Recordar los días de escuela implica, casi siempre, una reacción emocional y una carga nostálgica. García Márquez decía que la memoria tiende a eliminar los malos recuerdos y a magnificar los buenos. Gracias a ello, pensaba el escritor, logramos sobrellevar el pasado. El placer de recordar es precisamente lo que unió este sábado a los antiguos aprendices de la Escuela de Aprendizaje Santa María de Compostilla, fundada el 4 de octubre de 1951 en los edificios de talleres de Endesa, para participar en el XXV encuentro anual.
Desde ciudades como Santander, Gijón, Pontevedra o Madrid, más de un centenar de los que aprendieron el oficio al abrigo de los primeros humos de Endesa en el Bierzo han regresado más de medio siglo después para compartir con sus ex compañeros de pupitre algunas anécdotas y, sobre todo, buenos recuerdos. «Era una gran escuela, salías muy bien preparado y con la categoría de oficial de tercera», cuenta el promotor de los encuentros que formó parte de la promoción de 1953, Antonio Mourenza, quien asegura que la buena imagen de la escuela era «primordial» para abrirse camino en el mercado laboral.
«Un compañero salió de la escuela con una carta de recomendación escrita por el director, Antonio Benítez, y al día siguiente estaba colocado en un puesto en Alemania», asegura. Los estudios se componían de tres cursos (dos de enseñanza elemental y uno especial) con formación teórico-práctica y una reválida al final. Además, a primera hora de la mañana los aprendices tenían una hora de gimnasia en las instalaciones de Compostilla, antes de entrar al taller.
Los jóvenes empezaban sus estudios con los 14 años cumplidos y los profesores eran ingenieros, médicos y técnicos de la propia factoría que compatibilizan su trabajo con la labor pedagógica de forma vocacional y sin recibir ninguna contraprestación económica por esa labor. «El aliciente eran unos viajes a Asturias o a Galicia, eso hoy es impensable», apostilla Mourenza.De esta manera, entre 1951 y 1958, cerca de medio millar de jóvenes del Bierzo, pero también llegados de otros lugares de España como Andalucía, Extremadura y Galicia, principalmente, aprendieron oficios como soldadores, torneros, fresadores o electricistas, que después serían los que desempeñarían hasta jubilarse. Buena parte de ellos, terminaron su etapa laboral en la central térmica, aunque otros se ganaron la vida en Venezuela, Panamá, Brasil o Alemania. La primera escuela de aprendizaje que tuvo el Bierzo fue fundada por el ingeniero de Endesa Antonio Benítez Sánchez Cortés y en ella se publicaba un quincenario titulado ‘Mañana’, del que se llegaron a sacar a la calle uno 150 números. La publicación recogía información sobre la actualidad de la escuela (notas de clase, concursos de oficios o cursillos), pero además ofrecía las primeras crónicas de la Sociedad Deportiva Ponferradina y algunas noticias que reflejan el compromiso social de la térmica en aquellos años. Por ejemplo, el reparto de juguetes que realizaba Endesa por Navidad en el barrio de La Placa para los niños sin recursos o las canastillas con pañales que regalaba en estas fechas a los obreros. «Hoy en día las empresas han perdido la parte social», lamenta Antonio Mourenza, que recuerda cómo la central tenía a disposición de los trabajadores un médico en Madrid que atendía a toda la familia.De hecho, era un época en que se pensaba que la formación de especialistas era un deber de todas las empresas industriales. Con ese compromiso empezó a caminar la escuela hasta crearse en la capital berciana la Escuela Sindical de Formación Profesional (convertida actualmente en el instituto Virgen de La Encina).Otro de los méritos que se atribuye a los antiguos aprendices de Endesa es la construcción del campo de fútbol de Compostilla (renombrado como Campo Vicente del Bosque), que hasta la pasada temporada era utilizado de forma esporádica por los jugadores de la Ponferradina en los entrenamientos.
Más de medio siglo después de aquellas lecciones que ahora forman parte de la historia pedagógica, profesional y humana de la ciudad, algunos de los aprendices y también dos profesores, José Ramírez y Algimiro Silva, participaron este sábado en una visita a la factoría de palas eólicas LM, ubicada en Santo Tomás de las Ollas, y en una misa en la basílica de La Encina para recordar a los que ya no están. Además, en este XXV encuentro los antiguos compañeros compartieron una comida en el Restaurante Azul de Montearenas y una cena de despedida hasta el próximo año en el Hotel Madrid de Ponferrada.
Con los chascarrillos de antaño, recordando con simpatía su primer sueldo de 200 de las antiguas pesetas y comentando aquellos lastimosos primeros golpes con el martillo y el cortafríos, los aprendices brindaron por los días de escuela. Una época en la que las heladas, los madrugones, la leche en polvo y los golpetazos en el dedo, ahora se recuerdan con la dulzura amable del paso del tiempo. Porque las cosas nunca son blancas o negras y los momentos no siempre son perfectos, pero los recuerdos... Esos siempre merecen la pena.
Aquella Endesa que creó escuela
Los alumnos del antiguo Centro de Aprendices de Compostilla organizan su XXV encuentro anual más de medio siglo después de la apertura de la central térmica
04/10/2015
Actualizado a
18/09/2019
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