Recuerdos viejos, entrañables. Recuerdos que arañan las entrañas cuando los evoco. Recuerdos de aquellos mineros a los que de niño oíahablar de testeros y de ramplas, de mampostas y costeros. De las guías y de los cortes, de polvo y de silicosis. Recuerdos de gente con bota y fardela que avanzaban con caminar pausado en dirección a la bocamina. Escasos de ropa y de calor. Una vieja lámpara, mejor, «así no se ve el peligro». Jornadas de silencio y oscuridad, algunas indicaciones al ayudante y empiezan a «dar la tira».
La rampla les espera estrecha y mojada. Solo la madera para el día conserva el color natural. Lo demás todo negro, toda su vida allí dentro es negra. Oscura como la noche, sin luna y sin estrellas Las mampostas aullando y el peligro acechando siempre sobre sus cabezas.
-¡¡¡Ten cuidado chaval que hoy la mina está tirando mucho!!!
Más silencio, se purga la manga, se enrosca al martillo y comienza la faena. El martillo atruena en el estrecho agujero y el carbón empieza a bajar por las chapas hasta la compuerta.
Primeros metros avanzados, primeras toneladas de carbón arrancadas a la capa.
-Vamos a postear esta jugada.
Un bastidor, tres puntalas bien apretadas. Trago de vino para refrescar y lavar la boca y a picar de nuevo. Sin guantes, sin mascarilla, a pulmón abierto, «es que con mascarilla me ahogo».
-¡¡Guaje, aprieta la palomilla de la manga que hay poco viento!! debe de haber alguna fuga.
De nuevo el martillo retumba atronador. Otra jugada y nos largamos, que esto está muy malo.
Cinco o seis horas en aquel infierno, de rodillas, sin poder erguirse. Sin aire para respirar, sin luz para detectar el peligro pero con la intuición de saber que acecha.
-Este jornal cayó, mañana será otro día.
Con el cuerpo resbalando por la roca bajan hasta la galería. La ropa empapada en agua y sudor. Otro trago de vino para enjuagar la boca, lo escupe para el hastial y enfilan hacia la bocamina. Reciben el primer soplo de brisa fresca en la cara. Aire limpio que llena sus pulmones y que les invita a caminar más rápido.
En el cuarto de aseo la rutina de siempre, quitar la ropa mojada, ponerla a secar para el día siguiente y fumar lentamente un cigarro. En el humo de ese cigarrose esfuman los crujidos de la madera y el estallido de la rampla. Una larga ducha caliente.
Recios brazos, ancho pecho y el polvo del carbón que se resiste a despegarse de esa piel de minero. Piel brava de gente serena. Mirada tranquila, no exenta de valor y de miedo. Recuerdos de gente curtida en derrabes y encierros.
Gente reivindicativa y solidaria. Días de lucha obrera y de huelgas generales. De manifestaciones y guerrillas contra la policía. Marchas negras y canciones protestas.
Santa Bárbara bendita, patrona de los mineros, se acabó la minería y te quedaste sin mineros a quien proteger, pero cada 4 de diciembre te seguimos recordando como el primer día de trabajo y de miedo. Algunosoptimistas tiran algunos petardos que quieren sonar a fiesta, aunque haya poco que celebrar. Sólo queda el recuerdo de sus corazones indomables, el ejemplo de lo que un minero debe ser.
Hoy y siempre VIVA LA GENTE MINERA.
Apolinar Suárez es ex-trabajador minero asturiano y vecino de Ponferrada
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