La pesca de la trucha durante el verano

Durante el verano las aguas poco profundas de los rios y embalses aumentan su temperatura provocando que las truchas se protejan en aguas profundas

Rodrigo Prado Núñez
30/06/2023
 Actualizado a 30/06/2023
Pescando a mosca en el río Porma. | R.P.N.
Pescando a mosca en el río Porma. | R.P.N.
Llegó el verano, con la complicidad del buen tiempo y las vacaciones, es la época en la que muchos pescadores de todas las comunidades y de otros países, especialmente franceses y portugueses eligen nuestros ríos para vacacionar pescando. Aquí la pesca es algo más que un deporte, es una tradición que ha adquirido una progresiva importancia turística. Son muchos los pescadores que se desplazan a León para pescar nuestros famosos ríos; Esla, Porma, Sil, Cea y Órbigo, que junto a sus afluentes moldean grandes corrientes de agua llenas de biodiversidad. Son aficionados que vienen de otras provincias y de otros países para disfrutar de nuestros ríos.

Además de elegir el río y la zona de pesca también es conveniente acertar con el mejor momento del día para practicar esta actividad. En relación a esto, los mejores periodos son el alba y el ocaso, dos momentos mágicos para la pesca a mosca. Cuando llega el verano, con las altas temperaturas y los bajos caudales, los peces reducen su actividad, la pesca de la trucha cambia de horario y su practica se limita a los períodos de más penumbra del día, el amanecer y el atardecer. En estos intervalos de tiempo, la temperatura del agua empieza a disminuir y los peces vuelven a su actividad, desplazándose hacia las capas más superficiales.

A esos períodos de mañana y tarde cuando el río toma vida, los insectos ocupan ese fresco espacio y las truchas se activan en busca de su alimento preferido, los aficionados a la pesca les denominamos “pescar al sereno”. Los serenos siempre tienen algo especial que, al pescador más deportivo, le transmiten esas sensaciones de placer y bienestar que va buscando al río, no se trata simplemente de capturar peces, si no también de disfrutar con el contacto de la naturaleza. El sereno tiene algo especial que hace que el pescador se le olviden las prisas y perciba con más intensidad todo lo que el río le ofrece.

El sereno de mañana, cuando la naturaleza se empieza a desperezar, es uno de los momentos más placidos para el deporte de la pesca, el silencio invade un río encantado que nos ofrece su generosidad, y las truchas, mientras el sol se inventa el amanecer, comienzan a desarrollar su actividad y es entonces que las posibilidades de pescarlas aumentan considerablemente. Un buen sereno de mañana, a mosca seca o ahogada, puede resultar francamente emocionante, toda nuestra atención se centra en esa mosca que baja suavemente por la corriente del río y esperamos impacientes a esa trucha que la va a tomar con avidez.

Luego, poco a poco, según el sol vuelve a rebrillar las truchas se ocultarán, en sus refugios naturales, de la luz y los depredadores.
El sereno del atardecer es, con toda seguridad, el momento más pretendido por los pescadores. Ese período, en que el sol nos dice adiós regalándonos un cielo rojizo, coincide casi siempre con la mayor actividad de los peces provocada por esas eclosiones tardías de los insectos acuáticos que invaden el río. Las truchas, que durante el día habían permanecido protegidas del calor, salen ahora al frescor del atardecer para alimentarse de todo aquello que se mueve por la superficie del agua.
El pescador aprovecha ese período para presentar sus moscas a unas truchas confiadas y que harán que esos momentos sean inolvidables. Unas saltonas en la pesca a leonesa o un tricóptero en mosca seca, pueden hacer de ese tiempo de pesca una fiesta. En esos minutos de gozo, cuando las sombras se apoderan del río, hay que evitar los enredos a toda costa, porque la falta de luz nos complicaría muy mucho el rehacer un aparejo con ciertas garantías.
Tenemos que tener en cuente que el artículo 58 de la Ley 9/2013 limita la practica de la pesca al periodo comprendido desde una hora antes de la salida del sol hasta una hora después de su puesta.

El mimetismo de la trucha

En el mundo acuático, donde la vida y la muerte es una selección natural, la supervivencia depende de pequeños detalles y el pasar desapercibido juega uno de los papeles más importantes.

Con las calurosas tardes de verano la pesca de la trucha se convierte cada vez en una tarea más complicada





El agua actúa de filtro, de espejo y distorsiona las imágenes lo que hace más fácil el camuflaje de los peces. A veces, la viveza y la agilidad, no es suficiente protección para la trucha, que como depredador que es tiende a ocultarse para sorprender a sus victimas y esta situación le sirve al mismo tiempo para defenderse de sus enemigos que son muchos. El mimetismo de la trucha, para que sea eficaz, pasa por su inmovilidad para no romper la armonía del entorno haciéndose invisible para los ojos de sus depredadores.
Los pescadores estamos acostumbrados al mimetismo de las truchas y así es que notamos la diferencia de color dependiendo del lugar que la pesquemos, ellas nos muestran siempre esa especial habilidad para confundirse con el ambiente que les rodea.
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