Va subiendo puestos en el pódium de las supercentenarias y se encumbra ya como la quinta en toda España con sus 111 años, recién estrenados. La "abuela de San Román de Bembibre", Felicitas Esteban, los cumplió este 22 de noviembre pasado, un viernes en el que sopló las velas al lado de su familia en su Sabadell de acogida, con el que comparte más de dos décadas al lado de su hijo Toño González.
Felicitas no es natural de San Román, pero compartió con esta localidad casi 70 años de su vida, la que hizo al lado de su marido, el cacharrero, Francisco González, fallecido hace más de 25 años. Con él entró en el pueblo de la mano, un día de San José. Ella llegó al Bierzo en tren, él, tirando del macho que le acompañaría en su negocio. Y se esperaron para entrar a San Román juntos por primera vez. El abuelo sabía que el Bierzo era tierra para crecer y lo hizo, a costa de kilometrear por la geografía comarcal con sus cacharros a vueltas día tras día. Siempre celebraron ese día, como el principio de una familia. La abuela escogió barrio, el que más le gustaba, con una casa solana que hizo Francisco poco a poco y con dificultades.
Tuvieron seis hijos, Nazario, Tita, Toño, Obdulia, Yolanda y Paquito, en ese orden, y de ellos viven cinco. Nazario falleció antes que su padre Francisco, y aquel suceso fue demoledor para la familia. Fue el episodio más trágico vivido por Felicitas, después de aquel capítulo de la explosión de posguerra que dejó a Tita con las piernas llenas de cicatrices y con el apodo de "niña de la bomba". Fue hace más de 70 años cuando Tita, la mayor de sus hijas, jugaba en el río con otras seis rapazas de su edad, entre los 7 y los 10 años. Ella tenía casi 9 y se encontraron con un "gorrito rojo con un palo", cuenta Tita, que quisieron coger para sus juegos. Una de ellas quería arrancar el sombrerito y golpeó el artefacto, que había arrastrado las aguas, en una piedra. Era una bomba de Laffite, y todo saltó por los aires. Un silencio, niñas ensangrentadas... Feli escuchó el estruendo desde casa, a escasos 300 metros de donde sucedió la explosión. Estaba sentada en su sillita azul, un pequeño apoyo que aún conserva donde no dejaba de tricotar, algo que sigue haciendo si le pones unas agujas en la mano, tejiendo un sujetador que desapareció. Un momento de su vida que siempre le marcó.
Pero Felicitas fue siempre una mujer dura, de talle escueto, delgada, vestida de negro hasta las canas y sobre unas galochas que manejaba como tacones de baile. Ahora sigue siendo ruda y curiosa como una niña. Lo mira todo (sin gafas) y sonrie, con una sonrisa desdentada pero picarona.
Felicitas avanza superando los días, sin enfermedades, sin medicación casi y sin dolores, enseñando sus "nuevos dientes", porque dice que está de estreno. Tiene tres nuevos. No los enseña mucho, y se entretiene buscando las simetrías y las cifras en todo. Come contando los pétalos de las flores que hay bordadas un el mantel. Uno, dos, tres...diez, dice en alto. Y suelta la tela que amarraba fuerte para no perder la cuenta, como poniendo fin a un reto. La simetría es lo suyo y se pasa horas buscando que las servilletas de papel cuadren a la perfección al doblarlas. Como no lo consigue, va rompiendo trocitos de papel poco a poco hasta que deja un reguero de celulosa que después se afana en restar de la ropa a la que se le va pegando.
Cuenta y canta una canción de Sejas de Sanabria, donde nació. "En Zamora salió el sol, en Benavente los rayos y en este pueblo de Sejas, los claveles encarnados", entona. Y dice que va para los 112.
"Qué bonito es eso", comenta señalando tres globos que marcan los 111 que cumple.
En su celebración, la concejala de Infancia y Personas Mayores del Distrito 2 de Sabadell, Laura Reyes Rivas, acompaña por un técnico municipal, Sergio, quiso acompañarla y entregarle un ramo de flores en nombre de su ciudad de residencia. Encantada con sus flores, la abuela le dio las gracias mientras las toqueteaba. Reyes asegura que Sabadell cuenta con varias centenarias pero ninguna llega a la edad de Felicitas, que se encumbra ahora como la quinta mujer más longeva de España. Y a su edad, hablarle de San Román es hablar de su casa. "Mamá, ¿vamos al pueblo?", le dice uno de sus hijos. "Vete arrancando", dice "pero con Toño. Él me trajo y él me lleva", dice la abuela con un sentido inmortal.
Felicitas mira alrededor y, al ver a tanta gente y unos buenos chichos bercianos que viajaron hasta Sabadell para compartir un bocado de casa, pide ponerse manos a la obras "vete a por bramante que tenemos que hacer los chorizos", le dice a sus hijos, imaginando que la reunión de noviembre es para hacer la matanza, como tocaba cada año en San Román.
- ¿Cuantos años tienes abuela?- 111 dice, ¿cuántos?, ya te lo he dicho, espeta con un toque de enfado amable. -Y entonces ¿cuántos vas a hacer?, 112, dice convencida. Ninguna de las supercentenarias actuales los tiene. Puede que la "abuela de San Román" a la que sus vecinos han recordado por las redes con intensas y emotivas felicitaciones, sea la primera en ir marcando esos pasos hacia la inmortalidad.