El acelerado cambio en nuestros modos de vida, da lugar a la desaparición y al olvido de situaciones, labores y objetos que durante siglos formaron parte de la vida cotidiana y desempeñaron funciones muy importantes. Este es el caso de las arcas, término o mojones que durante siglos (milenios tal vez) han servido para delimitar en el terreno diversas superficies, sean fincas particulares, montes comunales o términos jurisdiccionales.
Hace algunos años, el que era alcalde del Ayuntamiento de Castropodame, me comentó que la previsión es que en el futuro (incluso ya ahora), las fincas resultantes de los procesos de concentración parcelaria; ya no se amojonen. En vez de ello se elaborarán listados de coordenadas de las esquinas (puntos) donde han de ubicarse lo que hasta aquí han sido, los términos o mojones. Creo que es una buena idea, siempre y cuando eso si, el acceso a esos datos ( unas extensas relaciones de números), sea muy sencillo ( con un teléfono móvil corriente por ejemplo) y claro está el ciudadano corriente tenga unos conocimientos adecuados y suficientes de lo que son las coordenadas.
Ello sin embargo no supone en modo alguno, (más bien al contrario) que tengamos que olvidarnos por completo de los términos que aún existen en una abrumadora cantidad de casos, tanto para delimitar pequeñas propiedades (un huerto de varias decenas de metros cuadrados por ejemplo) o extensiones de terreno de cientos de hectáreas que suelen conformar bien el término anejo de una entidad local menor (pedanía) o bien el término de un municipio.
La función de los términos para delimitar un terreno es la misma tanto si se trata de un pequeño huerto, como si es un extenso término municipal. No obstante, lo habitual es que los mojones que delimitan un terreno muy extenso, sean piedras o acumulaciones de estas mucho más grandes y evidentes que las de un pequeño huerto. En este artículo me ocuparé esencialmente de los términos de las pedanías y de los municipios.
En los mapas de los años 20 del pasado siglo, que elaboró el Instituto Geográfico y Estadístico, se denomina término anejo al de una pedanía y término municipal al del municipio al que pertenece esa entidad local menor.
Por motivos personales (cargos en la política y administración local y además por mi dedicación profesional a la topografía y similares), desde hace décadas me he dedicado al análisis de este asunto. Además, desde que era un joven de unos 20 años, también me ha gustado la investigación de la historia local. Así pues… «la situación perfecta».
La historia
Por lo que yo conozco el origen de los términos de los pueblos y de los ayuntamientos hay que buscarlo en los desaparecidos dezmarios o dezmerías de las parroquias. Cada parroquia tenía la costumbre de cobrar una serie de impuestos a las fincas que se ubicaban en el entorno más o menos lejano de la iglesia parroquial. Los vecinos de la parroquia eran exactamente los mismos que los del pueblo y así las tierras tanto de propiedad privada como de propiedad comunal (montes por ejemplo) sujetas al dominio de la parroquia eran las mismas que dependían del concejo. Los límites de este conjunto de terrenos era preciso determinarlos bien y se hacía del único modo que era posible: mediante mojones, también llamadas arcas o términos.
El número de mojones era suficiente, cuando desde uno, a simple vista, se veían las posiciones del anterior y el siguiente. Si esto no ocurría había que colocar «guiones». También era aceptable la existencia de líneas de referencia ininterrumpidas entre mojones que fuesen visibles y reconocibles con facilidad como el trazado de un afloramiento rocoso, el fondo de un valle o la línea de crestas entre dos valles. La cuestión era que se supiese qué fincas o qué parte de montes quedaban dentro o fuera de un término. Incluso a veces se dio el caso de que una fracción de una finca pequeña estaba dentro de un término y otra (otras tal vez) en otro u otros. He visto documentados casos de estos en el deslinde del que fuera Coto Rodondo de Santa María Magdalena, que pertenecía al Monasterio de San Miguel de las Dueñas.
Hace siglos (incluso sólo unas décadas) la presencia de personas de modo continuo era habitual en fincas y montes y por ello resultaban muy reconocibles los mojones. Dado su gran tamaño, resultaban difíciles de mover y aun cuando se movieren la presencia tan habitual de personas en el campo, daba lugar a que, con bastante facilidad, ello se descubriese. Por esto, en las actas de deslinde se citaba a los mojones por su nombre (’Mojón de El Molino’ por ejemplo) asumiendo que era ya suficiente para su identificación.
Una de las tareas que año tras año (por norma general entiendo) se hacía era revisar la ubicación de esos mojones. Lo hacían lógicamente representantes de las partes afectadas (la parroquia y/o el concejo). Se levantaba acta, pero eran actas por lo general muy escasas en datos numéricos. Un grave inconveniente. Se empleaban expresiones tales como distancia de un tiro de piedra o un tiro de ballesta por ejemplo.
Por lo que yo veo se confiaba en que eran mojones fácilmente reconocibles e identificables y así las actas citadas eran un relato de la visita y revisión de los mismos pero sin señalar, como debiera ser distancias y direcciones. Esas actas, y como norma general, tienen muy poca validez para delimitar hoy en día los deslindes de los pueblos. Otro tema es que, a partir de deslindes actuales bien trazados, se puedan reconocer antiguos parajes. Los parejes y por definición son terrenos de límites imprecisos y de nombres a menudo confusos, por cambiantes en el espacio/tiempo.
En el siglo XVIII, se recurrió con cierta frecuencia a la práctica de realizar croquis del terreno e incluso pintar unos cuadros que eran un intento de «fotografiar» y dibujar el terreno deslindado. El ingeniero David González Hernández, conoce bastante de este punto concreto. Sin embargo, no sería hasta bien avanzado el pasado siglo XX, cuando se levantaron planos topográficos (Instituto Geográfico y Estadístico), que hoy podemos considerar correctos y aceptables. Luego hablaré de ellos. Cuando estos «modernos» planos se realizaron hacía ya casi un siglo que la ancestral división administra había desaparecido y ello dio lugar a que considerables trazas de algunos deslindes, hubieran caído en el olvido.
Deslindes modernos del siglo XX
Por razones que no viene al caso explicar, no sería hasta las primeras décadas del pasado siglo XX, cuando se realizaron trabajos topográficos que aún sirven para replantear deslindes sobre el terreno con rigor aceptable. No voy a entrar en detalles, pero, a grandes rasgos, hay que señalar que los trabajos efectuados hace aproximadamente un siglo por el entonces Instituto Geográfico y Estadístico (hoy IGN) lo que hicieron fue determinar las distancias y los rumbos (con brújula) de todos los lados de las figuras poligonales, que forman los deslindes de cualquier término. Solamente los topógrafos experimentados y técnicos con formación similar, son capaces de analizar de modo correcto los trabajos del IGN. Estoy decidido a realizar un estudio de carácter muy técnico referido al termino (anejo /municipal) de Castropodame, pero no procede exponer detalles en este artículo de divulgación elemental.
El asunto es que aún en nuestros días, el tema de los mojones sigue siendo importante por razones que lo siguen siendo tras muchos siglos: el dinero. Los pueblos en cuyos montes hay aerogeneradores saben algo de este tema. Por tanto la pregunta que muchos alcaldes se hacen es hasta qué punto es posible reconstruir o replantear sobre el terreno los viejos deslindes. Pues bien, a los efectos de delimitar un monte para el aprovechamiento de pastos, leña o caza; los planos y otros datos de los años 20 del pasado siglo son una herramienta esencial, suficiente y muy precisa. Otro asunto es si queremos afinar más, es decir, si queremos saber la traza del deslinde de un monte con indeterminación de sólo más o menos un metro.
En este caso el asunto es más complicado. Aunque el público en general no está muy al tanto de este detalle, lo cierto es que siempre, en cualquier operación de medida, se comenten errores. Estos a veces son tolerables y otras no. En los replanteos que en su caso sea preciso hacer en la actualidad, es imprescindible volver a medir; tomando como referencia los viejos mojones conservados y cualquier otro elemento antiguo de referencia. Por este motivo es esencial que los mojones y otras referencias antiguas, que aún permanezcan, se conserven. Cuantas más referencias antiguas mayor posibilidad de reconstruir la traza de los ancestrales deslindes. Esas antiguas referencias sirven para cuantificar el error, que se cometió al levantar los viejos planos del IGN y en consecuencia se pueden corregir. Esta es la cuestión.
La Cuestión Legal
Luego está el tema puramente legal, pero esto hay que preguntarlo a los abogados y entendidos en leyes. Cuando hace un siglo se realizaron medidas sobre deslindes de ayuntamientos y pedanías, se debieron dejar sobre el terreno estaquillas de menos de 5 centímetros de grosor, que representaban los puntos sobre los que se emplazaron los teodolitos de entonces o los que señalaban sobre el terreno la traza del deslinde. Trazar hoy día un antiguos deslinde con un error máximo de 5 centímetros es imposible. Si hablamos de sólo un metro yo entiendo que lo mismo. Si nos vamos a más o menos 5 metros…ya nos vamos aproximando y así podríamos seguir analizando casos y cifras.
El asunto es que si es imperativo trazar el deslinde para saber si el poste de un tendido eléctrico -por ejemplo- esta dentro o fuera de un término municipal o anejo; la cuestión es peliaguda. Dejar sin trazar el deslinde puede dar lugar a problemas legales y de otro tipo, así pues a menudo la mejor opción es que sea el organismo competente y legalmente aceptado (el Instituto Geográfico Nacional de España creo yo) quien lo lleve a cabo lo mejor que sea capaz. A quien quiera desconfiar de que pueda haber errores, cabría decirle que esos errores (imposibles de detectar en muchos casos); pueden ser a favor…o en contra.