Desde el corazón del Bierzo

Felisa Rodríguez dejó más de una docena de libros publicados que discurren entre la narrativa y la poesía

Mercedes G. Rojo
05/04/2021
 Actualizado a 05/04/2021
Flora y Felisa Rodríguez según medallón dedicado en Noceda.
Flora y Felisa Rodríguez según medallón dedicado en Noceda.
«Aún después de tantos años
en la memoria se aviva,
la locura y destrucción
de una ‘guerra’ fratricida.
En la guerra no hay color
se pierde la identidad,
muestra engañosa virtud
quien usa más crueldad…»

(Fragmento de ‘Indeleble pesadilla de la Guerra Civil Española’, de Felisa Rodríguez)

Ha sido el Bierzo generoso en cuanto a gentes de letras y de artes, también en lo que a población femenina se refiere, como nuestra protagonista de hoy, berciana de nacimiento, de corazón, de vida y de muerte, pues nació y murió en su querido pueblo al que dedicó de una u otra forma su vida entera. Era Felisa Rodríguez (Noceda del Bierzo, 1912- 1998) y nació un mes de abril, en plena primavera para abandonar este mundo a punto de comenzar el otoño, las dos estaciones cromáticamente más ricas del Bierzo. Junto a su hermana Flora fue maestra, aunque en su caso también poeta, aprendiz de arqueóloga, etnógrafa aficionada y una enamorada de su tierra a la que dedicó muchas horas de paseo, de textos y de recopilación de elementos de la vida tradicional con los que comenzó un incipiente museo etnográfico que hoy forma parte de los haberes del pueblo, junto con tantas páginas escritas. Tras ejercer su magisterio por diversos puntos de la comarca berciana, su último destino fue el lugar que la vio nacer, Noceda, donde no se conformó con dar clases al uso, sino que organizó con su alumnado –a principios de los 70– lo que se llamó el grupo «Misión Rescate», en torno al programa televisivo «Operación rescate», por cuyos descubrimientos de mosaicos y el conocido como el «ídolo de Noceda» recibió varios galardones a nivel nacional en 1971 y 1973, transmitiéndoles el amor por lo propio.

A lo largo de su vida dejó más de una docena de libros publicados, en ediciones sencillas, que discurren entre la narrativa y la poesía, en los que el medio natural y sus transformaciones están muy presentes, a través de composiciones que muestran intimismo, imágenes bien escogidas, metáforas entendibles y ritmos correctos con los que pretendía llegar a todo el mundo. Son también en ella habituales el uso de modismos bercianos, dentro de esa línea de amor a la tierra, y sus temas pasan por un verdadero culto a la belleza, a lo natural, a la justicia, la paz, la bondad y otros principios éticos y morales, consiguiendo –en palabras de José Enrique Martínez– una poesía sencilla y sincera, en la que se manifiesta su «imperiosa e inaplazable urgencia de expresar sus sentimientos, siempre positivos…».Felisa, quien a lo largo de su vida coincidió en repetidas ocasiones con otra también maestra y poeta berciana como fue Manuela López, a la que la unió una especial amistad, hasta el punto de dedicarle ésta algún que otro poema, colaboró también en radio y en varias revistas y periódicos, llegando a pertenecer a la Sociedad de Autores Españoles, y ostentando –entre otros– el título de Académico titular del Centro ‘O Jornal de Felguieras’, de Portugal, una muestra del intercambio que poéticamente había en su momento entre las letras gallegas y las portuguesas. Entre las colaboraciones en revistas, destacar, por ejemplo, la Revista de Folklore, de la Fundación Joaquín Díaz, para la que escribió varios artículos en torno a folklore y tradiciones de su zona. También colaboraría con Aquiana, de Ponferrada, y León, de la Casa de León de Madrid; en la revista El Eria, de Castrocalbón, y Gemma, de Vizcaya; en esta última seguramente a raíz de resultar ganadora del Premio de Novela del mismo nombre en 1981, con su obra 'Libro de las maravillas'. Destacar que la mayor parte de sus publicaciones tanto literarias como de difusión etnográfica verían la luz a partir del momento de su jubilación, cuando comenzó a tener más tiempo para dedicarlo a su misma y a sus pasiones al margen de la docencia propiamente dicha. Gustaba mucho de los temas tradicionales, de las leyendas, de las costumbres, que trató de rescatar para que el olvido no se cebase en ellas a través de algunos de esos artículos para la Fundación Joaquín Díez, a los cuales incorporaba también textos y letras que recuperaba de la tradición, además de sus propias palabras de presentación, o en uno de sus primero libros, ‘Romances y leyendas’, en el que comparte su propia visión de algunas de las historias que corren por su tierra tanto heredadas de la tradición como de la actualidad de aquel momento, recreándolas en romance, porque –dice–: «Siempre fueron los romances/el espíritu del pueblo,/si la leyenda se acaba/ el pueblo queda sin alma». Y reconociendo que «conocemos los romances como reflejo vivo de una situación política, económica, social o de cualquier contenido», nos regala en este libro y en tal forma poética amores imposibles, historias de caballeros, doncellas y tesoros, de milagros o tragedias.

Felisa Rodríguez es otro de esos ejemplos de escritoras que dejaron una buena cosecha para tiempos venideros que no estaría nada mal comenzar a recuperar de nuevo, ahondando en sus escritos pero también en su trayectoria humana. Volveremos sobre ella.
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