Leganés 3 - 0 Ponferradina: 'El primero de los perdedores'

La Deportiva cayó goleada en casa del líder en un partido que salió a no perder y terminó perdiendo cuando lo intentó ganar

Alejandro Cardenal
23/04/2016
 Actualizado a 01/09/2019
Andy trata de robar un balón en Butarque. | LALIGA
Andy trata de robar un balón en Butarque. | LALIGA
Decía Ayrton Senna que el segundo era el primero de los perdedores. Los brasileños nunca han llevado demasiado bien aquello de ser la sombra de nadie y para bien o para mal, siempre han preferido el órdago a la retirada.

Buena falta le haría a la Ponferradina la ambición carioca. El conjunto berciano cayó en casa del líder (3-0) en un partido que salió dispuesto a no perder y terminó perdiendo cuando lo intentó ganar. En Butarque se vieron dos Deportivas; en la primera parte apareció la vieja conocida como visitante, la más rácana y conformista que murió con el tanto de Omar; en la segunda, con el marcador ya en contra y el vértigo de los madrileños como aliado, el conjunto berciano sí fue a por el partido, pero ni Jebor ni Andy, desde los once metros, encontraron el camino del gol. Sí lo encontró Rubén Peña, que le puso la puntilla a una Deportiva, que en caso de que el Almería tumbe al colista en su estadio, caerá a puestos de descenso.

Cambio de fichas sin resultados


A grandes males, grandes remedios. Cinco cambios introdujo Fabri respecto al once que se estrelló ante el Almería. Esta vez el lucense no anduvo con experimentos. Alan Baró regresó al eje de la zaga en sustitución del sancionado Miquel y el defenestrado Lolo Pavón. También Andy volvió a su hábitat natural para recuperar, junto a Jonathan Ruiz, la dupla que tan bien funcionó la temporada pasada, dejando el enganche a Melero, ausente el pasado domingo por acumulación de tarjetas. Completaron el ‘repóker’ de novedades Caiado y Antón, una pareja de extremos de circunstancias en busca de sorprender a un líder que salió con toda la artillería.

Senna decía que el segundo era el primero de los perdedores. Buena falta le haría a la Deportiva la ambición del carioca. Los bercianos salieron a no perder y perdieron cuando intentaron ganar

Los remedios no fueron más allá del simple cambio de fichas. No varió la propuesta. El conjunto berciano renunció al balón y confió toda su producción ofensiva a las eternas cabalgadas de Jebor, un recurso condenado al fracaso con el liberiano iniciando la arrancada en campo propio.

Al Leganés no le amedrentó el autobús. Los de Garitano, acostumbrados ya al encierro del rival de turno, encontrar muy rápidos los huecos en la muralla de carne de Fabri.

Irónicamente, la acumulación de efectivos fue de todo menos efectiva. En apenas quince minutos el poste primero y Santamaría después ya habían hecho acto de presencia para evitar que los pepineros abrieran la lata a las primeras de cambio. El guardameta volvió a ser de los pocos que esquivaron el suspenso generalizado (ágil, como siempre, y relativamente solvente en los balones aéreos, su talón de Aquiles), pero solo pospuso lo inevitable, el gol era cuestión de tiempo.

Y es que ya lo dice el refranero popular, tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe. Los bercianos hicieron equilibrios en la cuerda floja, pero finalmente fue Omar el que quebraba el botijo el tras una excelente triangulación del conjunto blanquiazul en la frontal.

Castigo de mal estudiante


Butarque barruntaba una goleada que acabaría llegando, pero de forma muy diferente a la esperada. La salida de Luka Djorjdevic cambió la cara de una Deportiva que por primera vez intentó poner fin al monólogo local y mirar hacia la portería de Serantes. El montenegrino estuvo en todas, provocó dos penaltis, uno que no vio Piñeiro Crespo y otro que sí señaló poco después de que Rubén Peña dejara el partido visto para sentencia.

Pero ni de penalti. Andy engaño ‘demasiado’ a Serantes y ni siquiera dirigió el balón entre los tres palos. No mucho más acertado estuvo Jebor. El liberiano, en área pequeña y con el portero batido, mando fuera un servicio milimétrico de Casado que hubiera recortado distancias en el marcador.

Con los de Fabri desesperados en busca de un gol que les devolviera la fe, llegó el mazazo definitivo, el segundo de Rubén Peña, mientras Piñeiro miraba ya de reojo el reloj, un castigo por mal estudiante a una Deportiva que desperdició cuarenta y cinco minutos y solo trató de aprobar a última hora.
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