Los cuentos de los aluches

Las historias y leyendas de la lucha han estado presentes en diversos textos de nuestra literatura, menos de los esperados

Fulgencio Fernández
17/10/2020
 Actualizado a 17/10/2020
No solo en libros, capiteles, crónicas o relatos se perpetúa la historia de la lucha, también en vidrieras. | BARREÑADA
No solo en libros, capiteles, crónicas o relatos se perpetúa la historia de la lucha, también en vidrieras. | BARREÑADA
«¡Corro! ¡Corro! ¡Atrás he dicho! gritaba furioso el tío Santiago recorriendo de parte a parte la pradera, ¡corro! Y el eco de su furor lo interpretaba de maravilla su flexible vara de avellano, que silbaba primero estridente al cortar el aire, y restallaba luego seca contra la ruda pana que vestían los espectadores. ¡Atrás, recoimes, atrás! Y cerraba los ojos para no ver a quien daba, sacudía sin contemplaciones a chicos y a grandes y a autorizados.

Apenas había comenzado la luche y el público, cautivado de interés, iba cerrando sin fijarse el círculo».

Así empezaba un corro de lucha leonesa hace siglo y medio en cualquier pueblo con afición. Lo primero era «hacer corro», que en cada pueblo había un encargado, en este caso tío Santiago, que no se andaba con remilgos, con su vara y, en ocasiones, con ortigas.

«El eco de su furor al hacer corro lo interpretaba su flexible vara de avellano, que silbaba al cortar el aire» Una historia que muchas veces nos llega por tradición oral y en esta ocasión tenemos la suerte de que quedó perpetuada en las páginas de un libro que hace una descripción fiel y realista de cada paso de un corro de lucha. «En verano se agarraban junto a la tenada del tío Francisco y allí sobre la paja que cubría el suelo desarrollaban sus tiernos músculos con esperanzas de sentarse un día triunfadores en corros de altura», decía de los sueños de ser luchador de aquellos casi niños que, con el tiempo,lo serían. «Máximo era fornido, moreno, con músculos de acero y Agustín era ágil, delgado...».

Estos textos pertenecen a un libro ‘de obligado cumplimiento’ para los aficionados a la lucha leonesa: ‘La luche leonesa a imitación de Homero’, de Ángel Tejerina Díez, SJ.Su autor fue un fraile jesuita que era hijo de un excelente luchador de las primeras décadas del siglo XX, Gerardo Tejerina, y hermano de luchadores, entre los que Pepe gozó de gran prestigio en aquella montaña del valle de Dueñas, Crémenes, Las Salas...

«Al ver a su compañero en tierra se descalzaba. Tiraban al hermano, salía el  hermano si no lo tenía, salía el primo» Un texto realista que sigue con una minuciosa descripción del corro. «Se advierte además —clamó el tío Santiago en tono campanudo— que el domingo subiremos a Riaño para ganar a los de la Ribera. ¡Sí, para ganarlos! Porque es una vergüenza que se haya llevado el premio un ribereño en cuatro desafíos seguidos».

Cierto que este libro muestra una excelente descripción de un corro de lucia leonesa antigua; pero no habían sido excesivos los textos dedicados a este deporte leonés aunque tampoco tan exiguos como se había creído. En uno de los trabajos «paralelos», hijos de la tesis doctoral de José Antonio Robles, El Elegante de Campohermoso,recoge prácticamente todos los existentes hasta aquel momento (año 2002) en su volumen ‘El deporte de los aluches en la literatura leonesa. Antología y estudio recopilatorio de textos desconocidos’, un impagable trabajo en el que la lucha documenta su presencia en la literatura, aunque a veces de manera tangencial.

Allí documenta la presencia de la lucha en autores que no habríamos imaginado, como Antonio de Torquemada y Jorge de Montemayor. «De otras cosas de que los pastores nos preciamos, como son tañer, cantar, luchar, jugar al callado...», la verdad, como llegó hasta hace cuatro días, la lucha acompañada del rabel y otros juegos de pastores. No podía faltar referencia en un clásico de nuestra literatura y nuestra tierra de lucha, ‘El León de España’, de Pedro de la Vezilla Castellanos, bien es cierto que en un texto farragosa en el que hay que ir expurgando historias como la de La Bella Polma, el Capitán Curienno... donde están nuestros ríos luchísticos por excelencia. «Doblan los cuerpos y los brazos tienden, / con movimientos de compás seguro / (...) Tropezando tocó la espalda en tierra».

Pedro de la Vezilla: «Doblan los cuerpos y los brazos tienden, con movimientos de compás seguro» El libro que siempre se cita como referencia de aparecer la lucha es ‘Susarón’, de José María Goy, título que ya nos lleva a tierras de Lillo; pero lo trató en profundidad el gran polemista de la montaña, Antonio de Valbuena, El Melladín de Pedrosa, que llegó a polemizar sobre si el nombre era masculino o femenino.

Clemente Bravo escribe de su pueblo, Morgovejo: «Y es fama en la montaña que el mozo más valiente y gallardo, el más alegre y bullicioso, el de los puños de hierro en el aluche... llora para despedirse».

Entre los recordados cuentos leoneses de Honorato García Luengo hay uno titulado ‘Los luches’. «Formose el corro en medio del campo, y todos, confundiéndose, se apiñaron allí: los naturales del pueblo y los demás comarcanos, venidos de cinco leguas a la redonda para presenciar aquel desafío entre La Terruca y La Ribera».

¿Y Susarón? Pues es cierto que le dedica páginas, vaya un trozo: «Al ver a su compañero en tierra se descalzaba, la madre, la hermana, la tía o la novia, íbanse a por él, para impedirle salir al corro, e indefectiblemente el mozo salía imperturbable su labor, plantificándose en el medio, decidido a luchar, acompañado de la satisfacción de la madre, la hermana, la tía o la novia. (...) Cuando tiraban al hermano, salía el hermano; cuando no lo tenían echabanse al corro el primo o el pariente; y a falta de estos presentábase el amigo».

No deberíamos olvidar ‘Lazo de almas’ y otras novelas ‘antiguas’, pero es cierto que en la segunda mitad del siglo XX no encontró la lucha quien le escribiera, al margen de referencias mínimas, pero sí hubo en los últimos años miradas literarias sobre la lucha, primero fue ‘El aplauso de los chopos’, tal vez la visión más lírica de este deporte valiéndose de relatos cortos que hizo David Rubio y, finalmente, un volumen de cuentos, de 16 autores muy diversos...

Y ahora llega el I Concurso de Relatos de Valdefresno... Más madera, es la lucha
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