Los de Manolo Díaz fueran una caricatura. No hubo nada a lo que agarrarse, aunque el desastre se fraguó, una vez más, en una defensa que pide a gritos una revolución. Incluso Alan Baró y Casado, los más regulares hasta la fecha, se contagiaron de la falta de contundencia de Lolo Pavón y el descenso a los infiernos de Ignasi Miquel, a años de luz del jugador que impresionó durante los primeros partidos de la temporada.
El castillo de naipes tardó muy poco en desmoronarse. Mata abrió la lata. El ariete, ignorado por los tres centrales, remató a placer y dio el pistoletazo de salida a una serie de catastróficas desdichas.
No por nueva fue menos alarmante la falta de autoridad de Santamaría en el juego aéreo. El cancerbero navarro volvió a presumir de reflejos volando para evitar el gol de Jairo poco antes del primer tanto de los catalanes, pero su reducida influencia ante balones colgados volvió a ser clave.
Lo demuestra el doblete de Kiko Olivas, que nunca lo tuvo tan fácil. En el primero solo tuvo que poner la cabeza para remachar en boca de gol una prolongación desde el segundo palo. En el tercero, de nuevo en el área pequeña, remató a placer ante la pasividad generalizada de los bercianos.
Con el partido sentenciado y casi media hora de partido por delante, la tragedia pudo ser mucho mayor. El Girona se agazapó dispuesta a hacer sangre al contragolpe. Solo acertó una estocada. Jairo aprovechó el desorden de una Deportiva que buscó, casi por inercia, un gol que maquillara el resultado para marcar el cuarto.
Sin el espíritu de Palamós
Manolo Díaz avisaba el viernes que había que buscar soluciones para recuperar el rumbo y apostó por la defensa de cinco que tan buen resultado dio en Palamós. ¿El objetivo? Camuflar defectos, potenciar virtudes. Al Girona le costó menos creerse su disfraz. Ya fuera por ambición o para no meterse en problemas, fueron los rojiblancos, más acostumbrados a un sistema que les sacó del atolladero en el último tramo de la 2013/2014 y les acercó al cielo el pasado curso, los que llevaron la voz cantante en el arranque del partido.
Fue un dominio estéril. Ni Casado, ni Adán Gurdiel tuvieron el protagonismo esperado en la parcela ofensiva. Tampoco el centro del campo consiguió domar el empuje de los de Pablo Machín, pero un par de detalles de Basha y Acorán bastaban para dejar patente que los bercianos, con muy poco, eran capaces de sembrar el pánico. El primer aviso llegó en el ecuador de la primera mitad. El extremo recogía un balón suelto en la banda, se adentraba en un mar de piernas y filtraba un pase para Djordjevic, que lento en la reacción veía como Lejeune le rebañaba la pelota cuando se quedaba cara a cara con Becerra.
Fue un espejismo. Cuando parecía que los de Manolo Díaz empezaban a apaciguar el empuje local, ‘hara-kiri’ y a remar contracorriente. Aday sentó a Casado y su centro lo remató totalmente libre de marca Mata, que aprovechaba el enésimo fallo defensivo de la zaga esta temporada. Tampoco acompañó la suerte. Acorán pudo cambiar la película, pero su disparo lo escupió el palo y mantuvo al Girona por delante al descanso.
No por nueva fue menos alarmante la falta de autoridad de Santamaría en el juego aéreo, su reducida influencia ante balones colgados fue clave
La Deportiva volvía de los vestuarios sin Pavón y con Yuri, recuperando el dibujo táctico habitual. Con el brasileño, el equipo ganó en mordiente, pero el problema seguía estando metros atrás. Kiko Olivas encarrilaba el partido en un nuevo desbarajuste a balón parado y el poste repelía un disparo de Yuri para evitar que los bercianos cogieran aire.
Tras la ocasión del ‘pichichi’ blanquiazul el equipo se desdibujó por completo. Olivas, oportunista, sentenciaba el choque aprovechando la apatía defensiva de los de Manolo Díaz y Jairo, a un cuarto de hora del final, daba la puntilla con el definitivo 4-0 que deja a la Deportiva, por primera vez en lo que va de curso, más lejos de la zona de ‘playoff’ -ocho puntos menos que el Alcorcón- que de la zona de descenso -seis puntos más que el Mallorca- y la sensación de que ni jugadores ni cuerpo técnico terminan de dar con la tecla para recuperar las buenas sensaciones.