Porque puede que todo eso se esconda tras cada palabra, tras cada línea, tras cada párrafo y capítulo de esta hermosa novela. Papá, hoy te traigo a esta nueva carta la última creación de la escritora Raquel Villanueva: 21.Solamente.
Ya conoces a Raquel de otras cartas que he escrito sobre ella, de tantas y tantas páginas que ha creado. Creo que es una de esas autoras que, y esto no es nada fácil, cada publicación es mejor que la anterior. Es fácil estancarse, es sencillo llegar a un punto álgido para luego descender, tener altos y bajos, como cualquier camino, como cualquier vida. Raquel, al menos hasta ahora, solo se ha guiado por la calidad mejorada. La admiro por ello. Puede que 21.Solamente sea su mejor texto. Y ya no solo por cómo está escrito, sino también por lo que cuenta.
No podía comenzar mejor: «Desde los antiguos egipcios hasta Leonardo da Vinci, el peso del alma ha sido estudiado, pero no sería hasta comienzos del siglo XX cuando el doctor Duncan MacDougall llegó a determinar, a través de sus experimentos, que el peso de la misma es de apenas 21 gramos». Esos 21 gramos, esos enigmáticos 21 gramos que perdemos al morir representan mucho, muchísimo.
La historia que el libro nos transmite es la vida de una mujer en una residencia de ancianos, donde iremos repasando su vida, así como un millar de emotivas sensaciones, adentrándonos en la vida en estas condiciones. Y el final… solo podría definirlo de magia.
Para los que busquen una historia con la que entretenerse, 21.Solamente es un buen libro, para los que busquen una reflexión profunda y certerza también este es su libro. Pero también para aquellos que disfruten de la literatura bien hecha, bien contada, bien construida. Raquel Villanueva cultiva cada palabra con mimo, y se nota la enorme preocupación que ha tenido por acertar con la escritura más adecuada a cada contexto. Te pongo un ejemplo de gran redacción, como es la suya, y que es tal cual comienza el primer párrafo del primer capítulo: «Silencio dentro de mi garganta, como tierra yerma, se ha quedado esta garganta mía, porque ¿qué es uno sin palabras cuando se encuentra sitiado, abandonado? Mis ojos se abren al mundo, pero este ya no es mi mundo, yo ya no soy nada, apenas nada de lo que fui». Te recomiendo, papá, releer este párrafo de nuevo el mismo día en el que cierres la última página; sin duda, cobra un gran sentido.
Como te comentaba, la trama nos habla de muchas más cosas, y una de ellas es el final tras un largo camino y la reflexión sobre si este final es el más justo o, por el contrario, injusto por naturaleza. Y es que muchas veces olvidamos el pasado de aquellos que nos abrieron el camino y cuidaron de nosotros. Una reflexión que la propia protagonista nos entrega en las páginas iniciales es muy significativa de ello, como muchas otras que podemos encontrar a lo largo de los distintos capítulos. Extraigo del texto las siguientes líneas, muy certeras a nuestros sentimientos: «Después de tantos años sigo sintiéndome una oruga, un gusano de seda llamado a transformarse que nunca llegó a ser una bella mariposa blanca. Después de tantos años creyendo en mundos brillantes, termino relegada en este mundo gris, prisionera sin posibilidad de evasión.» Ojalá todos acabemos en un mundo de color y no en un mundo gris, ojalá. Porque nuestra protagonista no únicamente se centra en el camino, sino también en el momento en el que ahora se encuentra y en cómo es ella, y por lo tanto nos habla igualmente de los muchos y muchas de las que están en su misma situación, un momento de su vida en el que está encerrada y sola. Una de las cosas más terribles que nos puede pasar es la soledad, siempre y cuando que no sea buscada. La soledad es una sensación terrible. Fuimos creados como animales sociales. Algunos de los pensamientos de Celia, que así se llama la protagonista, van en ese mismo sentido: «Quiero obviar la falta de nadie allegado a mí, la necesidad de abandonarme a unos servicios sociales que me buscaran una ubicación. De ahí sobrevino este desembarco, o más bien debería decir este abandono, aunque, por otra parte, ¿qué esperaba?»
Esta vida en las residencias queda plasmada en muchos de los capítulos, siendo el libro también una reflexión continua sobre ellas y sus circunstancias. Raquel Villanueva se sirve de esta novela y de Celia, de nuestra querida Celia, a quien querremos una vez que la conozcamos a través de las distintas páginas, para hablarnos del día a día de muchas de ellas. Es algo que podemos leer, por ejemplo, en el comienzo del capítulo 4: «Otro día más al lado de esta ventana. Bendita ventana esta, que me permite mirar al exterior. Otra mañana más madrugando para nada, levantándome para nada, ver pasar las horas para nada. Aseo, espera. Desayuno, espera. Un vaso de agua, espera. Merienda, espera. Cena, espera. Acostarme y esperar un nuevo día.»
Y es que a veces olvidamos, lamentablemente, quién está al otro lado, a quién miramos. Es algo que yo muchas veces me he preguntado. Desconozco la práctica mayoría de las personas con las que me cruzo y comparto espacio, no sé qué es de sus vidas, si les acaba de dejar la pareja, si han perdido el trabajo, si son muy felices o si han salvado miles de vidas, si dieron su existencia por ayudar a los demás o por el contrario si fueron demonios de profesión. Por eso son realmente injustos ciertos tratos. Celia nos habla de ello: «Hoy me hubiera gustado decirle a la muchacha que ha venido a asearme que se esmerara. Me hubiera gustado elegir la ropa con la que vestirme, me hubiera gustado asir el peine que ha tratado de dominar este pelo revuelto, blanquecino de canas, pero igual de revuelto que cuando era marrón intenso.». Otro buen ejemplo es el siguiente, contando por la propia protagonista: «Todos los que aquí estamos somos un poco las personas invisibles, más que nada porque nuestra escasa presencia se circunscribe a las paredes de esta residencia. Pienso en las casas, los muebles, las ropas, los calzados, los álbumes de fotografías, los animales de compañía, los amantes, los amados, los nichos y lápidas de cementerios que hemos dejado ahí fuera. Todos estamos despojados, desvalijados de nuestra vida.»
Puede que existan dos novelas que todos deberíamos de leer para convertirnos un poquito en mejores personas o, al menos, para hacernos pensar sobre lo que podemos hacer. Una es Invisible, otra es 21. Solamente.
Una de las características que encontrarás en 21.Solamente son las múltiples referencias a otros autores, a poetas y canciones. Es algo que, sin duda, enriquece el texto. Un ejemplo es el siguiente, cuyo autor es Joaquín Sabina: «Deja el abrigo y ven, hay sitio para los dos. / Y nada va a pasar que no queramos tú y yo».
Creo, papá, que podríamos haber hablado largo y tendido de esta novela; podríamos reflexionar sobre lo que nos quiere contar y sobre cómo lo hace. La habríamos disfrutado juntos. No quiero acabar sin destacar dos partes del texto que he dejado para el final, y que me han gustado especialmente, porque puede que sean un buen resumen de todo lo que Celia nos habla. La primera nos dice: «Cuando escucho las conversaciones de estas muchachas que nos cuidan, sonrío pensando que no pueden ni imaginarse la vida que nosotros hemos tenido. ¿Cómo imaginarse a semejantes momias amando o siendo amadas?» La segunda está precisamente en la siguiente página, y te la escribo a continuación: «Qué absurda es esta vida, que nos aporta toda esta clarividencia al final de la misma, trayendo certeza de lo perdido, de lo que nunca ya más, de lo que nunca volverá.»
El camino de la vida la mayoría de las veces es largo, papá. En él nos vamos encontrando con otras personas, algunas nos dejan huella, otras no. Pero sobre todo nos vamos encontrando con nosotros mismos y con lo que hicimos, pudimos hacer o dejamos de realizar. Cada comportamiento, cada respuesta, cada abrazo y cada beso queda marcado en un libro que estamos escribiendo día a día y que repasaremos justo en el momento en el que perdemos 21 gramos. Cuántas injusticias se podrían evitar, cuántas palabras hermosas dejamos de decir por miedo. Por eso, libros como el que ha escrito Raquel Villanueva son tan necesarios, porque nos llevan a hacernos muchas preguntas y a mirarnos en el espejo una y otra vez. Por eso me alegra haberlo leído, por eso pienso tantas veces en los que ya no están y en si se ha sido justo con ellos; por eso, papá, creo que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.