Una veintena de manifestantes acompañaron a Pablo Rodríguez, que hasta diciembre trabajó como camarero en el parador de Turismo de Villafranca, en el acto de conciliación con la empresa, tras haber sido despedido, en diciembre, por lo que la empresa entiende que ha sido una revelación de secretos, que le llevó a ejecutar un despido disciplinario con fecha 17 de diciembre.
Rodríguez considera que se le ha tratado como si encabezara una "trama de espionaje" en un caso "irrisorio", puesto que de lo que se le acusa es de haber elaborado una estadística de trabajo con la que decidir, en asamblea, si los empleados del centro debían o no trabajar durante las Navidades pasadas. Rodríguez relata que su trabajo matemático se basó en la ocupación de las habitaciones y cubiertos ofrecidos y facturación, en comparación con años anteriores. Pero la empresa consideraba que él no debía tener acceso a esos datos.
Rodríguez relata que el director del centro, Alberto San Sebastián empezó con presiones y coacciones que siguieron con Daniel Navarro, director de Relaciones de Paradores en Madrid, tras estos hechos, "intentando implantar miedo al resto de los trabajadores, algo que en parte han conseguido", reconoce. "Esto sienta un precedente muy feo no solo para los trabajadores de este centro si no para todos los trabajadores de Paradores, donde se va a señalar a cualquiera que quiera hacer una mínima labor sindical", augura.
Reconoce que los datos que él utilizó son conocidos al día por los trabajadores "solo elaboré un informe". Considera que laboralmente no ha sido una persona incómoda y su salida, sumada a la de otros ha hecho que su departamento se quede al 50%. No considera que el despido sea algo personal, pero sí apunta que la dirección del Parador no está realizándose de forma "racional".
En el acto de conciliación, al que se presentó el director del centro, no hubo acuerdo "vamos a seguir hasta el final porque no es una cuestión de dinero, sino de principios y de derechos básicos", dice Rodríguez "cualquier persona puede hacer un mínimo de sindicalismo". Destaca que su actitud no ha sido altiva "ni hubo insultos", solo intentó crear un relato que se oponía al de la empresa, por lo que "solo aceptamos la readmisión", aseguró. "Iremos hasta el final porque no hay otra alternativa. No queremos que esto siente precedente".
Rodríguez ha trabajado nueve años en seis paradores y, aunque reconoce que en el de Villafranca ha visto peculiaridades "caciquiles" en la manera de dirigirlo "no son prácticas nuevas. Se ha despedido y presionado a más gente", apunta. "Se junta un poco lo político con lo económico". Considera que "se está perdiendo el norte y cualquier mínima labor sindical o cualquier enfrentamiento a los intereses de la empresa no se admite".
"Yo me sentía parte de la empresa y no entendía todo esto", lamenta. El centro cuenta con unos 30 empleados, muchos de ellos eventuales, lo que Rodríguez considera que incrementa la presión de la empresa.
Rodríguez espera que el despido sea considerado nulo "porque nos ha parecido todo un poco burdo", sobre todo para impedir este tipo de procedimientos "espero que esto mande un mensaje".