"La lucha es así", sentenció un día Miguelín el de Acebedo. Un deporte y mucho más. Una historia que se nutre de una tradición. El corro se celebra en las fiestas de los pueblos y los luchadores son personajes en esos pueblos, a los que defienden cuando a su nombre añaden su pueblo, que tantas veces es el de sus abuelos. Así Rodri es de Cistierna o Prioro y el año que fue quinto debía cumplir como tal. Así Gasi es de Marne o Valduvieco; Almudena la de Oville era ayer de Boñar... Así Tomasuco es de La Vecilla... y hoy de Boñar, porque también tiene un pie en este pueblo, también están sus peñas en la grada, también él tiene que celebrar sus fiestas de San Roque.
Y, la lucha es lo que es, la leyenda de algunos luchadores se construyó sobre victorias en la tornafiesta. Valga un ejemplo, Ernesto, la leyenda de la montaña, el batería de los Cavi’s, el tertuliano al amanecer que horas más tarde ganó el corro. El luchador que hoy vive más cerca de la leyenda es Tomasuco. Ayer de Boñar. Siempre el nieto de Uco que, por primera vez, no está para saber de su victoria en Boñar, donde era una estampa tradicional el abrazo del abuelo al entregarle el premio. Ahora es una mirada al cielo.
Y, vaya por delante, al final miró al cielo. Vaya por delante, antes celebró San Roque con tertulia al amanecer. Vaya por delante, dominó como siempre y nada pudieron hacer ni Sansón Cabero, ni Javier Alvarado ni el joven Alberto del Cojo en la final. Sansón se rendía a la evidencia:
"Estos años alguna vez estuve cerca de tirarlo, esta año ni cerca. Ni yo, ni Rodri (que ayer no luchó), ni nadie...".
"La lucha es así" y Tomasuco está llamando a las puertas de la leyenda.
- Tomás, pasé por Boñar al amanecer y no te ví.
- Pues es que no miraste bien.
Él sí miró al cielo. Uco aplaudió.
Víctor cayó en la báscula
"La lucha también es así" y ocurren cosas como que a Víctor Llamazares le tumbó la báscula. "No desayuné, no comí... y no entré", se lamenta y Adri, que también tiene que tumbar cada día a la báscula, dice cómo le entiende. "Es que al luchar cinco días seguidos se complica, porque si comes algo no recuperas". Curiosamente los dos, Adri y Víctor, se vieron en la final de medios. Víctor derrotó a dos rivales complicados (Samuel y Chelín) tirando de lucha y al local Edgar Muñiz, feliz ya de estar en semifinales. Hubo tensión, de la buena, en el agarre de la final, incluso pareció superarse los controvertidos 40 segundos pero... era la final. Y Adri impuso su ley. Cerrando con voleo y cruce que bien vale otro corro.
David Riaño, con paso firme
Si Víctor se fue a medios... David se quedó algo más solo en ligeros (entre los dos han ganado todos los corros) pero con aspirantes como Fer que le obligó a ir al ‘alargue’ de los 30 segundos o Rubén Cerezal que le dio una media ‘made in Corcos’ pero no le doblaron pues David pone cada día más lucha... y más cabeza. "La que le falta a su hermana Bea", se quejaba su padre. Se metió, otra vez, en la final aquel al que la lucha le debe un corro: Jesús el del La Braña, que había tirado con solvencia a Javi Sancho y Florián Yugueros pero... David en la final no le dio opciones, un tranque nada más agarrarse se lo dejó claro y eso que, cuando salía y se encontró con Jesús Riaño, el padre de la saga, el bueno de Chucho le dijo: "Estaba rezando para que le ganaras. Anímate". Y era sincero. La lucha también es así.
Pedro «con cabeza»
En pesados se preveía buena tarde. Estaba de vuelta Unai, que siempre anima, fuera y dentro; no faltaba la leyenda de Caberín; y hasta Albertuco, el hermano de Tomás, se sumó a la fiesta. "Salí pronto de trabajar y aproveché". Pero el nombre de pesados es Pedro, aquel Kamikaze que se hizo campeón sin dejar de ser kamikaze. Se animó la grada cuando a las primeras de cambio se cruzó Pedro con Unai. "Hay batalla", dice la grada, pero a los cuatro segundos Pedro ya lanza un latigazo que supone una entera. Y remata.
Hasta la final. La misma de Prioro, con la leyenda de Caberín, que le plantea un combate a la espera, buscando que se ‘desarmara’ en ese buscar la caída de Pedro. Desde la grada le dicen lo de siempre, "Pedro, cabeza". Iban camino del empate y que sea lo que los 30 segundos quieran. Pero, a falta de 10, lanza el kamikaze una bomba inesperada que sorprende a Caberín. No está claro si Abel también daba por bueno que ya se iban a los 30 segundos, si se cayó de maduro pues Pedro Alvarado le había planteado un no dar tregua y su juventud es tan insultante como su potencia. Y su superioridad.