«Leer un relato erótico (…) es como acercarte al ojo de la cerradura para observar lo que hay detrás de la puerta». ( Raquel Villanueva Lorca. Escritora)
Seguimos este martes con nuestra mirada puesta en tierras bercianas, tierras de grandes narradores (déjenme que piense una vez más en mi admirado Antonio Pereira) y de grandes poetas. En el primer aspecto, el de la narración, acercamos hoy una de la voces que con más fuerza se está abriendo en tal panorama, la de Raquel Villanueva Lorca (Ponferrada, 1970). En su haber literario tres publicaciones, además de microrrelatos y relatos incluidos en diversas obras colectivas y varios premios y menciones especiales en diferentes concursos, cuya participación constituyó para ella «un gran salto mortal», tras aquel primero y pequeño salto que supuso pasar de sus «esbozos de poemas adolescentes y la realización de un diario (…) a plasmar en un papel reflexiones, relatos cortos, e intentos de historias algo más completas y extensas». Nacida y crecida entre estanterías llenas de libros a su alcance, entre los que siempre le gustó perderse, no concibe la escritura sin haber leído, al igual que no la concibe sin haber vivido, facetas de las que han de salir esas «grandes y pequeñas verdades que han de vetear cualquier obra literaria». Por ello considera que su «proyecto más sentido, siempre ha sido y seguirá siendo el mismo: vivir», haciendo suyas esas palabras de Francisco Umbral (uno de sus referentes) que dicen «escribir es la manera más profunda de leer la vida». Y así nos cuenta: «Divido mi tiempo en tres facetas: lo leído, lo escrito y lo vivido, trío de experiencias que terminan por conformar este todo que intento ser hoy».
Y aunque tanto en sus libros (‘La decisión de Elsa’, 2007; ‘La Cruz del Sur’, 2015 y ‘Relatos de una adoratriz’, 2018) como el resto de participaciones literarias la definen como narradora, confiesa que su obra no tendría sentido si sus caminos literarios no bebieran principalmente de la poesía, de la que toma y siente «la musicalidad de las palabras, el murmullo de las metáforas, el silencio de las elipsis…». Para Raquel, su andadura literaria ahora mismo es, además, un camino que recorre de forma natural, sin grandes dificultades, en el que no se impone metas, y que le sirve para bucear «en mí misma y en todo lo que me rodea» mientras sigue extrayendo de dicha realidad «la magia de las palabras», una realidad en la que las mujeres siempre han estado presentes, con universalidad, sin etiquetas, trascendiendo géneros, y derrochando sensibilidad y buen hacer. En esa realidad late también, hasta convertirse «en una completa fusión», el Bierzo, sus paisajes, las calles de Ponferrada; haciéndola sentir que habita en ella, que ella misma es Bierzo.
En sus tres obras publicadas hay un mismo elemento patente, el del autodescubrimiento, bien sea a través del amor, de la persecución de los sueños (por más que sea difícil alcanzarlos) o de lucha por la realización personal. A lo largo de ellos se van entretejiendo las historias de sus personajes, de tal manera que un libro parece trascender al siguiente, aunque aparentemente nada tengan que ver unos con otros; es la confluencia de mil historias diferentes en distintos tiempos, de mil vidas relatadas desde lo literario para abordar anhelos, desengaños, pasiones, que es lo que verdaderamente mueve el mundo a lo largo del tiempo. Y lo hará, en los dos primeros, con una presencia muy fuerte del amor en sus diversas facetas, incluidos aspectos y momentos de gran sensualidad, para desembocar en el tercero, ‘Relatos de una adoratriz’, en una narrativa donde toma fuerza el erotismo a través de una serie de relatos que, en palabras de Manuel Cuenya que prologa el libro, «nos introduce en un universo sensorial (con sabores, olores, sonidos, sensaciones táctiles, visuales), que, como lectores, amerita de ser apreciado, catado como un buen vino del Bierzo, un universo húmedo, azul marino, en el que nos sentimos a gusto. Incluso sentimos a sus personajes, perfilados con la textura de lo verosímil(…)».
En su blog se define la autora como «coleccionista de momentos azules. Oteadora de faros en la oscuridad»; en él encontraremos parte de sus relatos, con muy distintas temáticas; los que también nos aproximarán a Raquel Villanueva Lorca, la narradora berciana que cree en la capacidad de la literatura para aunar y sumar (nunca para separar) más allá de las fronteras geográficas o, peor aún, de las que imponen ciertas rivalidades ya sean políticas o de cualquier otro sesgo; la escritora que cree en la «necesidad de un cambio profundo (…) de educación generalizado» que nos permita superar «la gran carestía de educación humanística» en la que actualmente estamos sumidos y que lleva implícita una general «deshumanización del conjunto de la sociedad (donde) falta empatía y sobra apatía», en la que todo está demasiado masificado dentro de una cultura en la que prima «lo desechable (…), la inmediatez, el consumo al momento», un caldo de cultivo poco propicio para el florecimiento de las artes y aún más para su reconocimiento.
A pesar de todo ello Raquel Villanueva sigue teniendo un sueño permanente: vivir, y como parte de él seguir escribiendo, y que sus historias publicadas sean compartidas «con toda aquella gente que quiera disfrutar de ellas». Tú, lector, puedes ayudarla a cumplirlo descubriendo sus libros.
Dividir el tiempo entre lo leído, lo escrito y lo vivido
Raquel Villanueva Lorca, que nació y creció entre estanterías llenas de libros, no concibe la escritura sin haber leído, al igual que no la concibe sin haber vivido
26/05/2020
Actualizado a
26/05/2020
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