Y es que los charros se llevaron los tres puntos en el último suspiro con un tanto a la salida de un córner muy protestado por los bercianos –que pidieron saque de banda– y después de un carrusel de ocasiones de una Deportiva que echó demasiado en falta a sus goleadores.
Los de Jon Pérez Bolo las tuvieron de todos los colores, pero las malas decisiones unas veces y la brillante actuación de Carlos Molina otras, mantuvieron la igualdad en un partido que se decidió en el último suspiro, un resultado que no reflejó los méritos de los bercianos, pero sí el preocupante vacío que deja Yuri y la falta de gol sin el brasileño en el campo.
Cambios en el once
A la ausencia obligada por sanción de Yuri o la de Pichín por precaución por molestias musculares se unió la suplencia de Son. Bolo apostaba por desplazar a Jon García al lateral derecho y en la línea de mediapuntas reaparecía Carnicer tras quedarse en el banquillo ante el Castilla; y también Espina, que tenía la oportunidad de recuperar el protagonismo que ha ido perdiendo con el paso de los jornadas.
Los cambios no le sentaron nada bien a los visitantes. Con la Ponferradina ensamblándose y Unionistas con muchas ganas de sumar de tres en tres tras cuatro empates consecutivos, el arranque de partido fue un monólogo local, aunque la defensa berciana se encargó de recordar por qué es el equipo menos goleado del Grupo I.
Con el paso de los minutos, el líder empezó a ejercer como tal. Los blanquiazules –de rosa este domingo– ya empiezan a imponer y sus rivales no dudan en dar un paso atrás cuando despiertan.
Tras un inicio titubeante, una salida en falso de Carlos Molina cambió el guión del partido. Jorge García no consiguió castigar el error del guardameta, pero Unionistas reculó y los de Jon Pérez Bolo empezaron a manejar el duelo a su antojo.
Saúl y Sielva, con un Carnicer muy voluntarioso echando una mano en todos los rincones, gobernaron la medular con mano de hierro y las ocasiones llegaron en cascada. Faltó puntería. No es fácil ganar a domicilio en una categoría en la que cada estadio es una trampa, mucho menos si tus dos máximos goleadores están siguiendo el partido desde el salón de su casa.
Ni Grande, ni Jorge García tuvieron el instinto asesino que hubiera podido dejar el partido visto para sentencia antes del descanso. El ayer ‘9’ de la Deportiva volvió a dejar buenas sensaciones y mucho trabajo, pero cuando tuvo la ocasión de abrir la lata, vio como Adminio le comía la tostada en lo que hubiera sido un mano a mano con el guardameta.
Poco después, Jorge García se topó con el cancerbero en un disparo desde la frontal tras una buena acción individual a la que solo le faltó la guinda, igual que a una primera parte de la Deportiva a la que, tras rehacerse de los titubeos iniciales, solo le faltó el gol.
Más ocasiones en la segunda parte
El paso por vestuarios no cambio la película. La Deportiva quería llegar más líder al derbi y se volcó en busca de la portería salmantina desde el primer minuto.
El primero en intentarlo fue Ríos Reina con un zapatazo desde más de treinta metros que sorprendía a Molina, pero se topaba con el larguero. Prácticamente a continuación, en la enésima caída a banda de Grande, el delantero encontraba el espacio y ponía un gran pase al interior del área a Carnicer, que apostaba por la colocación antes que por la potencia y permitía al guardameta despejar a córner.
Unionistas trató de resarcirse de la ofensiva a balón parado. Góngora desaprovechó una falta en la misma frontal del área y los locales tampoco encontraron el camino del gol desde el banderín de córner, aunque lograban igualar las fuerzas tras un inicio de la segunda mitad que presagiaba un soliloquio visitante.
El partido se convirtió en un intercambio de golpes. Saúl no acertó a rematar en boca de gol un balón perfecto de Jorge García desde la esquina y Manjón imitaba al canterano en la portería contraria quedándose a centímetros de rematar un centro milimétrico desde la banda.
Cuando el duelo parecía condenado al reparto de puntos, Diego Hernández cazó un rebote tras un saque de esquina y desató la locura en Las Pistas, que fueron la tumba de la imbatibilidad de una Ponferradina que no tuvo tiempo para reaccionar.