Daniel estaba en el Hospital de León esperando a que le amputaran la pierna que le quedaba, ya le habían tenido que amputar la otra. A su lado una mujer a la que también tenían que amputar una lloraba. "No llores mujer, que a mi me quitan las dos. Pero te digo una cosa, con una y la prótesis jugaba a fútbol sala y ahora, sin las dos, te voy a llevar a bailar en las fiestas de mi pueblo, Corcos. Tú con una haces virguerías".
Ese era Daniel, del de Corcos, uno de los 17 hijos de Asunción y Danielón. Contra todo pronóstico, el optimismo hecho paisano.
Daniel disputaba el corro de Sahechores, contra un rival duro, y sacó una de esas medianas "made in Cerezal", puro espectáculo, se levantó y se iba del corro. Le llamó el árbitro: "Aún te falta otra caída", le dijo, y el irrepetible Daniel le dijo con una sonrisa: "Que gane él, que yo lo que tenía que hacer ya lo hice. Mira las caras de felicidad del público". Su hermano Felipe le convenció para que siguiera.
Ese era Daniel, un luchador de una saga que entendía este deporte de otra manera, una forma de disfrutar y, sobre todo, hacer disfrutar.
Ibas a ver a Daniel, porque te habían dicho que a perder las piernas se le habían sumado otras ‘catástrofes’ de salud, y salía en la silla de ruedas, "pasa, pasa, madre, prepare un café".
- ¿Cómo estás?
- ¿Tú dónde habías quedado en las desgracias?
- En que igual te amputaban la otra pierna.
- Ya me la amputaron, pero me hice bien a la prótesis. Y antes de la segunda pierna también tuvieron que amputarme varios dedos de la mano. También me tuvieron que trasplantar el riñón, de lo mismo, y me ha dado algún infarto, ictus de esos, pero hay que seguir. Primero luchaba en los corros, ahora lucho en la vida.
- ¿Cuántos años llevas así?
- Pues treinta y tantos (era en 2.022). Después de la mili empezó todo.
Ese "todo" es un largo calvario que solo alguien tan duro y vital como él podría soportar. "Dicen que era un virus o una bacteria a no sé qué leches, el caso es que me va comiendo y no hay manera de pararla. Estuve ingresado en hospitales de Zaragoza, de León, de Santander... y esto no hay dios que lo pare, sigue comiendo por mí, pero yo no me voy a rendir".
Regresó a casa con su madre, Asunción, dura como él, supermadre, fallecida en 2023. Codo con codo frente a la vida. Increíblemente alegre, ¿qué quieres, que encima llore?, vitalista, acudía a unos cuantos corros de lucha para ver a su hijo Rubén, digno heredero de la sangre Cerezal, fuerte, callado... que cuando ganaba iba a sentarse al lado de su padre pero no decía nada: "A ver si gana lo que yo no pude ganar...".
No ganó corros pero sí se ganó el cariño de los aficionados, el recuerdo de su forma de ser y estar, es uno de los tipos por los que más veces se preguntaba o se recordaba alguna de aquellas caídas que hacía feliz a los aficionados.
- ¿Te acuerdas aquella que le diste a Ernesto?; le preguntaban en el corro de La Mata en el que su hijo fue finalista (creo que era Fernando Getino quien e recordaba la caída).
- ¿Qué si me acuerdo? Fue en el corro del millón de Argovejo, aquel día que si lo ganaba él había un millón de pesetas... le trabé, sonó el suelo, pero era duro, se levantó y me zurró la badana.
Y a sus palabras seguía una carcajada y un gesto de felicidad al recordar aquellos combates en los que su felicidad, su premio, era ver la cara de satisfacción de los aficionados.
Jamás bajó los brazos. Hay unas imágenes de hace tan solo unos días cortando leña desde su silla de ruedas, en Corcos. Pero el lunes tuvo otra de esas sacudidas de ese bicho que le iba comiendo por dentro, un nuevo disparo cargado de injusticia a su vapuleado corazón y esta vez ya no pudo ser, con tan solo 61 años Daniel se fue.
No tengo datos, tan solo es una teoría muy personal, pero sabiendo que Asunción, su madre, ya está del otro lado bajó la guardia para ir con ella. Otra vez.
Descansa en paz, Daniel. Nadie como tú se lo ha ganado.