Cuando en el fútbol cotizaba tanto aquel valor que llamaban raza, o garra, Tomás Mantecón era ‘el puto jefe’, que diría Guardiola. Cuando los campos del norte eran de puro barro durante todo el invierno no había más táctica posible que bombear balones al área, y entonces aquel defensa central llamado Mantecón se convertía en un infranqueable coloso, emergía su figura de enorme talla para la época y su nariz de boxeador partida en mil batallas de fútbol y no había quien le tosiera. Tal vez uno.
Un amigo suyo llamado Mariano Arias Chamorro, Marianín, El Jabalí del Bierzo, con el que Mantecón había coincidido en la Cultural pero después se fue al Orense y ya regresaba como rival.
- Marianín fue el delantero que menos vi arrugarse ante los defensas, no se arrugaba por nada ni por nadie, ni yo tampoco, y en aquellos partidos saltaban chispas. La grada disfrutaba mucho, con los dos. A mí me aplaudieron en León jugando contra la Cultu, porque lo daba todo, aunque jamás lesioné a nadie.
Cuando en aquellos campos embarrados la táctica era bombear balones, Mantecón era un verdadero coloso
Lo contaba Tomás Mantecón en una larga conversación para el libro ‘Leyendas de la Cultural’, en su bar La Solera, el bar de las dos puertas, feliz porque el libro iba a celebrar el ascenso de la Cultural y Mantecón fue culturalista hasta la médula. Y hasta siempre.
Hasta ayer que falleció a los 78 años, pues había nacido en León en 1946, y siguió el mismo camino de muchos culturalistas: empezó en el barrio de San Esteban, de ahí al Júpiter de la mano de Macario Machín y el último escalón era la Cultural, donde llegó con 20 años y estuvo tres temporadas inolvidables para él (del 66 al 69), titular siempre y hasta goleador, en su primera temporada marcó cinco goles... de cabeza, imperial como era él.
"Marianín no se arrugaba y yo tampoco, saltaban chispas y eso que éramos muy buenos amigos"
No eran los mejores tiempos para la Cultural "aunque se empezaban a arreglar un poco las cosas después de una gran crisis y me traspasaron, que yo jamás me hubiera ido de la Cultural". Emigró a Pamplona, con el Osasuna, en Segunda División, y después tuvo otros dos equipos (cinco años en cada uno) en cuyas ciudades ayer se recordaba a Mantecón con cariño, un paisano de pies a cabeza: 5 años en el Orense y cinco en el Almería, logrando ascender con los dos, con los gallegos a Segunda y con el Almería a Primera. Y se retiró.
Reconocía no haber ganado mucho dinero pero se mostraba feliz con lo que había ahorrado con el fútbol: "Pude montar este bar (La Solera) que huele a fútbol, viene toda la gente del fútbol, los culturalistas, hay tertulias eternas... es como si hubiera podido prolongar mis años por los campos". Y en la Cultu.