Ángel Fernández Díaz: "El ictus sigue siendo una epidemia y es importante saber reconocerlo a tiempo"

Ángel Fernández Díaz es neurólogo del Hospital del Bierzo y publica el libro 'Ictus. Cinco letras que cambian tu vida'

Laura Sánchez (Ical)
02/11/2024
 Actualizado a 02/11/2024
Ángel Fernández Díaz es neurólogo del Hospital del Bierzo y publica el libro 'Ictus. Cinco letras que cambian tu vida'. | ICAL
Ángel Fernández Díaz es neurólogo del Hospital del Bierzo y publica el libro 'Ictus. Cinco letras que cambian tu vida'. | ICAL

Ángel Fernández Díaz es neurólogo en el Hospital del Bierzo, donde trata principalmente patologías relacionadas con epilepsias de difícil control, problemas neuromusculares, patologías del sueño e ictus. Precisamente a esta enfermedad dedica su segundo libro, titulado ‘Ictus. Cinco letras que cambian tu vida’ que busca ser un manual para los pacientes y sus cuidadores, que se enfrentan a una nueva vida. El texto se acaba de publicar, casi coincidiendo con el Día Mundial del Ictus, que se conmemoró el 29 de octubre. 

Lo primero, para que la ciudadanía sepa de qué estamos hablando, es conocer ¿qué es el ictus? 

Es un problema de riego cerebral, en términos coloquiales. O bien hay una arteria o una vena que se obstruye y no pasa la sangre, lo que provoca que esa zona se quede sin riego y muera o esa arteria o vena se rompe y la sangre se acumula en el cerebro, provocando lo que se conoce como derrame. 

¿Cuáles son las secuelas?

Se calcula que en el caso de estos ictus donde se tapa una arteria y quedamos sin riego, cada minuto que pasa se pierden dos millones de neuronas. Lo que va a suceder es que esa persona o hablará mal o no va poder mover bien una pierna o un brazo o su estado mental va a cambiar. A veces, con suerte, esos síntomas se pueden revertir pero ni no actuamos rápido es muy probable que persistan y la calidad de vida se va a ver muy deteriorada, si no hay un fallecimiento antes. 

¿En qué casos es más fácil revertir las secuelas?

El tiempo es fundamental. Eso se traduce en “corre al hospital más cercano para tomar medidas”. A día de hoy tenemos más herramientas para tratar el ictus provocado por el taponamiento de una arteria que para el que produce un derrame. Ha avanzado mucho más el primero y las hemorragias son peores porque producen más discapacidad y más muertes. 

¿Cuál es la cifra de afectados?

Se calcula que en España unas 120.000 personas al año sufren un ictus y de esas mueren unas 25.000. El resto queda con diferentes grados de secuelas y discapacidades. En el Bierzo, el número es alto, podemos hablar de entre 200 y 250 al año. El Hospital de León, que es nuestra referencia para determinados procedimientos, recibe una tasa de unos 1.200 pacientes por año con ictus entre las zonas de León, Bierzo y norte de Zamora. 

¿Cuáles son los síntomas que podemos identificar como un posible ictus?

Existe una serie de sintomatología muy variada que a veces hace que sea muy difícil detectar que una persona está sufriendo un ictus, pero hay una serie de puntos que cuando aparecen son altamente sugerentes. Con que aparezca uno de ellos ya tendríamos que ponernos en alerta. Son dificultad para hablar, un lado de la cara paralizada o incapacidad para mover una pierna o un brazo. Si aparece algo de esto habría que activar la cadena de código ictus que permite que se traslade al hospital más cercano.

¿Cómo podemos prevenirlos?

Lo más importante es el ejercicio físico, es fundamental para prevenir enfermedades cerebrovasculares. Incluso en los que ya han sufrido un ictus la práctica de ejercicio ayuda a que la mortalidad disminuya. También hay que evitar el consumo de tabaco, el excesivo consumo de alcohol y luego hay otros condicionantes que no podemos controlar, como la contaminación ambiental. Y es necesario hacer controles de colesterol, azúcar y otros parámetros. Es muy importante dormir bien, tener un sueño de calidad. Se está viendo que es un factor protector. 

¿Cómo se atiende en el Bierzo a los ictus? ¿Con qué medios y tratamientos cuentan?

En España solo hay 17 unidades de ictus acreditadas. Aquí lo que hay es un equipo de atención entre neurología, urgencias y UCI. Tenemos acceso a una serie de tratamientos, sobre todo a la terapia fibrinolítica que consiste en, mediante una inyección intravenosa, intentar romper ese coágulo que se provoca. Si tuviéramos que hacer una trombectomía, una especie de cateterismo cerebral, es necesario trasladar al paciente a León. Ahí tenemos el mayor ‘pero’, que es la demora en el traslado porque otros centros de referencia tienen menos puertos de montaña o menos distancia geográfica que entre el Bierzo y León. 

Después del ingreso en planta y el tratamiento llega la segunda parte, que es la rehabilitación…

Esa es la parte fundamental. Si logramos que quede sin secuelas nos felicitamos todos pero si queda con ellas hay que programar rehabilitaciones físicas y psíquicas. Terapia ocupacional para que la persona no sólo pueda mantenerse de pie sino que pueda realizar actividades de su vida diaria. También la rehabilitación logopédica y cognitiva. En estas partes aún tenemos mucho que avanzar a nivel nacional. 

Precisamente esta semana se conmemoró el Día Mundial del Ictus. ¿Cuál es el mensaje que se quiere enviar?

Básicamente que el ictus sigue siendo una epidemia y es importante saber reconocerlo a tiempo para lograr acortar la atención y tener una mayor supervivencia y calidad de vida. Y hay que seguir trabajando para que cualquier persona que haya sufrido un ictus no se quede fuera del circuito. Es muy importante el incremento del movimiento asociativo de enfermos y familiares porque con muchas voces se llega a más sitios. 

Lleva años tratando esta patología y ahora has decidido publicar un libro sobre ella. ¿Con qué objetivo?

Esto nace de una observación durante mucho tiempo, especialmente la época post-covid en la cual veíamos que cuando los recursos estaban desbordados, ibas con mucha rapidez y no podías pararte lo suficiente para atender a las familias, te dabas cuenta de que cuando se iban a ir para casa estaban muy nerviosos y tensos. La gente no estaba preparada, en el sentido de que no entendía muchos aspectos de por qué su familiar no le reconoce, por qué solo le habla si se coloca en su lado derecho pero no en el izquierdo, por qué se agita, se atraganta...Esto hay dos maneras de abordarlo: o pararte uno por uno dando explicaciones o preparar un libro para explicar cómo se puede ayudar al paciente y a sus cuidadores el por qué de sus síntomas y cómo actuar. Es una especie de manual de supervivencia. 

¿Cuáles son las claves de este manual?

Lo primero que explico es que deben estar preparados mentalmente para la vuelta a casa. Tendremos que aprender a adaptarnos y saber cómo deben alimentarse, cómo pueden aprender a tragar nuevamente, colocar una extremidad que está paralizada o cómo evitar la aparición de contracturas y heridas. También hacemos referencia a otros aspectos de la vida, que quizá quedan más apartados, como las relaciones íntimas. O hablamos de asuntos que les preocupan, como aspectos relacionados con el carnet de conducir, las ayudas a las que tienen derecho o por qué les cuesta ir al baño. Hemos cogido los principales problemas que los cuidadores nos trasladaron. 

¿Destacaría algo más de este texto?

Es un libro para gente de la calle, no para especialistas. Está pensado para la gente que tiene a su madre, su padre, su marido o un hijo en casa con un ictus y no sabe qué hacer ni entiende el por qué de algunas cosas. Está escrito en capítulos cortos, de seis u ocho páginas y de una manera fácil, con lenguaje claro y accesible. También hay enlaces a otras fuentes y recursos para que puedan ampliar información, como por ejemplo ilustraciones de cómo mover o levantar a un paciente que está en la cama. Pretende ser un manual útil

¿Con qué colaboraciones ha contado?

Hay una serie de capítulos en los que me han asesorado dos compañeras del hospital, que son Blanca y Carmen. Y hay un capítulo dedicado íntegramente a la sexualidad de la mano de la sexóloga Rosa María Montaña. 

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