Tras una inversión de 24.000 euros, de los cuales la Junta aportó el 75 por ciento y el Ayuntamiento de Ponferrada el otro 25 por ciento, los profesionales del centro aprovechan el nuevo espacio para programar actividades diarias, como labores de costura, de lectura o de cocina, que se proponen a los pacientes. Éstos «tienen la libertad de integrarse en la actividad que se está llevando a cabo en esta sala» o de acudir a cualquier otro de los puntos de referencia del centro ya que disponen de «trasiego libre», recalca Rodríguez, que señala que en otra sala, los usuarios practican una actividad en la que usan una guía adaptada para poder llamar por teléfono a comercios, restaurantes o peluquerías, con el objetivo de mantener su autonomía personal.
Mientras tanto, en la zona de cocina de la unidad de convivencia, Miguel, que trabajó de cocinero en un restaurante, organiza a sus compañeros para preparar un almuerzo con canapés elaborados con una pasta de atún, tomate y mayonesa. «Nos encanta estar aquí y disfrutar de las actividades que nos proponen», explica. Sus compañeros de mesa coinciden en destacar que el «ambiente casero» que se crea en la sala propicia que se produzcan reuniones espontáneas para charlar o jugar una timba de cartas. «Nos sentimos muy bien, porque trabajamos muy a gusto y estamos todos muy unidos», aseguran los pacientes.
Mantener sus capacidades
Los grupos que se crean son «heterogéneos» y formados por personas «con diversidad de capacidades», de manera que «cada paciente se beneficia del taller de una manera», matiza la directora del centro. «Al contrario que un niño, que cada día aprende cosas nuevas, vemos que nuestros usuarios van ‘desaprendiendo’. Lo que han ‘desaprendido’ no se toca, pero lo que todavía está preservado se intenta mantener», explica Rodríguez.
Por su parte, la terapeuta ocupacional del centro, Marta Fisteus, remarca que el «ambiente jovial y alegre» de las instalaciones colabora en el objetivo de mantener las habilidades sociales de los pacientes. «Están más tranquilos, más cómodos e integrados y se mueven con más normalidad y confianza», explica Fisteus, que recuerda que «al principio, a nivel conductual, se hacía difícil tener a 15 personas en la sala», aunque la «reeducación» también ha servido para que los terapeutas se adapten al nuevo espacio y a las nuevas exigencias del trabajo. «Aprendemos a la vez a integrarnos en el nuevo método», explica Fisteus.