Fallece la última leyenda viva de los viejos aluches, Cayo de Celis ‘Cayuso’, de Villaobispo

El luchador leonés, que ha fallecido a los 88 años, está considerado uno de los mejores de la historia y el más seguro

15/08/2024
 Actualizado a 18/08/2024
Cayo de Celis en dos etapas bien diferentes de su vida; en su época de poderoso luchador (a la izquierda) y en el último cumpleaños que celebró con los suyos, 88 años.
Cayo de Celis en dos etapas bien diferentes de su vida; en su época de poderoso luchador (a la izquierda) y en el último cumpleaños que celebró con los suyos, 88 años.

Ya hacía tres años que a Cayo de Celis, el gran Cayuso, se le había apagado esa chispa que le brillaba en los ojos cuando escuchaba la palabra aluches. Ya hacia esos meses que no acudía a los corros y sentado en la grada, en voz baja, avisaba: «Le va a trancar, se está acercando demasiado». Y es que Cayo veía venir las mañas y seguía pensando qué hubiera hecho él, que siempre era lo más apropiado y por eso se ganó justa fama de haber sido el luchador más seguro de todos los tiempos. 

Nunca faltó su nombre en el eterno debate del mejor luchador de siempre, nadie se atrevía a no citarlo entre un selecto ramillete de nombres. Pero cuando había que hablar del más seguro... Cayo. Cuando había que recordar a los que «metían miedo en pesados» siendo de ligeros, como decía Benitín el de Las Salas, ahí estaba Cayo. Con El Sastrín, que es mucho decir.

Pero este domingo, unas horas antes de comenzar el corro de Prioro, donde se casó su hija Ester y donde él disfrutó tanto, se le apagó definitivamente la tenue luz que le quedaba en sus ojos. La lucha leonesa acababa de perder «a la última leyenda viva» de los viejos aluches. Porque en el santoral de la lucha hay excelentes luchadores, realmente grandes, pero hay unos pocos adornados con el aroma de las leyendas, fruto de sus hazañas en tiempos heroicos, fruto de las historias que corrían de boca en boca: El Molinero de Garrafe, El Pastor de Prioro, El Sastrín, El Cojo, los de Carbajosa, Nano... y Felipe y Cayo

Felipe se fue hace unos meses. Ahora lo hace Cayo, aquel compañero/rival que iban juntos a luchar en moto, se pegaban una paliza y volvían juntos en la misma moto. Cayo ya no lloró la muerte de Felipe, su memoria de iba borrando. Ahora lo podrán hablar juntos. 

En todas las selecciones de la época estaba Cayuso, con Emiliano, Felipe y Frumencio.
En todas las selecciones de la época estaba Cayuso, con Patricio, Felipe y Frumencio.

La biografía de Cayo es la historia de una verdadera pasión por la lucha, desde niño, como él mismo recordaba con frecuencia. «Con siete u ocho años ya andaba todo el día entrampado entre las piernas de los que iban a luchar a la era de mi pueblo, Villaobispo». Y con 13 ó 14 ya completó una gesta que siempre contaba como la victoria más dulce de su vida: «Fui a Villiguer, allí no me conocía nadie y me miraban como con pena. Empecé a tirar a todos los de la comarca, hasta 19. Aquel mazapán que me dieron creo que es el que me supo más dulce de toda mi vida deportiva... Y también me dieron 25 pesetas, que me parecieron un dineral, era un niño».

Tanto que para participar en su primer Provincial, con 15 años, tuvo que suplantar a otro luchador de su pueblo, Salvador, que se había clasificado pero estaba enfermo. «Al final tuve que aclarar la situación pues los de la zona sabían que no era Salvador».

En su peso, ligeros, no tuvo rival. Nunca se atrevía a aventurar los corros que habría ganado, pero bastantes más de cien, seguro, pese a que no luchó tantos años como el resto de luchadores de su generación. Las reseñas de los periódicos son machaconas: «Cayo vence en ligeros». Pero a Cayo le gustaba disputar el Cinto de Honor a los de pesados (no había más pesos) y no fueron pocas las veces que lo ganó. Su técnica, su habilidad, su saber colocarse, su espíritu competitivo eran un aval incuestionable. Alguna vez se apuntaba directamente en pesados para no enfrentarse a su hermano Pepín, fallecido muy joven en un accidente de camión. «Era muy bueno, pero todo lo contrario a mí; él daba la vida por dar una maña espectacular aunque perdiera. Tenía espíritu de artista, fue torero», recordaba Cayo con un gesto a medio camino entre la pena y una sonrisa.

Cayo con su hermano Pepín de Celis, con su gran rival de la época y amigo, Felipe León ‘El Mago’, y luchando con Juan Díaz, El Molinero.
Cayo con su hermano Pepín de Celis, con su gran rival y amigo, Felipe León ‘El Mago’, y con Juan Díaz, El Molinero.

Pudo ganar mucho más, lo que ocurrió es que Cayo se fue a vivir a Francia y su presencia en los corros disminuyó mucho, aunque en el país vecino practicaba todo tipo de luchas con excelentes resultados, como lo prueban las medallas que en su casa se mezclan con los cintos de Campeón Provincial, trofeos clásicos y otros singulares, como una pluma Parker que ganó en Lillo. En un recuento para un reportaje en Proa acumulaba en su casa 113 trofeos… y aún luchó algunos años más. En Francia también adquirió fama, hasta el punto que en las reseñas de prensa aparecía como ‘El Gento’ español, en aquellos años en los que triunfaba por los campos de fútbol el famoso extremo izquierdo español y cuando él jugaba a fútbol, que no se le daba mal, lo hacía de extremo izquierdo.

Su tremenda afición propició que cuando regresaba en vacaciones siguiera saltando a los corros, hasta los 44 años, pero eran unas pocas semanas. «Todavía me dan ganas algunas veces», bromeaba en los corros de los últimos años en los que acudió con asiduidad, antes de enfermar. Uno de sus alumnos, Javier Oblanca, que siempre habla del privilegio de haber podido agarrarse con él entrenando y, sobre todo, de escucharle, cuando Cayo decía eso de «me dan ganas…» él remataba: «Ojo como salga». 

Ya no va a ser posible. Se apagó la leyenda. La última leyenda. 

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