Sonrío. Asiento. Lo cierro y lo llevo conmigo. Me dirijo al despacho, abro el portátil y coloco un vinilo. Subo el volumen. Es Joaquín Sabina. Resoplo. «Venga, vamos allá», digo. Dejo el libro a mi derecha.
Papá, hoy te traigo, en esta nueva «Carta a ninguna parte», el último libro de la genial Berta Pichel, a quien ya conoces de «Cicatrices de charol». Se trata, esta vez, de un libro repleto de poemas, cuyo título no puede ser más sugerente: «Poemario del deambular». No lo sé, pero me la imagino caminando por las mañanas, bien temprano, cuando el sol madruga y los animales desperezan, observando a uno y otro lado todo lo que envuelve el amanecer, todo aquello que surca su camino, tomando notas mentales que luego convertirá en versos. Pero no solo eso, sino que también, estoy seguro, rememora vivencias que también trasladará a las hojas, todavía en blanco, que pasarán a ser lienzos de poemas.
Creo que «Poemario del deambular» es un libro muy personal. Mucho. Una vez leído, tengo la sensación de que me he sentado con Berta a tomar un café, mientras ella me habla de su vida, de lo que la rodea, de sus sensaciones y emociones. Porque sumergirme entre estas líneas es como estar sentado a su lado; es, sencillamente, conocerla.
Muchas veces se ha alabado la capacidad de los poetas para abrir sus sentimientos y mostrarlos. Berta lo hace, y como solo ella y unos pocos más tienen el talento para hacerlo: con maestría.
Mi vida y la suya, papá, se cruzaron hace tiempo, cuando publicó el exitoso «Cicatrices de charol». Desde entonces, varios cafés, mensajes de vez en cuando e incluso una presentación a su lado en la Feria del Libro de Ponferrada. Quizá nos habíamos cruzado más veces, pues, como te comenté en su momento, su familia es de La Portela y eso está cerca, realmente cerca, de nuestros recuerdos y sonrisas. Sin embargo, curioso (¿o quizá no fuera tan casual?) es que fuera la literatura quien juntase nuestros caminos.
«Poemario del deambular» está dividido en varias partes: Convergencias, El mar, Caminos, Latidos, Materias y Anhelos. Cada uno de ellos encierra una línea común, un eje que une poemas de idea confluyente, pero es entre todas estas divisiones, en su global, cuando adquiere y alcanza el concepto que al menos yo he creído identificar: «Hola, así soy yo y así quiero mostrártelo», parece que nos dice.
Nos dice en «La casa» que «Corre el tiempo, cae la tarde, / las ventanas se adormecen, / las puertas rasgan dinteles, / abatidos, / al ver partir la cuadrilla». Tengo este y otras tantas decenas de versos seleccionados de entre todos los del texto. Te traigo aquí tan solo una pequeña muestra para que puedas conocer un poco más el excelente poemario de Berta Pichel, y del que estoy seguro leerás una y otra vez (siempre he tenido la ligera intuición, quién sabe si es algo más, de que allí donde ahora estás dispones de todos y cada uno de los libros de los que te he hablado).
No puedo dejar de resaltar un poema especial con el que envío desde aquí un abrazo a la gran Berta. Se trata de «In memoriam de mi madre». Poco más hay que explicar, ¿no? Allí nos dice que «el amor y la memoria / derrotan siempre / al silencio». Maravilloso. Me encanta. Y relacionado con este mismo, bajo esa misma idea de lo eterno y lo pasajero de nuestros días aquí, buscando el camino tras lo perceptible, se encuentra «Más allá», donde nos explica que «Más allá del horizonte, / mucho más allá / […] / habitan los que me quisieron, / me esperan los que yo amo». Uno de mis favoritos, sin duda. Pero no solo porque me sienta identificado, sino también por habla en presente: «me esperan los que yo amo», dice.
Son muchos los versos con los que nos sentimos identificados y que podríamos haber confesado cada uno de nosotros. Por ejemplo, en «A Mari Serrano» podemos leer que «Hay silencios que resuenan / sin saberlo / y componen sinfonías / incendiarias». O como cuando en el poema «Vivir» nos cuenta que «Inventar la ruta paso a paso. / Caminar por caminos pedregosos. / Sentir que las fuerzas te abandonan. / Hundirte en el fango de la vida. / […] / Eso es vivir. / Eso es vivir al ritmo de la vida».
Por supuesto, quienes la conocemos sabemos que lleva su tierra, nuestra tierra, arraigada en el corazón, que es donde se guardan las cosas importantes. Y no podían faltar, pues, poemas que así lo dibujasen. Uno de ellos alberga uno de los versos que fue usado en el proyecto Poetizando Ponferrada, situado precisamente en el puente sobre el río Sil. Así, en «Al río Sil, mi compañero», leemos: «Al igual que tú, amado Sil, / mi sangre deambula / por mi ser, / en constante peregrinaje». Otro ejemplo lo podemos encontrar en «Recorridos»: «El traqueteo me mueve y me golpea, / mientras el tren recorre los paisajes áridos / de la Castilla amada / por los poetas. / Avanza el convoy Barcelona-Ponferrada / sobre una llanura espléndida, vieja camarada, / que comienza a reverdecer, seducida / por las remotas montañas». Venga, un ejemplo más. Se trata del poema «Mi río Valcarce», donde podemos encontrar unos hermosos versos, que te dejo aquí plasmados: «No es incolora el agua de mi río. / La habitan algas bailarinas, / disfrazadas de verdes invernales, / juguetes del espacio finito de la memoria. / El agua de mi río no es inodora. / Huele a naftalina de enaguas negras, / empapadas en la siega impenitente / de deseos mutilados».
Confieso, papá, que a este poemario recurriré más de una vez. Puede que lo coja cuando esté triste, y lea versos que me llegaron al corazón, o puede que lo haga cuando esté muy muy feliz, y lea versos que me llegaron al alma, o puede que lo haga cuando quiera leer sinceridad, y lea versos de certeros sentimientos. Ya sabes que me gusta mucho la poesía, y que la leo habitualmente. A «Poemario del deambular» recurriré más de una vez.
De entre todos los versos, hay algunos especiales, en los que Berta Pichel nos habla de su interior. Algunos de ellos destacan por sinceridad aplastante. «No hay errores que impidan deshacerse de los miedos, / abrir la puerta a la esperanza, / bailar, si es preciso, en plena calle, / alcanzar la luna con las manos. / Las lágrimas se secan con el tiempo. / La edad regala el descaro suficiente. / Soñar es el refugio de la vida». Así es, «soñar es el refugio de la vida», a la que yo añadiría, al menos en mi caso, que escribir también lo es. En «Nada soy» nos confiesa que «Nada soy, / si solo fui rastreadora / de la luz / en la oscuridad cerrada».
Podría extender esta carta párrafos y párrafos, hojas y hojas, pues son muchos los versos que había preparado, pero que me han quedado entre las manos. No importa. Papá, seguro que ya estarás deseando tener contigo este magnífico «Poemario del deambular», donde nuestra querida Berta Pichel nos muestra su interior, se abre para nosotros y nos traslada a la poesía no solo más sincera, sino también más necesaria.
Tomando la idea de alguno de sus poemas, estoy seguro que ella subrayaría también esta idea, con la que he acabado todas y cada una de las «Cartas a ninguna parte»: papá, no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
Deambulando entre los versos del alma
Berta Pichel ha dibujado, con la pluma del talento, sus sentimientos y pensamientos más profundos, escribiendo un poemario que nos lleva hasta la poeta, la escritora y, sobre todo, la persona
22/08/2021
Actualizado a
22/08/2021
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