Fue el mejor de los peores escenarios posibles. Volvió la versión más floja de los blanquiazules, la de un equipo timorato, conformista e inconsistente al que el Tenerife perdonó en varias ocasiones y que se aferró a la vida con un gol de cabeza de Raillo, apenas unos minutos después de que Santamaría se encontrará una balón a bocajarro que podía haber sentenciado el partido para los tinerfeños, que se habían adelantado en el electrónico en los primeros compases de la segunda parte tras una pérdida de balón de Aguza y un fallo en el repliegue de la zaga.
Sin tensión en el inicio
El tándem Vega-Nistal daba una vuelta de tuerca al once. La Deportiva saltaba al césped con tres novedades respecto al choque del miércoles; Alan Baró regresaba al eje de la zaga limpio de tarjetas; Seoane y Jonathan Ruiz refrescaban el equipo tras el maratón de la última semana y Camille, al que la dupla esperó hasta el último minuto, finalmente se caía de la lista definitiva.
No le sentaron muy bien los ajustes al conjunto berciano, que casi ‘tira’ el partido en noventa segundos. En un arranque impropio de un equipo que se juega la vida, Lozano cedía de cabeza a Nano y el ariete, mano a mano con Santamaría, estrellaba el balón en el poste.
La Ponferradina, poco acostumbrada a recibir segundas oportunidades, tardó en asimilar el golpe de fortuna que esta vez sí sonrió. Veinte minutos le costó acercarse con peligro a la portería de Roberto. Fue Hume el primero en intentarlo con un disparo desde la frontal que se escapaba cerca de la escuadra. El internacional canadiense, que repitió como titular por tercer partido consecutivo, olvidó su discreto paso por El Toralín y volvió a mostrarse participativo e incisivo como en su ‘redebut’ en Mendizorroza.
Pero ni el ariete, ni Raillo, que no llegaba por milímetros a la prolongación de un servicio de Casado desde la banda, encontraban el camino hacia los tres palos y daban el pistoletazo de salida a un ‘toma y daca’ que se alargó hasta el descanso.
Sin el dramatismo de los últimos minutos del choque ante el Albacete, Tenerife y Deportiva parecieron acordar prescindir del centro del campo y jugársela a un cara o cruz en el que volvieron a quedar patente la fragilidad defensiva y la falta de ideas ofensivas que tantos disgustos han costado este curso.
Y es que los locales, al igual que Alavés u Osasuna, necesitaron muy poco para hacer mucho. A Nano, que se disfrazó de Ayoze, le bastaba un balón llovido para volver a acariciar el gol que evitaba Santamaría, rápido en la salida para cerrarle la puerta al delantero.
Tras el descanso más de lo mismo. Alan Baró, inmenso una vez más, se multiplicaba para tapar los huecos a la espalda tanto de Raillo como de los laterales. La Deportiva sobaba el balón con el permiso de los de José Luis Martí, cómodos ante la impotencia berciana de cara a portería, y se limitaron a esperar el error que a la vista de los antecedentes, era solo cuestión de tiempo.
Segunda parte de infarto
A Aguza, héroe el miércoles, le tocó ser villano. El de San Baudillo, el único con claridad en los últimos metros, perdía el balón en la frontal del área local, no cortaba en falta el contragolpe, y se convertía en asistente involuntario del tanto de Lozano, que culminaba la jugada en área pequeña ante la enésima salida en falso de Santamaría.
Con media hora por delante, el marcador en contra y la amenaza latente que suponían los partidos de Mallorca y Almería, tocaba órdago. Nistal daba entrada a Djordjevic en lugar de un Hume que fue de más a menos, pero el montenegrino ni siquiera hizo acto de presencia.
La Deportiva se la jugó a la épica y Raillo, al que el gol le había dado la espalda desde su aterrizaje en invierno, cabeceó con el alma un balón suelto que da un punto que puede ser de oro. Lo será si los blanquiazules ponen fin a la agonía con una victoria ante el Girona en una jornada no apta para cardiacos.