Al principio de Ademar fue… Ángel González

Tengo tres perros y uno de ellos tiene el típico carácter leonés. Si no le pongo el trozo de pan entre las piernas, no lo coge, pero gruñe si se lo quitan los otros», afirmaba Angel González (León, 1937-2025), en una entrevista concendida con motivo de la edición del libro ‘Historia de Ademar’. Lo sabía bien él, y no porque tuviera ese carácter sino porque lo padeció en sus propias carnes cuando fue presidente del Ademar: nadie quería dar la cara por el club en un momento delicado pero cualquiera se sentía capacitado para criticar su gestión al frente del equipo.

Probablemente ninguna otra persona de cuantas han ocupado cargos de responsabilidad en el Ademar haya recibido tantas críticas como él. Fue presidente durante los ochos años más duros del club, el largo desierto vagando por el pozo de Primera División (y Primera B), siempre con la amenaza de la quiebra económica, en el mejor de los casos, y de la desaparición del club en el peor de ellos.

Ante las críticas, los resultados: cogió el equipo recién los primeros estatutos del descendido, cuando nadie quería hacerse cargo, y lo dejó recién ascendido a la máxima categoría del balonmano español, cuando llegaban la gloria y los reconocimientos. Por el medio pasó un poco de todo: la firma de los primeros estatutos del club, el fichaje de los primeros extranjeros, los cambios de entrenador, la búsqueda casi siempre infructuosa de un patrocinador...

Pero, a pesar de las críticas que recibió e, incluso, de los resultados que consiguió, sería injusto que a Angel González se le recordara tan sólo como presidente del Ademar. Si en el principio fue verbo, en el principio Ademar fue Ángel González.

Fue uno de los fundadores de este equipo, pues era el más entusiasta de toda una generación de chavales que no quiso que el fin de sus estudios de bachillerato supusiera el fin de su relación con el balonmano.

Había sido abanderado de los jugadores del Colegio Maristas San José que participaron en los Juegos Escolares que se celebraron en Madrid en 1953, 1954 У 1955. Entonces, el balonmano era sólo una más de sus pasiones, uno más de los deportes que practicaba y, por eso, su contribución al equipo de Maristas eran tan importante. La marca conseguida en atletismo era la que servía para clasificar a los equipos en aquellos campeonatos. Ángel González era un extraordinario vallista, al igual que era uno de los destacados en otras especialidades del atletismo y también en el baloncesto.

Aunque los resultados no fueran excepcionales, cierto es que la experiencia en aquellos campeonatos escolares sirvió para que muchos de esos jugadores adquirieran más experiencia de la que podía aportarles la competición provincial. Es así como se entiende que el gusanillo del deporte quedara para siempre en sus vidas, especialmente en la de Ángel González.

Fue uno de los que habló con los responsables de la Cultural para que crearan lo una sección de balonmano en la que se puede decir que estuvo el germen de este deporte en la ciudad de León, no sólo del Ademar sino también de otros equipos que surgieron después a partir de los jugadores que defendieron los colores de la Cultural en las canchas de balonmano.

Luego llegó el Ademar. Ángel González habló con los responsables del colegio Maristas y con los de la Asociación de Antiguos Alumnos, que dieron el visto bueno a formar un equipo entre los antiguos estudiantes.

«La asociación dejó de ser cuando se retiró Luis García Caño, que por su entusiasmo era el que canalizaba todas las actividades”, recordaba Ángel González, que jugó, entrenó y en cierto modo presidió aquel equipo en los 60. Pero cuando él se convirtió realmente en presidente del Club de Balonmano Ademar veinte años después, nada tenía que ver con lo de entonces. Los jugadores ya no se iban juntos a beber porrones después de cada partido, como hacía él con sus compañeros. Lo que encontró fue un club sobre el que cada vez se hacía más nítida la sombra de la desaparición, un club que no contaba con medios y que, cuando hizo falta, tampoco contó con la suerte. «Tuve que ir por el Pabellón pidiendo a los aficionados que iban siempre que entrasen en la directiva», recordaba Ángel González, que, según dice, recuerda con especial gratitud la ayuda que le brindó José Luis Díez González. La suya fue una labor poco lucida y muy criticada. Dejó el Ademar pero no aparcó su pasión por el deporte (se dedicó al hockey), que fue la que ha marcado su vida.