"Ahora los enviados especiales esperan las historias, antes íbamos a contarlas"

Manuel Ovalle: reportero gráfico medio siglo, una vida que presenta en una biografía escrita por Ana Martín

11/05/2024
 Actualizado a 11/05/2024
Ovalle con el libro que presentará en Ponferrada entre las manos.
Ovalle con el libro que presentará en Ponferrada entre las manos.

 ‘Ovalle, reportero gráfico’ es la biografía de una historia, la de Manuel Ovalle, el ojito derecho de las historias que hemos conocido desde él. Reportero durante medio siglo, no ha colgado nunca la cámara y ha sido ella la que le ha hecho quien es, el hombre que siempre ha querido ser voz de los que no la tenían y de dar a conocer lo que otros callaban con un discurso en imágenes. Conseguir que en Haití se dignificara la muerte gracias a sus imágenes, y salvarse de la guadaña, solo por querer hablar destrás de la cámara, cuatro veces, dan por buena una vida que ahora quiere inmortalizar con el texto de la periodista Ana Martín con la que lleva años conversando para sacar adelante 28 capítulos que relatan su historia y la del mundo. Un reporterismo que añora, ahora que las tecnologías prefieren las prisas que la verdad. Eso es lo que enseña el berciano Manuel Ovalle, que el día 16 estará en Ponferrada desentrañando los pormenores de este libro de la editorial Niebla. 

-¿Por qué este libro y por qué ahora?
-Cumplo 50 años en esta profesión, de los que 47 los he pasado detrás de una cámara contando lo que pasaba en el mundo. Los últimos cinco años de mi vida profesional estuve trabajando en la correponsalía de Andalucía Occidental. Allí me presentaron a una periodista, Ana Martín y, a partir de entonces, fue un flechazo literario. Nos vimos dos días a la semana para contar esta historia. Me acordaba perfectamente de todo. Después, pedí un prólogo. Me puse en contacto con muchos periodistas y todos me dijeron que sí. Eso me emocionó. Llevaba dos años jubilado y ahora estamos presentando el libro por 40 ciudades con una respuesta impresionante. Hablamos de un reporterismo que ahora no existe.

- ¿Le disgusta la manera de trabajar en el periodismo actual?
- Hay que ir con los tiempos...pero antes, hasta que nosotros no hacíamos nuestro trabajo, no se conocía lo que pasaba. Ahora hay demasiada información. Hay un párrafo del prólogo de Arturo Pérez Reverte que lo dice, habla de la «curtida estirpe de cazadores de noticias e imágenes», que no eran «disciplinados funcionarios». Ahora se envían a reporteros a esperar historias, antes las teníamos que contar. Ahora se graban cosas desde el propio conflicto y se pasan por teléfono. Se envía lo que interesa enviar, no se personaliza. Antes se contrastaba, ahora hay que esperar...y eso no es periodismo.

-¿Hubiera «tragado» con esa forma de trabajar en su época activa?, ¿por qué cree que se «traga» ahora?
-Porque el crecimiento tecnológico da lugar a que esto suceda, pero nosotros no hubiéramos pasado por eso. El periodista debe contrastar y que no le digan qué tiene que preguntar. Antes éramos testigos de lo que pasaba, ahora no, es lo que te envían lo que se emite.

-Entonces este libro habla de un pasado que ya no existe...
-Es el relato de finales del siglo XX, cuando se daba el reporterismo. Ahora, que no se contraste, da lugar a noticias falsas. Y las redes sociales dan lugar a que se engañe.

-Pero, ser los ojos únicos de una realidad ¿es una cámara que pesa mucho sobre los hombros?
- Yo comencé en el año 74, siendo un niño de 19 años. Tenía la responsabilidad de grabar el entierro de Francisco Franco en ese momento. Tenía que tener cuidado que la película no se velara. No había más material y se hubiera perdido la memoria histórica. Era una responsabilidad con esa historia. Ha sido un privilegio para mí trabajar en lo que me ha gustado y soy afortunado por haberlo hecho. Antes, hasta que nosotros no contábamos las cosas, no se sabían y ahora es tarde retransmitir lo que ha pasado hace tres minutos. Estamos demasiado informados, pero no quiere decir que tengamos una información veraz.

-Ser berciano ¿le marca a uno esa mirada con la que ver el mundo?
-Yo recuerdo estar en el Bar El Feo, donde veía por la tele cosas de un hombre aventurero ( Miguel de la Quadra-Salcedo). Tuve la suerte de conocerlo porque me enamoraba lo que hacía. Trabajé con él. Del Bierzo éramos pocos los que estábamos en televisión, Mercedes Rodríguez y yo. Con este libro, el primero que se publica como reportero gráfico, se pone rostro a personas invisibles. Le da el protagonismo que nunca han tenido. Cuando vemos imágenes en la televisión no nos damos cuenta de que alguien tuvo que grabarlas. Se les da notoriedad a esas cámaras que eran importantes y que, como me sucedió a mí, estamos vivos por intuición, en algunos casos. 

-¿Hay imágenes que se le han quedado clavadas de por vida? , ¿algunas que le hayan incluso dado un giro a su vida, o se quedaban en el escenario laboral?
-Recuerdo, en el terremoto de Haití. Hubo unas imágenes que nos impactaron mucho. Era el tratamiento de la muerte. Los cadáveres y los escombros se tiraban en el mismo sitio. Y grabamos aquello, pero nos amenazaron y nos quisieron quitar las cámaras. Yo acepté que me quitaran la cinta, pero era una cinta virgen, la que tenía las imágenes conseguimos esconderla. Y lo dimos a conocer, lo que se pudo, porque eran imágenes muy duras. Aquello fue lo que hizo que la ONU obligara a Haití a dignificar a sus muertos y no tirarlos de aquel modo. Solo con esa acción doy por satisfecha toda mi carrera. 

-¿Uno se jubila alguna vez de esta profesión?
-No me he jubilado nunca. Tengo casi 70 años pero, eso de jubilarse es un deber, no una obligación. Las noticias cada vez son más y me da envidia sana ver a compañeros en zonas de conflicto. Hoy estaría allí, pero hay que dar paso a otros.

-Si se para a hacer balance de su vida laboral de reportero ¿cómo la explicaría?
-Se me han pasado los 50 años volando. Han sido muy intensos. Siempre salía a trabajar con una ilusión tremenda. El ir a trabajar así, esperar a que amaneciera para ir con ganas me hace pensar que he sido un privilegiado. He tenido mucha suerte. Fueron 15 guerras las que cubrimos y es una lotería haberlas podido contar y dar voz y visibilidad a los que sufren. Esta es una profesión diferente, que se sale de lo cotidiano. No es eso de levantarse a una hora, entrar a trabajar y salir a otra. En esta profesión sabes cuando empiezas pero no cuando acabas. Mi única arma ha sido la cámara. He estado a punto de morir cuatro veces y, gracias a mi ojo derecho, he conseguido que se viera lo que sucedía con las personas vulnerables. Todos somos iguales, pero algo es fundamental saberlo, que unas padecen más que otras. Y yo he sido su portavoz.

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