Estos aguerridos del siglo XXI bien parecen haber heredado aquel arrojo de María Juana de Quiñones a la que llamaron ‘La Brava’, hija de los primeros condes de Luna. Ella se casó en el siglo XV con Ramiro Núñez de Guzmán, señor del condado del Porma y también de la villa de Toral. Tras la Guerra de las Comunidades este tuvo que exiliarse a Portugal, y fue entonces cuando ella se ganó el sobrenombre de ‘Brava’ por la defensa a ultranza del patrimonio familiar, entre el que se encontraba el que hoy conocemos como el Palacio de Toral de los Guzmanes. En él resistió para evitar que sus bienes fueran confiscados y vendidos hasta que finalmente fue evacuada a otro castillo de su marido en la localidad de Aviados. No la eximió eso de pleitear sin descanso por el perdón de su familia. Y de la mano de ‘La Brava’ nos plantamos delante del Palacio de tapial que da la bienvenida a quienes llegan a Toral de los Guzmanes. Adentrarse en él es viajar en el tiempo pero también un recorrido por diferentes rincones y destrezas artesanales gracias a la mayor colección de botijos del mundo que alberga. Tres millares de piezas que van de las formas más tradicionales a las más extravagantes de un objeto tan simple como bonito tal y como se puede contemplar en Toral de los Guzmanes. Pero no es este el único tesoro que guarda el Palacio de la familia que puso apellido al pueblo. Es curioso el cuadro de Gary Richard Larson, un norteamericano que pasó por Toral a comienzos de este siglo con la Iglesia Evangélica. Dejó su impronta reflejada en una enorme obra pictórica que representa la entrada de los Reyes Católicos en la villa y que luce en una pequeña sala del valioso edificio de tapial. Allí mismo la pintó y de los vecinos de Toral se valió para poner cara a los muchos rostros que aparecen en el cuadro. Es Toral un pueblo con una iglesia sin torre y con una torre sin iglesia pero también es pueblo del que no se puede marchar sin haber pasado antes por el Monasterio de ‘las tentaciones’, el que tienen las Jerónimas del Monasterio de Nuestra Señora de Belén que trabajan para producir suculentos dulces.

Pero al pasado hay que ponerle futuro y ojalá este lo protagonicen los 20 niños que mantienen las puertas de la escuela de Algadefe. Ellos son los que demuestran que, en medio de esa otra pandemia que es la de la despoblación, una escultura a la fertilidad sigue teniendo significado.