Xabier Díaz (A Coruña, 1969) fue parte de una gaita que su abuelo le compró. La música de raíz le llevó por los escenarios con los Berrogüetto y ahí se comprometió con una identidad que ahora deja patente con Adufeiras de Salitre, grupo con el que trabaja desde 2014. A su lado llega a Ponferrada en una nueva gira con un disco recién parido bajo el brazo que lo dice todo. ‘Axúdame a sentir’ es lo que su abuela Obdulia le pedía. Un deseo con un mensaje sin ambages, único, y que pretende trasladar al público ponferradino desde el Teatro Bergidum este 9 de noviembre.
Es la cuarta vez que se sube a los escenarios ponferradinos y tiene un buen recuerdo del público berciano. «Hay una empatía y un cariño con una propuesta siempre». Aquí se reencuentra con amigos cosechados en una zona que está en la fina línea entre Galicia y Castilla y León «las fronteras administrativas se diluyen cuando hablamos de folklore. Compartimos muchísimas cosas». Es una relación de ida y vuelta y también un espacio en el que hizo trabajos de campo musicales en Ancares «le tengo un cariño especial en ese sentido, porque son repertorios que ido añadiendo en mis discos». «Comparto ese sentimiento de que el Bierzo es una parte de nuestra tierra», dice.
-Se presenta con la formación con la que lleva tocando desde el 2014 Adufeiras de Salitre, con la que ha sacado cuatro discos ¿qué representa esa unión?
-La última década de música a la que me he entregado. Hemos sacado cuatro discos que dan cuenta de esa sinergía y de esa unión. Para mí es el retrato más reciente de mi trayectoria. Ha sido una década muy importante porque nos ha dado un cierto lugar en el mapa del folklore peninsular. Un cierto conocimiento más allá de nuestra propia geografía. A mí me ha traído muchas alegrías y me ha dado la oportunidad de poner nuestro sello y nuestra identidad en ese momento que creo que para la música de raíz es extraordinario.
-Antes estuvo con Berrogüetto, no sé qué queda de aquella unión en su música ¿qué poso dejó?
-Más cosas de las que uno piensa. Recuerdo que trabajando en este álbum, no fue hasta pasado el período de grabación que me di cuenta de la influencia que tenía, sobre todo en lo que a cuestiones rítmicas y melódicas se refiere. Sí ha dejado impacto en mi manera de ver la música. Fue una universidad la banda. Fue una oportunidad de dar un paso más y de mejorar. Los compañeros eran maestros y fue un período maravilloso que creo que se sigue plasmando en mi música. Si buscas, lo vas a encontrar.
-Dice que la música de raíz está viviendo un buen momento ¿en qué lo percibe?
-Por las músicas de raíz se está interesando un público que antes no teníamos o no nos era fácil llegar. Teníamos un grupo que estaba cercano a estas músicas, bien porque participaba en ellas de alguna manera o era amante de la música tradicional. Pero ahora soy consciente de que viene mucha gente que no tiene esa relación tan directa con la música. Me parece un territorio conquistado y es algo que hay que celebrar.
“Hay que ponerle mucho amor a lo que haces, hacer las cosas de verdad y te lo devuelven”
-Tal vez porque coinciden en una búsqueda que supongo que usted ha tenido ¿qué ha descubierto en ella?
-Sobre todo identidad. En los tiempos que corren me parece muy importante. En esta sociedad hiperconectada, de la velocidad y el Big Data creo que cada vez está cogiendo más sentido pararse y situarse en el lugar en el que vives. Te da la capacidad de diferenciarte del resto. Es lo que han hecho los cocineros y los arquitectos desde hace mucho tiempo. Cada vez hay más sensibilidad en recuperarla y en la música creo que está ahora pasando lo mismo. La gente está hastiada de lo parecido y lo que nos da el plus es la diferencia, la identidad.
-Y ese plus puede ser el sonido de la pandereta, ¿qué encuentra en ese sonido?
-Ese sonido y el de los instrumentos que se tocaban con la mano perpetuó la música peninsular secularmente. Prescindir de él sería como decirle a los argentinos que quitaran el tango. Es un elemento diferenciador, muy marcante y que, de alguna manera, delimita muy claramente las cuestiones rítmicas y deja abierto un mapa de colores en cuanto a las melodías. Al estar construidas esas melodías por campos, nos permite hacer trabajos de rearmonización y mostrar distintas visiones de ese folklore marcado por el concurso de esos instrumentos de percusión. Nos da mucha libertad por una parte y mucha identidad.
-Treinta años detrás de esos relatos de música con pandereta, si mira atrás ¿qué ve? Y ¿qué le gustaría ver mirando hacia adelante?
-Ahora estoy mirando hacia atrás porque llevo unos meses escribiendo un libro, un cancionero con anotaciones de todo lo que ha sido ese viaje. Veo mucha fortuna, mucha suerte. Fue una escuela para mí y creo que tanto los gallegos como los bercianos tenemos una riqueza de un patrimonio extenso y ser conscientes de ello y ponerlo en valor es algo maravilloso. Veo que he entregado mi vida a algo que me ha hecho muy feliz, y que espero que me siga haciendo muy feliz en el futuro. Me siento muy afortunado y para mí los lunes son un día maravilloso, no todo el mundo lo puede decir. En un futuro, uno no sabe qué puertos va a arribar la goleta y en qué escenarios vas a tocar, qué nuevo público vas a encontrar y eso confiere una cierta sorpresa y adrenalina. Mi ambición se basa en eso, no necesito más, no necesito sonar en los 40 principales, no tengo esos deseos. Solo conocer nuevos públicos, viajar…
-Llega a Ponferrada con un disco que al tiempo es una declaración de intenciones. La abuela Obdulia dio con la clave del significado de todo, del valor de dar la mano y de hacerlo con un único fin, el de sentir ¿cómo se traslada eso a la música?
-No es demasiado difícil. Haciendo lo que hacemos somos inconscientes, pero cuando acabas el concierto viene mucha gente y te dice que has alcanzado ese objetivo. La gente necesita salir de sus rutinas, de sus miedos y ansiedades. Hay que ponerle mucho amor a lo que haces, hacer las cosas de verdad y te lo devuelven. Hay muchos días que nos vamos a dormir con esa frase que nos dice una señora que viajó al concierto y que nos dice que ha sido feliz y que le ha cambiado un poco el color de los días. Ese es un regalo tan preciado para mí que con eso me conformo.
-Tras esta gira, ¿cuáles serán sus siguientes pasos?
-El disco se editó este año y creo que hay que darle un ciclo vital. Necesito darle dos años, hacer 80 o 100 conciertos y darle vida, porque es un trabajo muy intenso. El de Ponferrada será como el concierto número 40. Hemos tocado mucho en Galicia pero nos queda cruzar el charco, viajar con él. Después de hacer un disco me suelo quedar muy vacío a nivel creativo. Tengo esa sensación y, poco a poco, noto que vuelven las ideas y que necesito volver a grabar. En este momento es cuando más a gusto nos encontramos, porque hemos tocado mucho y nos da el poso de que la banda se encuentra en un buen momento.