Sin embargo llegó noviembre y todo se nubló. A pesar de la victoria ante un mermado Osasuna (0-1), los blanquiazules parecían perder todo atisbo de seguridad defensiva y encadenaron una racha de cinco partidos consecutivos encajando al menos un gol, incluyendo los cuatro tantos recibidos en La Romareda o los encajados ante el Barcelona B en el partido en el que más peligro la imbatibilidad del Toralín.
Esta inseguridad atrás se agudizaba todavía más a domicilio, donde la apuesta por el fútbol de ataque se traducía en una sangría de goles que Manolo Díaz era incapaz de frenar. Pero le sentó bien el parón navideño a la Deportiva, que volvía a la competición en el Anxo Carro y sumaba un empate agridulce por la ocasión marrada por Sobrino en el descuento, pero con la sensación de que los blanquiazules por fin habían dado con la tecla fuera de casa. La fórmula es simple: líneas muy juntas, con los mediocentros casi codo con codo con los centrales cuando el rival empieza jugada y en ataque buscar a Acorán y Rubén Sobrino.
Y es que todo apunta a que el canterano madridista va a ser muy importante en esta segunda vuelta, especialmente en los partidos como visitante, donde la velocidad y verticalidad del delantero es una pesadilla para las defensas rivales. Además, el castellano manchego ha encontrado un aliado de lujo en Acorán. El extremo está viviendo una segunda juventud en estos primeros compases de 2015, un buen rendimiento que le ha valido para que el club inicie las negociaciones para su renovación. Si ante el Alcorcón era el canario el que marcaba el gol de la Deportiva finalizando un gran contraataque conducido por Sobrino, ante el Tenerife se cambiaron los papeles. ¿El resultado? El mismo. Los blanquiazules se ponían por delante en el marcador y dejaban atrás aquella imagen de equipo endeble e inofensivo que se transformaba al salir del Toralín.