Incluso algún otro que pasó por el convento, como Mariano Santiso, añadían alguna anécdota: «En el jardín de la entrada del colegio, frente al pabellón del comedor, Izarbe y yo plantamos con el Padre Ricardo unas plantas de yuca y él nos señalaba siempre un abeto que llamába el Mondeño, por haberlo plantado con él».
Ha pasado el tiempo y tal vez no sean los mejores momentos de la tauromaquia, pero en los años 60 (el curso 64-65 fue el que pasó Mondeño en León) un torero era uno de los personajes más famosos del momento. Y si eras una figura aún más. Y Juan García Mondeñolo era, había ganado fama y dinero, hasta el punto que anunció su retirada de los toros para acudir a la «llamada de la fe» con lo que parecía una enigmática frase: «Ya he ganado dinero para mis padres y para tener libertad para desarrollar mi idea».


Esa capacidad de atraer a las masas multiplicó su leyenda y las revistas de la época se volvieron locas con su ingreso en los Dominicos. Pero había desaparecido, se había esfumado. «No supe más de Mondeño. Hasta que tuve noticia de que el 30 de agosto de 1964, Juan García Jiménez (Mondeño) había tomado el hábito de la orden Dominicana en el convento-noviciado de Caleruega, cuna del fundador de la orden de Predicadores Santo Domingo de Guzmán.(...) El torero abandonaba las miserias de la vida. Mondeño daba paso en la vida claustral a Fray Juan García», contaba el ABC. A Luis Nieto le contaba con el tiempo sobre su decisión: «Desde niño quería haber sido misionero. Mis padres no sabían leer ni escribir, pero nos educaron muy bien. Cuando llegaba una visita nos levantábamos». Pero la fama le perseguía, iban a verle en peregrinación, recordaba a un hombre que llegó a León desde Palma para confesar con él...
Regresó a los toros de manera efímera, desapareció, vivió en Méjico y ahora en París: «Llevo una vida con mucha actividad social. Tengo cinco coches de peoca, dos Rolls Royce, un Mercedes, un Ferrari y un BMW...». Otra nueva vida.