22/09/2020
 Actualizado a 22/09/2020
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Porque entre semana me gusta pasear por la Candamia, solo o acompañado, y los domingos salir de ruta de senderismo con la gente de ADAS, he leído este verano, con especial interés, un libro que me había recomendado una amiga: ‘El arte de caminar. Tras los pasos de Henry D. Thoreau. ‘Walking’, un manifiesto inspirador’.

Gandhi dijo en su día: «Hay un famoso escritor norteamericano llamado Thoreau que ha escrito un libro sobre el arte de caminar. Me está dando mucho que pensar». Y es que, al escritor y naturista, nacido en 1817, le resultaba imposible conservar la salud y el ánimo sin caminar «al menos cuatro horas al día». ‘Walking’, su ensayo sobre el arte de caminar y la naturaleza salvaje, está considerado como una de las mejores introducciones a su pensamiento y anticipa cuestiones del movimiento ecologista.

El libro que cayó en mis manos tiene tres capítulos: El Decálogo del caminante, Paso a paso (fragmentos de su diario desde 1837 a 1862) y extractos significativos de Caminar (‘Walking’, 1862).

Respecto al Decálogo, me centro en tres de ellos: el primer mandamiento refleja la filosofía del poder del ahora: «El sabio reside allí donde se encuentra en cada momento, como hacen algunos caminantes, que descargan todo el peso de su cuerpo en cada paso». El quinto nos anima a dejarnos llevar por el ritmo de la naturaleza: «Vive cada estación según pasa; respira el aire, bebe la bebida, saborea la fruta y resígnate a todas esas influencias». Y el último, nos pone como modelo a la propia naturaleza: «Existe un sutil magnetismo en la naturaleza; si nos entregamos inconscientemente a ella, dirigirá bien nuestros pasos».

De su Diario, y para que se hagan una idea, trascribo este párrafo: «Cuando concilio a los dioses por medio de algún sacramento –como bañarme, o abstenerme de ciertos alimentos, o levantarme temprano–, descubro que aquellos me sonríen inmediatamente (…) Los estados mentales responden a los del cuerpo y cada parte del cuerpo tiene sus pensamientos». Encantador.

El comienzo de Caminar es una declaración de intenciones: «Quisiera decir unas palabras en favor de la naturaleza, en favor de la libertad absoluta y de lo absolutamente salvaje, en contraste con una libertad y una cultura meramente civiles; contemplar al hombre como habitante de la naturaleza, como parte integrante suya, más que como miembro de la sociedad».

Ya saben, a caminar.
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