La querella criminal del Nástic de Tarragona contra el árbitro leonés Eder Mallo, que supone la primera vez que un club de fútbol español decide ir por la vía penal contra un colegiado, continúa hacia adelante.
Y es que según revelaba este lunes el propio club catalán, el Juzgado de Instrucción Número 4 de Tarragona ha admitido a trámite la querella, manifestando en el auto dictado que «los hechos relatados en el escrito poseen entidad suficiente como para ser constitutivos, al menos indiciariamente, de un delito de falsedad documental del art. 390.1.1 CP y un delito de corrupción en el deporte del art. 286 bis.4 CP.».
Todo viene del partido de la fase de ascenso contra el Málaga, tras el que el colegiado que vive desde que era pequeño en Santa María del Páramo tuvo que salir escoltado y desde el Nástic contrataron tras su arbitraje una agencia de detectives para investigarle.
El Nástic comunicaba que seguirá defendiendo "la dignidad y honorabilidad de la entidad de Tarragona", intentando llevar hasta el final el caso contra el árbitro que ascendió esta temporada a Segunda División.
Hay que recordar que le acusa de «falsedad documental» por considerar que miente en el acta y de «corrupción deportiva» por «pitar de forma premeditada» a favor del Málaga y existir «predeterminación y alteración deliberada del resultado del partido».
Eder Mallo, tras el partido que supuso el ascenso del Málaga, reflejó en el acta que tras el choque: «Golpean con agresividad nuestra puerta en hasta 24 ocasiones; se dirigen hacia nosotros abriendo la puerta y gritándonos, entre lo que identificamos lo siguiente: ‘Vais a morir’; ‘sinvergüenzas’; ‘tu hijo va a morir’; ‘ojalá os matéis’; ‘hijos de puta’; ‘que muera vuestra puta familia’; ‘cobardes hijos de puta’; ‘dar la cara hijos de puta que os vais a enterar’; ‘no tienes huevos’; ‘tu puta madre’; ‘te voy a recibir hasta el final, si tienes huevos baja (en 4 ocasiones)».
Además, apuntó que «una vez finalizado el partido un miembro del club local empujó a mi asistente por las escaleras del túnel de vestuarios» y reconocer que llegaron a «temer por nuestra integridad física al ver cómo abrían la puerta y nos increpaban».