696 kilómetros separan el estadio Reino de León y Mestalla. 696 kilómetros que parecen más que suficientes como para pensar en que Cultural y Valencia no pueden tener nada en común. Sin embargo, hay algo en la identidad de ambos clubes que les une más allá de lo que la gente pueda pensar. Porque más allá de las, desde ayer, cinco veces que se han enfrentado más aquel amistoso del 57 en el que las falleras pisaron La Puentecilla, no son Cultural y Valencia dos equipos a los que les guste demasiado disfrutar de los buenos momentos.
En León, antes de ser conscientes de que el equipo estaba en Segunda División ya se estaba en Soria buscando culpables al descenso. En Valencia, apenas acabó el equipo che de pasearse por las calles de la ciudad del Turia celebrando su primer título en once años para reabrir la guerra civil que acabó con dos de los responsables de lo logrado, Marcelino y Mateu Alemany. Parece que el drama permanente forma parte de la idiosincrasia de ambos clubes, cada uno en su realidad y con sus circunstancias particulares, las que coincidían ayer en un Reino de León que si no colgó el cartel de no hay billetes era por la falta de papel para hacerlo.
Se llenó hasta la bandera el estadio leonés a pesar de la hora que obligó a pedir tardes libres, salir antes del trabajo y lo más importante, dudar durante toda la mañana si era o no partido de bocadillo. Muchos no lo hicieron, porque la Copa del Rey es sinónimo de llevar avituallamiento al descanso y si es necesario adelantar la hora de la cena al horario centroeuropeo, se hace. La Cultural, consciente de ello, volvió a pasear las ya famosas pizzas coperas por la zona de prensa del Reino para sorpresa y disfrute de los medios valencianos, que reconocían no haber visto esto «ni en la Champions».
El ambiente de fútbol se dejó ver en el exterior del estadio desde muy pronto soñando con más tardes asíPorque era día grande en el Reino y eso no solo se nota en el papel albal en bolsas de plástico de camino al estadio, sino también en los vendedores de bufandas en los exteriores intentando colocar «la histórica, la que vale más cuando paséis de ronda». 10 euros parecían hasta baratos escuchándolo.
Quería darle historia a la bufanda el equipo y la afición. «Next level» (siguiente nivel) rezaba la pancarta que exhibía el fondo sur con la imagen de un comecocos… con la intención de tragarse una naranja. Era esa la voluntad de una Cultural que podía ver ya el campo lleno con el inicio del partido y eso le llevó a buscar la sorpresa desde el pitido inicial. Pudo adelantarse pronto el equipo leonés para encender a una grada que, impregnada de los vaporosos perfumes de La Liga siguió las costumbres cantando el famoso «Tebas vete ya».
Pero volvió a ser el minuto 18 el momento marcado en rojo por la grada. Aparecieron las banderas de León, se encendieron las linternas de los móviles… y se hizo el silencio. No parece sin duda una mala manera de reivindicar una autonomía leonesa callada en los grandes foros de debate, pero urge acompañar las banderas púrpuras de un cántico a la altura para que la gente al otro lado de la televisión sepa al menos de qué va la película. El himno de León sin duda lo es, solo falta cantarlo masivamente.
El minuto 18 volvió a ser de reivindicación leonesista, un minuto que casi fue de silencio en una gran metáforaDe lo que sí fue consciente el espectador fue de la decepción de Augusto al tener que marcharse de la fiesta a los 20 minutos. Su hombro, que tan malos ratos le ha hecho pasar durante toda la temporada, volvió a salirse de su sitio y obligó al joven brasileño a marcharse sabiendo que le esperarán más noches grandes en su carrera.
Y lo cierto es que a partir de ahí, con más o menos dudas, el partido se propuso a cumplir con las tradiciones que viene marcando esta Copa del Rey para la Cultural, o lo que es lo mismo, llevar a la gente al borde del infarto y de vuelta a casa más tarde de lo esperado. Porque apenas hubo ocasiones y las más claras fueron para los leoneses. Giffard, en su portería, prácticamente lamentaba no poder lucirse con toda España esperando de él una nueva gesta. Ni una parada hizo el joven portero francés a la vez que veía como Jaume salvaba al rival al otro lado del campo.
Parecían estar cambiados los papeles como parecían pesarle los minutos con el paso de los mismos a una Cultural que, sin piernas, tiró de corazón. A punto estuvo Luque de ganarlo en la prórroga, pero el larguero repelió el canto de toda la ciudad. A punto estuvo de ganarlo el Valencia, pero entre Giffard y Theresin demostraron que no son jugadores de Tercera y que su presencia en el Caudal de Mieres hasta el año pasado es pura anécdota.
Pero todos los superhéroes tienen su criptonita y la de la Cultural este año son sin duda los penaltis. El Reino celebraba la llegada a la suerte final ajeno a lo que venía siendo la gran piedra en el zapato del camino leonés esta campaña. Los once metros venían siendo una pesadilla y lo fueron un día más, en esta ocasión más injustos que nunca. No hubo tanda de penaltis, lo ganó Jaume en los dos primeros lanzamientos, pero ni mucho menos lo perdió la Cultural. Nada que reprochar, mucho que agradecer y así lo dejó claro el Reino con una ovación llena de orgullo y tristeza preguntándose cuándo se volverán a ver a un paso de unos cuartos de final de Copa. Toca mirar hacia adelante y saber que el fútbol será seguro justo con un equipo que lo merece. El domingo contra el Logroñés empieza la recompensa. De que los 12.000 de las últimas dos semanas sean testigos de ello depende también del éxito. Todos ellos aún no lo saben, pero ayer ganaron los buenos.
Aún no lo saben, pero ganaron los buenos
Contracrónica | Todos los héroes tienen su criptonita y el Valencia llevó a la Cultural a encontrarse en una tanda de penaltis que mezcló la tristeza del Reino con el orgullo por su equipo
30/01/2020
Actualizado a
30/01/2020
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