Bolo: "Si me hubieran preguntado si iba a ser entrenador cuando jugaba, hubiera respondido que no"

Al técnico de la Deportiva, Jon Pérez Bolo, le picó tarde el gusanillo del banquillo, pero ya es historia del club y desea seguir haciéndola

A. Cardenal
26/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
El técnico de la Ponferradina, Jon Pérez Bolo, durante la entrevista concedida a La Nueva Crónica. | A.C.
El técnico de la Ponferradina, Jon Pérez Bolo, durante la entrevista concedida a La Nueva Crónica. | A.C.
La carrera como técnico del héroe que ha devuelto a la Deportiva a la división de plata se fraguó a fuego lento. En 2009, tras más de quince años en la élite, Jon Pérez Bolo, una de las caras visibles de aquel ‘EuroRayo’ que se ganó el corazón de aficionados de todos los rincones de España, colgó las botas y pasó a formar parte de la secretaría técnica del Barakaldo, su último club como futbolista.

Dos años pasaron antes de que le picase el ‘gusanillo’ y probase suerte en el juvenil del Danok Bat, el club en el que dio sus primeras patadas al balón. Allí se produjo el flechazo y el resto es historia, la de un ascenso y una carrera más que prometedora de un técnico que pese al cambio de rol sigue viviendo el fútbol de la única forma que sabe, la que le llevó a codearse con los mejores futbolistas del planeta: una capacidad de trabajo y sacrificio que le hacen capaz de sortear cualquier obstáculo que aparezca en el camino.

–En cinco años ya ha logrado un ascenso a Segunda División B con el Arenas y otro a Segunda con la Deportiva, parece una buena forma de empezar una carrera en los banquillos…
–La verdad es que no me puedo quejar. El primer ascenso con el Arenas fue muy bonito, en mi casa y con el equipo que me dio la oportunidad de entrenar en la categoría senior. Fueron cuatro años preciosos y cuando tomé la decisión de salir del club y de mi zona de confort para asumir nuevos retos profesionales, la Deportiva apostó por mí y en el primer año ya hemos logrado el objetivo.

–Tras más de quince años jugando en la élite, eligió empezar desde abajo. Parece algo poco habitual viendo casos de ex jugadores que nada más colgar las botas ya asumen proyectos importantes.
–Yo lo tenía claro. Cuando colgué las botas en el Barakaldo me ofrecieron unirme a la secretaría técnica y estuve dos años que me vinieron muy bien para ver el fútbol desde la barrera y no desde el terreno de juego. Aprendí muchísimas cosas.

–Repasando tu nómina de ex compañeros, solo en el Rayo aparecen Lopetegui, Míchel, Luis Cembranos... ¿El paso del césped al banquillo es algo natural o hay que tener madera?¿Pensaste que en alguno de esos compañeros había ‘gen’ de entrenador?
–De Julen estaba clarísimo. De Míchel también se intuía. Yo era de los que cuando estaba en activo no pensaba si iba a ser entrenador o no. De hecho, si me hubieran preguntado en esa época hubiera respondido que no, pero después de dejar el fútbol y estar en la secretaría técnica del Barakaldo empezó el cosquilleo, me picaba la curiosidad de mirar el fútbol de diferente forma a como lo miraba cuando era futbolista. Pensé que tenía que probar para ver si podía ser bueno entrenando y una vez que me senté en un banquillo ya supe que mi futuro pasaba por llegar lo más arriba posible.

–¿Qué parte de ese delantero que llegó a ser pichichi de la UEFA en 2001 todavía existe en el Jon Pérez Bolo entrenador?
–Si llegué a ser futbolista profesional tanto años fue por dos razones: humildad y trabajo. Es algo que ha ido conmigo durante toda mi vida y ahora como entrenador es lo que intento inculcar a todos mis equipos. No puedes perder nunca la humildad y hay que trabajar al 100% en los entrenamientos, en los partidos o incluso en casa. Son dos aspectos que me definían como jugador y que son innegociables en mis equipos.

–¿Qué parte de talento y qué parte de trabajo se necesita para triunfar?
–Yo llegué a Lezama con 17 años, una edad bastante avanzada. Cuando entré al vestuario de juveniles, con los que iban a ser mis compañeros, aluciné. Allí estaban Julen Guerrero, Suances, los hermanos Bidaurrazaga... eran mis referentes. Entré sabiendo que era peor que ellos y que todavía me quedaba mucho por mejorar, así que intenté aprender lo máximo. Ese trabajo y esa humildad me sirvieron para llegar al primer equipo. En el mundo del fútbol hay casos de todo tipo. Hay jugadores a los que les sobra calidad, que están dotados de una técnica increíble pero no compiten  y también al revés, gente con menos calidad que a base de trabajo logra llegar al fútbol profesional.

–¿Tiene alguna espina clavada de su etapa como jugador?
–Estoy muy orgulloso de lo que conseguí. Estar más de 15 años como futbolista profesional está al alcance de poca gente. ¿Espinita? Quizá cuando tuve la oportunidad de regresar al Athletic y al final se rompió todo y no pude, pero estoy orgulloso de los equipos en los que he estado y la gente que he conocido, que para mí es lo mejor del fútbol. He tenido la oportunidad de conocer a magníficas personas y entrenadores que hoy son mis amigos.

–Volvamos al presente. El año pasado apuesta por la Ponferradina, que precisamente no venía de vivir sus mejores temporadas, ¿encontró lo que esperaba?
–Cuando decidí no continuar en el Arenas me llamaron varios clubes. Tuve dos reuniones con dos equipos importantes de la categoría y la tercera fue con la Ponferradina. Todas las referencias que tenía eran impresionantes y cuando salí de la reunión mi intención era venir aquí sí o sí. Luego es verdad que tenía que ser el elegido, sabía que había otros aspirantes y que se habían reunido con ellos, pero dejé todo parado a la espera de ser elegido por la Deportiva. Tuve la suerte de serlo y todo lo que hablé con José, Tomás y Eduardo, todo, al 100%, se ha cumplido.

–Fue el elegido y la Deportiva empezó como un tiro. En aquellos primeros meses en los que el equipo se puso líder, desde algunos sectores e incluso algunos rivales pensaban en la Deportiva solo como un equipo defensivo que se iba a terminar desinflando. ¿Esa falta de respeto jugó a favor?
–Al principio de temporada no se nos tenía tanto respeto y sorprendimos a todos con nuestra forma de jugar. Pasados los meses todo cambió, sabían lo que era la Ponferradina, que volvía a ser un equipo fuerte, un equipo que iba a estar arriba y nos empezaron a tener más respeto. Llegó una época en la que nos costó sacar los partidos adelante, necesitábamos reinventarnos y cambiar nuestra forma de jugar porque los rivales también habían cambiado la forma de enfrentarnos, pero supimos hacerlo y llegamos al final con un gran nivel de juego y resultados.

–Desde 2014 ningún entrenador había durado más de una temporada en la Deportiva. Teniendo en cuenta que ya en el Arenas apostó por un proyecto a largo plazo, ¿cómo se sobrevive en un fútbol actual tan cortoplacista?¿Hay hueco para un nuevo Ferguson o un nuevo Wenger?
–Yo creo en ello. Soy una persona muy sentimental y lo tenía muy claro: independientemente de haber ascendido o no sabía que iba a continuar. Me hubiera dado igual que me hubieran llamado de otros sitios. Ahora mismo firmaría estar aquí muchos años, pero en el fútbol nunca se sabe lo que va a pasar mañana.

–¿Qué espera del debut en la categoría?
–Soy un novato como entrenador, pero la he vivido como jugador y es una Liga muy competida, muy larga, con grandísimos equipos y en la que cada año hay rivales más duros. Partimos con una premisa muy clara: hay que disfrutar. Vamos a trabajar a tope y a estar ilusionados desde el primer momento y ya veremos hasta donde somos capaces de llegar. Cuanto más disfrutemos y más unión haya en el vestuario y con la afición, más fáciles van a ser las cosas, tenemos muy cerca el ejemplo del año pasado.

–Parece claro que el objetivo es la permanencia e ir más allá puede suponer levantar los pies del suelo, pero viendo casos recientes como los de Mallorca, Eibar o Leganés, ¿en Segunda nada es previsible?
–Si coges la clasificación al principio de temporada y los nombres, la mayoría de la gente siempre pondría a los grandes en las primeras posiciones, pero al final el fútbol pone a cada uno en su sitio. Nosotros ahora mismo estamos centrados en llegar de la mejor manera posible a Cádiz, ganar y conseguir los primeros puntos. Para un recién ascendido hablar de dónde va a estar en mayo o junio es un error. Hay que disfrutar del camino, en trabajo y ambición no nos puede ganar nadie.

–Julio ha sido intenso y con muchos movimientos: Buenacasa, Russo, Nacho Gil… La apuesta por la juventud parece clara...
–Sabemos el perfil de jugador que queremos. De momento ha llegado gente joven, con hambre y con ganas de seguir creciendo. Estamos muy contentos de que hayan elegido la Ponferradina para crecer porque el club también quiere ir a más. Todavía tienen que llegar más jugadores y el perfil va a ser parecido. Nuestro ‘ADN’ es la ilusión y el trabajo y eso lo lleva la gente joven, es lo que queremos.

–Teniendo en cuenta esa apuesta por juventud y su conexión con Lezama, ¿la Deportiva explotará esa vía?
–De momento están haciendo la pretemporada. Hay algún jugador que puede salir pero hasta que no sepamos al 100% quién sale no valoraremos nada. Si es interesante para la Deportiva tiraremos de teléfono y llamaremos, pero ellos también tienen que elegirnos a nosotros. Nuestro trabajo es estar atentos a lo que salga de Lezama, de Valdebebas o de donde sea.

–¿Es el sueño del Bolo entrenador sentarse algún día en el banquillo del Athletic?
–Si esa pregunta se la haces a cualquiera que haya estado en Lezama, que haya sido futbolista y que ahora mismo se dedique a entrenar, está claro que te va a contestar que sería una ilusión muy grande y yo no soy diferente. Sería bonito poder defender al Athletic, pero para eso hay que hacer muchos méritos. En el futuro ya veremos si los méritos de Bolo llegan para sentarse en un banquillo tan importante.
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