojo, como para el personal de Cruz Roja que les ha atendido en Ciudad Rodrigo. Entre ellos, José Francisco Casado, psicólogo del 1-1-2 con más de 16 años de experiencia en situaciones de emergencia, quien se encarga de recibir a los vecinos de Monsagro en el polideportivo mirobrigense. “Llegan con mucha incertidumbre y algo desorientados. No saben qué está pasando en su pueblo, pero sí que, si las llamas avanzan, pueden perder sus pertenencias. Por eso están con una sensación de falsa calma en alerta constante”, comenta a Ical.
Según explica, su labor en una situación como la vivida hoy en la provincia salmantina es ayudar a minorar el golpe emocional que experimentan los desalojados. “Lo primero que hacemos es evaluar el contexto para ver cómo están llegando las personas. Recopilamos toda la información posible y tratamos de llevarles a una fase de activación del cuerpo y la mente para que puedan recibir sus pensamientos y sus emociones de una forma equilibrada”, resume. Deben saber que todo lo que sienten es “normal”, ya que cualquier persona se sentiría como ellos en una situación así.
Aparte, los psicólogos activados en el pabellón Eladio Jiménez de Ciudad Rodrigo se coordinan con el resto de efectivos para atender todas las necesidades de los desplazados, incluyendo las logísticas. Labores más propias de la Cruz Roja, representada por el director de Socorros y Emergencias de Salamanca, Raúl Hernández, quien también atiende a Ical desde Miróbriga antes de regresar a la primera línea de fuego. Están en marcha desde anoche, a solicitud de los ayuntamientos de La Alberca y de Cepeda, para avituallar a los brigadistas que se afanan para sofocar las llamas. La jornada fue dura. Se prolongó hasta las 2.30 horas cuando se produjo el cambio de turno y llevaron la cena a los bomberos alojados en El Maíllo.
Desde esta mañana trabajan ya en Monsagro atendiendo no solo al avituallamiento de los efectivos antiincendios, sino también a los vecinos que pueblo que han decidido permanecer junto a sus casas para arrimar el hombro y hacer frente a la amenaza. En paralelo, han colaborado en el traslado a Ciudad Rodrigo de 53 personas, de las que un total de 19 pernoctarán en Los Sitios. “Mi intención es ir ahora para ver cómo están los compañeros, con los que estamos en constante comunicación. A priori, vamos a montar 30 camas para los brigadistas que se van a quedar , así que la previsión es que continúen esta noche con las labores de extinción”. La noche volverá a ser larga.