La lucha en Liegos, la villa de Liegos insisten sus vecinos, tiene otro sabor. Antiguo tal vez, con linimento de deporte pero el del tío del bigote, Sloan, el clásico. Es un pueblo ajeno a la ola de calor, con celebración en lunes o lo que toque, pensado para los comarcanos y las conversaciones, una especie de corro/filandón lleno de recuerdos, de aquel Club San Pelayo que recuperó esta cita hace más de 20 años, cuando el histórico Amancio les daba gimnasia en la era y Miguelín en la grada definía en una palabra cada lance del combate. Se pasaba en la villa el ecuador del maratón, el tercero de los cinco consecutivos, lo que va abriendo el 'camino del desguace', es decir las inevitables mancaduras y derivados. Aunque ya se sabe que también influye que es fin de semana de fiestas y celebraciones, que se lo pregunten, por ejemplo, a Chelín y Alberto del Cojo, que algo saben de cómo fue la diana de Carande.
David Riaño vuelve a la victoria
No faltaba casi nadie en ligeros, aunque un lesionado sufrió mucho en la grada, Fran, ya que la lucha llegaba a su casa pues no en vano su nombre de luchador es El Último Pelayo... de Liegos. Entre los que sí estaban había dos que concitaban las miradas: El líder, David Riaño, y el ganador de los últimos corros, Víctor Llamazares. El bombo quiso que se vieran a las primeras de cambio con lo que el combate adquiría una dimensión más importante pues el perdedor se queda fuera de 'los puntos' importantes. Se notó. Se estudiaron, se tantearon y llegaron al final del tiempo sin puntuar. El medio minuto definitivo era medio minuto de tensión... Y lo fue. Nuevamente se tantearon y cuando se acercaba el pitido abrieron la caja de los truenos, se engancharon y marcharon de cabeza, muy ‘paralelos’ en una caída que Bulnes vio clara como media de David.
- ¿Cómo lo viste?; preguntaban desde la grada.
- Es de esas caídas que valen para todo; diría Miguelín.
Parecía el camino ‘libre’ para David y Riaño hizo bueno el trabajo ya realizado, sin dar opciones, tampoco en la final a un Jesús Martínez que volvió a meterse en una final pero la lucha sigue sin pagarle el corro que le debe. Y David retomó la senda de la victoria que le asienta en el liderato.
Carlos, muy bien... hasta Adri
En medios hay un nombre, Adri, pero él mismo explica que "ya llevo tres tropiezos", es decir, tres derrotas. Parece que no quiere más, al menos esa impresión dio ante la contundencia con la que derrotó a otro de los aspirantes, el berciano Jorge Iglesias. Por la otra calle caminó, por un camino lleno de espinas por cierto, Carlos el de Velilla de la Reina. Tuvo que derrotar a Samuel y después a Chelín, con el que ofreció un combate a cara de perro en el que estuvieron a caída y media. De cara a la final Carlos temía "tener que me saque arriba" y Adri le decía "a ver si dejas agarrar que eres un perro". La cosa era broma, son maestro y alumno y saben de sus armas. Después el maestro, Adri, se mostró como tal y le regaló un fulminante garabito nada más agarrarse para rematar después.
David Riaño derrotó a Víctor Llamazares en la fase previa y se asienta como líder de la categoría
Pedro huele a Uco
En semipesados hubo noticia, que Rodri le dio una entera a Tomasuco. Ya se que finalmente perdió La Perla pero el estado de forma del ‘comandante Uco’ hace que ya sea noticia la bella cadrilada del de Prioro que hizo pensar en si tendría el día 'en perla'. Llevó además un golpe Tomás en la cabeza, pero miró al cielo, tomó aire, se rearmó y solventó el trago que completaba otro combate de arte ante un Arce que dice haberse cansado de pasar aire y se va a quedar en semipesados. Un remate a vueltas de Uco abrió la puerta del arte que completó remontando ante Rodri.Y si Tomasuco huele a victoria... Pedro Alvarado, El Kamikaze, huele cada día más a Uco, es decir, a victoria con dominio. Ayer l volvió a hacer con solvencia. Se midió en la semifinal al otro aspirante, Victor J. (Unai sigue desaparecido), y había interés en ver qué ocurría ante El Canario todavía con gasolina y motivado después del oro en Cerdeña. No hubo color, como él mismo reconocía; y tampoco pudo plantarle cara en la final un Álvaro Quiñones que había llegado a ella con dos victorias sobre la bocina. Y Pedro volvió a sonreír con esa cara de niño malo que huele a campeón sin renunciar a su forma de hacer... y ser.