El albergue de Pieros reconvirtió una antigua bodega de piedra de tres plantas en un lugar de acogida desde 2010 que era pasto de las llamas el 14 de diciembre. Una noche que los hijos de su propietaria, Mar Valbuena no olvidarán porque arrasó la vida que habían dibujado como familia. A las dos de la mañana, los mellizos de 17 años se dieron cuenta de que algo pasaba. Mar estaba en León en un mercado artesano. «Fue una pesadilla. Cogieron extintores pero no podían apagar aquello. El humo no les dejaba ver». El fuego estaba en la segunda planta, pero también en el techo y en el suelo. La salida estaba a punto de cerrarse y sus hijos tuvieron segundos para salir.
Era la bodega más grande de Pieros, recuerda Mar, de madera, con enormes vigas y una estampa de la que se enamoró tras hacerlo del Camino. Tras haberla comprado la habían adecuado, aunque no al completo, porque la casa centenaria era demasiado grande. Tenían dos plantas con habitaciones, la primera con un comedor «que compartíamos con los peregrinos», y con dos habitaciones con literas que podrían dar servicio a 18 personas.
Ahora todo aquello se ha quedado en muros quemados «y algún tabique que está en el aire. Todo es escombro», cuenta emocionada Mar al tiempo que asegura que «mi vida es el camino y quiero continuar, pero de otra manera», se plantea.
Aún con el susto en el cuerpo, esta vizcaína que un día quiso formar una familia en el Camino, sabe que Pieros es donde quiere estar «me gusta, tenemos en el Bierzo muchos amigos y mucho apoyo. El Ayuntamiento de Cacabelos nos ayuda y no tengo la intención de irme». Así que el albergue de Pieros, que fue uno de los primeros que nació como vegetariano, renacerá de sus cenizas «estoy proyectando reconstruirlo, pero no como estaba, sino como algo más pequeño», explica, siempre compartido con su casa, porque es algo que quiere mantener. «Sobre todo era nuestra vivienda, allí teníamos todos los recuerdos», explica.
Durante las vacaciones navideñas Mar y su familia volvieron a casa, al País Vasco. Lo hacían después de haber recibido la solidaridad de todo el Bierzo, que les permitió recuperar ropa, útiles para poder seguir viviendo, porque todo se quedó en la casa. Todo para poder hacer vida en una vivienda que les ha cedido el Ayuntamiento, preparada para este tipo de emergencias, pero que no estaba amueblada ni contaba con electrodomésticos. A su solicitud de ayuda, la respuesta fue superlativa «en cuatro días teníamos de todo. Es increíble la generosidad con la que nos han tratado», reconoce.
La historia de un sueño
El albergue El Serbal y la Luna nació de un sueño que dio lugar a una intención. Mar vivía en Galicia y quiso hacer el Camino de Santiago en el año 2000 «ahí encontré mi vocación, que siento que es la hospitalidad a los peregrinos», explica. «Fui muy bien tratada por los hospitaleros y esa semilla floreció», explica «quise acoger yo a los peregrinos. Sentía que ese era mi camino». Y en invierno de ese año ya estaba en el Bierzo, un sitio que le había gustado y donde había decidido diseñar su vida. Aquí conoció al padre de sus hijos y planteó un proyecto «que ya no fue individual, fue familiar. Decidimos usar un espacio mayor para compartir espacio familiar con los peregrinos».
Primero se decantaron por Quilós «pero no está en el Camino» y después por Cacabelos. En Pieros se pararon sus miradas «nos enamoramos de la casona. Era muy bonita», dice emocionada. En 2007 ya habían conseguido una hipoteca para comenzar las obras y arreglarla. Un largo recorrido de más de tres años, muy intenso y en el que fueron pasando cosas que también se quedaron en aquellos cimientos.
Ese año su tía falleció y le dejó la herencia para que pudieran seguir la obra «con ella pudimos acabarlo». En 2010, la inauguración estaba ya planteada para finales de año «pero mi padre enfermó» y falleció a los pocos meses. En 2011, con todo ese bagaje de sentimientos, abrió las puertas el albergue en el mes de marzo. «Era un albergue alternativo, de acogida tradicional, llevado por peregrinos que se querían quedar siendo hospitaleros». Un albergue que se usaba costeado por donativos, con sala de meditación y reposo, con conciertos que los propios peregrinos compartían… «lo hemos disfrutado mucho porque venían peregrinos que los que buscaban era esto. No lo pensamos nunca como negocio», dice Mar.
Una pandemia que lo puso al límite
Pero aquel albergue «sostén espiritual», que vivía casi con lo puesto, se vio afectado hasta la médula por una pandemia que no permitió el peregrinaje. Y ahí Mar tuvo que sacar fuerzas para pedir ayuda «porque no podíamos mantener los gastos. Yo trabajo como artesana en los mercados medievales, pero no los había. Se suspendió todo». Fueron dos años duros en los que pidieron ayuda «y peregrinos de todo el mundo consiguieron sostenerlo».
«Es un superviviente y ahora se transformará», dice. Pero para ello, Mar vuelve a lanzar un SOS en forma de ayuda para su familia «cuando entremos en la casa veremos qué podemos necesitar. Hemos tenido mucha ayuda ya, pero seguramente serán cosas de las que no nos demos cuenta y veremos al vivir allí», y de crowfunding para el nuevo albergue.
La campaña apela a las donaciones de peregrinos de cualquier país para, entre todos, y como símbolo de la convivencia que da el camino, alcanzar los 60.000 euros en los que presupuesta la reconstrucción. «Estamos recibiendo mucho apoyo y mucho cariño», reconoce «hemos vivido como familia peregrina y tengo amigos de corazón en todo el mundo gracias al albergue. Cambian las cosas pero el fondo sigue ahí», dice. La campaña está activa en la web del albergue.