Carmen Álvarez Vilas siempre tuvo claro que quería ser enfermera y que cuando lo lograra, trataría de ayudar a la gente más necesitada. Su sueño era poder hacerlo en algún país de África y la vida se lo puso en bandeja cuando en 2010, a través de una Fundación de Enfermería, llegó a Santo Tomé y Príncipe, un país insular africano frente a la costa de Gabón.
La enfermera se topó con un país que la enamoró, pero el proyecto en el que viajó no fue lo que esperaba. “Era un proyecto de intercambio de enfermería pero no cuidábamos a los pacientes. Era frustrante no poder ayudar a la gente y trabajar con ellos. Es un querer y no poder”, recuerda.
Por eso en su mente surgió la idea de crear una oenegé de cooperación al desarrollo que le permitiese hacer lo que siempre había soñado: ayudar a los más desfavorecidos. Así nació ‘Cooperación Bierzo Sur’ en 2011 y desde entonces Vilas regresa cada año a este país centroafricano para intentar que la vida de sus habitantes mejore. Un sueño en el que no está sola ya que más de 200 voluntarios, además de un centenar de socios, trabajan mano a mano.
Los objetivos del colectivo son la acción humanitaria, la cooperación al desarrollo, hacer prevalecer los derechos sociales y la justicia, proteger el medio ambiente y los recursos naturales, fomentar la construcción y el urbanismo sostenible y, sobre todo, contribuir al desarrollo del país y mejorar la vida de su población.
Así llegaron a Santo Tomé y Príncipe, con una primera idea de llevar a cabo proyectos de salud. Pero según fueron conociendo la realidad del país las prioridades se ampliaron: iniciativas sociales, de educación y especialmente de ayuda a la discapacidad y a la gente mayor centran hoy en día la labor de la oenegé. De hecho han elaborado el primer censo de personas con discapacidad del país, con un plan estratégico de atención integral a niños y jóvenes en esta situación, y han impulsado un proyecto intergeneracional que busca potenciar la figura de las personas mayores como parte importante de la sociedad.
“Éste es de los pocos países de África en el que muchos de los ancianos son uno de los grupos más vulnerables, ya que en vez de ser respetados y cuidados son apartados y viven aislados de su comunidad. Creo que es por falta de conocimientos sobre el envejecimiento en todas sus áreas y por otro lado el importantísimo peso que tienen la tradición, la cultura y la religión en el país. Enfermedades como el párkinson, la demencia o el alzhéimer no se ven como enfermedades ligadas a la edad. Ante los primeros síntomas son considerados ‘feticeiros’ y se cree que están poseídos por espíritus. Los echan de casa y hasta de la comunidad. De ahí el proyecto intergeneracional”, explica.
En el área sanitaria, donde más se centra la enfermera berciana, se han realizado más de .intervenciones, que incluyen cirugías, consultas médicas, cuidados enfermeros y tratamientos de fisioterapia. Pero Vilas insiste en que hace falta todo tipo de personas, desde albañiles a cualquier otro voluntario, aunque no tenga formación. “Todo el mundo debería conocer en primera persona el otro lado del planeta donde nuestra ‘normalidad’ son necesidades sin cubrir para miles de personas”.
Un país pobre
Santo Tomé y Príncipe ofrece un paisaje idílico. Naturaleza salvaje, playas de postal. Imagen alejada del desierto de muchos países africanos. Pero detrás de esta belleza se esconde una población que vive por debajo del umbral de la pobreza, independientemente de que residan en la capital o en pueblos.
“El acceso al agua potable no está al alcance de todos y mucho menos el agua canalizada que llega a las casas. Ir y venir a las fuentes de agua comunitaria es el día a día de grandes y pequeños que cargan calderos y garrafas hasta sus casas. Hay continuos cortes de energía, por lo que tener frigoríficos es otro lujo al alcance de unos pocos. Eso obliga a conservar los ‘peixes’ y otros alimentos salados o especiados y esto condiciona mucho la alimentación y el aumento de enfermedades como la hipertensión y la diabetes”, dice Vilas.
La base de la alimentación es el arroz pero, paradójicamente, no es un país que produzca este cereal. Al ser una isla, la exportación de productos se encarece y no toda la población puede pagarlos. “Hay malnutrición, no desnutrición. La gente vive de lo que le ofrece el entorno, como frutas, hortalizas o pescado. Pero también es su fuente de ingresos. El cultivo, la pesca, lo venden en el mercado”. Y la situación no mejora. De hecho desde la pandemia ha ido a peor. “No vemos avances. La pandemia afectó mucho”, lamenta. “Santo Tomé y Príncipe no tiene nada que envidiar a la pobreza de Etiopía o el Congo. Eso sí, no existen esas guerras, el terrorismo africano. Viven en paz. Estar ‘isolados’ en medio del océano les favorece para algunas cosas”.
El país cuenta con una población de edad media, aunque muchos se están marchando, especialmente a Portugal. Vilas explica que para poder intervenir es importante conocer su cultura o su religión. La católica es mayoritaria. Hay protestantes, mormones o religiones que vienen de Brasil. También algunos musulmanes. Y hay mucha medicina tradicional que hay que conocer y que a veces es positiva. “No todo vale pero tienes que saber cómo lo hacen y por qué lo hacen. Yo estoy en contra de llevar cosas. Eso es ayuda humanitaria. No todo el mundo sabe qué es la cooperación y hasta donde podemos llegar”. Respetar su cultura también significa ayudar a preservarla. Por eso otra de las funciones que llevan a cabo es la de intentar promover las lenguas criollas para que no se pierdan.
Cooperación, no turismo
El país también recibe turismo. Cuenta con resorts hoteleros, pero son de propiedad extranjera, por lo que la riqueza no queda allí. Su belleza hace que también muchas personas que, en principio, acuden a ayudar, terminen haciendo turismo. Algo que la enfermera berciana censura. “No me gustan algunos programas que hay ahora. Muchas veces sirven de turismo. O vas a trabajar o vas de turismo. Hemos tenido algunos problemas en ese aspecto”, dice. “Mi tiempo libre, mis vacaciones, son para esto. No me gusta que haya gente que hace de la cooperación una forma de conocer el mundo. Yo prefiero centrarme en un país del que cada vez aprendes más, ves los fallos y cada vez trabajas mejor”.
Y es que 13 años en África le han hecho ver cosas que antes no veía. “Me ha aportado una mirada más crítica respecto al mundo de la cooperación y sus perversiones, en una sociedad donde el valor moral de la solidaridad es compartido y un ‘buenismo’ de superficie impera. Tenemos estereotipos de África que no se corresponden con la realidad”, denuncia.
Un conocimiento profundo que ha permitido a la oenegé berciana mejorar la atención en este país, siempre colaborando entre todos y escuchando a los que más saben. “Yo me dejo aconsejar mucho por ellos, pido opiniones. Hay gente que son mi mano derecha. Gente que conoce el país mejor que yo porque trabajan en otras áreas”.
Después de tantos años de trabajo, Carmen Álvarez Vilas siente que los ciudadanos de Santo Tomé y Príncipe son ya parte de su familia. “A mí me han dado todo. He aprendido yo más de ellos que ellos de mí”. Por eso lanza un mensaje: “Merece la pena participar alguna vez en la vida en un proyecto de cooperación. Y sobre todo no viajar en proyectos de cooperación al desarrollo para hacer turismo ”.