En el caso de hoy, además de eso, también corre Cacabelos, puro Cacabelos. Pocas personas están tan orgullosas de sus raíces, y pocas lo muestran tan abiertamente, como Jose Yebra. A Yebra ya lo conoces de otras cartas, y es que por aquí ya han pasado sus poemarios y su anterior libro, Cacabelos stories. No lo sé, y lo he comentado en alguna ocasión, pero creo que si existiera el concepto de poesía punk, él sería uno de sus máximos exponentes; al igual que si existiera la rama literaria de la prosa punk, de la que también sería el rey.
Al igual que en Cacabelos stories, en Cacabelos connection podrás encontrar un recopilatorio de relatos que sirven para divertirse, reflexionar y pasar un buen rato de la literatura más directa y esencial, aquella que nos conecta con lo que nos rodea, con lo más cercano, con lo que el autor vive o ha vivido en su día a día.
Yebra comienza con uno de los relatos más brutales que he leído últimamente. Y no, papá, no es una exageración o un halago, es la realidad. Qué difícil debió ser descubrir lo que en él se cuenta, que complejo escribirlo, que valiente decidir dejarlo plasmado. Titulado Me, myself and I, podemos leer: «Dejando a un lado el tono irónico anteriormente empleado, he de decir que, a pesar de las extrañas circunstancias de mi fallecimiento, fui más que generoso en su momento». Yebra nos cuenta, en estas páginas de relectura pausada, el motivo de su nombre y la compleja historia que esconde.
En este recorrido por la memoria que nos regalada, muchos de sus textos están envueltos en el papel del regalo de la nostalgia, llevándonos a instantes ya pasados que él rescata para escribir sobre ellos. No lo sé, pero sospecho que varios de ellos estaban encajados en Cacabelos stories, pero por algún motivo tuvieron que esperara hasta este nuevo capítulo de su historia.
En Ser pobre en Pieros: gato por liebre, descubrimos una anécdota bien llamativa, que comienza con un profundo pensamiento que encierra mucho más, y que nos lleva hasta la pregunta de lo importante o no del concepto de pertenencia: «Yo, de pequeño, nunca supe si era de pueblo o de ciudad. Mi realidad era la que tenía antes mis ojos y, aunque leía muchísimo, mi imaginación no establecía diferencias entre tamaños y distancias». Venga, otro ejemplo de apertura a su propia historia, como el que podemos encontrar, en este caso en O peirón na branca de Zarréu (un berciano en la nieve de Cerredo): «Yo, que soy de Cacabelos, aprovechaba algún día para ir de regreso a mi pueblo con el secretario del centro, Manolo, que era de Ponferrada y viajaba cada día desde allí hasta Cerredo por la vía que Vitorino, el gran cacique de las minas de Cerredo, había habilitado años antes para facilitar el transporte del carbón». En este caso, Yebra nos lleva hasta sus comienzos como profesor de inglés. También podremos adentrarnos, a través de Cacabelos connection, en el tiempo que el escritor y poeta pasó en el Reino Unido, cuando daba sus primeros pasos en la enseñanza. Esta parte del libro, he de confesarlo, que me ha encantado. Me he servido de sus recuerdos y sus ojos para sentirme en su piel.
Textos como Los toreros, una aventura en Crystal Palace bien merecen dos o tres lecturas pausadas. Te extraigo una parte del mismo para abrirte la curiosidad por leerlo: «En la vorágine de este proceso, que vino a durar unos dos meses, fue cuando encontré este lugar increíble llamado Los Toreros, un bar de tapas situado en Westow Road, Crystal Palace, justo enfrente del Safeway, el supermercado más cercano que teníamos en el barrio. Un jueves volviendo de la compra muy cargados, nos fijamos en un cartel que habían pegado en la puerta de Los Toreos, Spanish speaking staff required, y, sin dudarlo ni medio segundo, entramos allí a preguntar». Recomiendo su lectura, sin ninguna duda. Como también recomiendo, encarecidamente, tanto por lo que trasmite y traslada, como por cómo lo hace, el relato Cacabelos, capital mundial de la poesía. Genial, como no podía ser de otra forma. Venga, te recomiendo otro más, por si quieres leerlos en otro orden que no sea el propio del libro. Adéntrate en Poeta patético: a poem, the making off. Otro para enmarcar, otra genialidad.
A través de estas pinceladas de Cacabelos en mayúsculas, también Yebra se sirve para relatarnos parte de la historia de un lugar tan hermoso y que tú y yo tantas veces recorrimos. Como no podía ser de otra forma, uno de los grandes nombres literarios del lugar es objeto de uno de los textos, en concreto del que lleva por título Manuela López García, poeta. Cuando llegues a él leerás que «porque Manuela, doña Manolita, como era conocida en mi casa, era eso, una grandísima poeta rodeada de admiración y cariño, lo que pude comprobar en persona cada vez que de niño pude coincidir con ella». Confieso que yo nunca la conocí, pero son muchos los que me han trasladado esa magia que encerraba. Quién sabe, ahora quizá seas tú quien está con ella, hablando de literatura y poesía, de la vida, del motivo de nuestra existencia. Seguro que sí…
Como te comentaba, a través de estas páginas podrás adentrarte en el Cacabelos de hace unas décadas y en la joven vida del que luego sería uno de sus nombres literarios más relevantes, como creo que es ya, sin duda, Jose Yebra. Teñidos de nostalgia pero sincera claridad, el autor nos lleva en varios de los textos hasta momentos que, a buen seguro, fueron de grandes vivencias, hoy en día todavía en su memoria. Ejemplo de ello es lo que escribe en Andar ós biobardos: «En fin, pues lo normal, hacíamos lo normal en aquellos tiempos: levantarnos a la hora de comer, luego ir al río por la tarde, una ronda de bares y bodegas, el parque, la Saravá!, acostarse muy tarde y no madrugar ni un pijo al día siguiente».
Como te comentaba antes, papá, Jose Yebra lleva a Cacabelos en las venas. Lo sé porque le he leído, lo sé porque lo conozco. Los distintos textos que engloban el libro así lo confiesan. Pero no solo eso, sino que, además, en algunos de ellos es el propio autor quien lo deja bien claro. Fíjate: «Lógico, yo solo entré al Alimerka a comprar pan, y tuve suerte, no sólo porque la reina Choni me dejó pasar, sino porque cualquier momento, cualquier mínima excusa es perfecta para que me acuerde de que mi pueblo es sencillamente universal». Repito, una vez más: «cualquier mínima excusa es perfecta para que me acuerde de que mi pueblo es sencillamente universal». Claro y directo como el agua. Estas frases están extraídas de La reina Choni.
Es pues, este libro, una continuación de los pensamientos y vivencias de Jose Yebra, un viaje hacia su vida y sus relatos a manos de unas páginas que seguro que quien se acerque a ellos devorará una tras otra sin detenerse. Primero nació Cacabelos stories, ahora Cacabelos connection. Ojalá, papá, Yebra nos regale una tercera parte que nos lleve a una trilogía imprescindible para conocer al autor y su amado Cacabelos.
Ojalá… Lo he dicho en alguna ocasión, seguro que te lo he comentado en varias cartas, pero es que así lo creo firmemente. Hoy en día, que todo ya existe y está contado, que todo está escrito y leído, tener la capacidad de tener un estilo propio es realmente admirable por su dificultad. Jose Yebra lo tiene. Y lo aplaudo. Creo que podría leer un texto sin saber que es de su autoría y lo identificaría como tal. Bravo por él. Eso es fantástico.
Me tengo que ir despidiendo ya, papá. Te dejo aquí una nueva carta, una Carta a ninguna parte que, sin embargo, va a la parte más importante: el recuerdo de aquello que tanto has querido.
Esta vez me voy a servir también de un texto que el propio Yebra deja escrito en uno de los relatos que ya te he mencionado, Manuela López García, poeta: «No pasa nada, los recuerdos no tienen porqué tener un carácter físico, con que pervivan en nosotros es más que suficiente». Estoy completamente de acuerdo, por eso llevo tatuado en el corazón que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.