Con las piernas tremendamente doloridas debido a la empinada cuesta de la bajada de Foncebadón y con mil guijarros sueltos y resbaladizos llegué a Ponferrada, una urbe que dicen que es la capital del Bierzo, quizás por ser la más poblada, o por estar situada en el centro de la Comarca. Siempre está bien conocer de primeras los lugares que vamos a transitar. Su historia e incluso los lugares por donde vamos a pasar en nuestra andadura.
El Camino es rico, tanto en monumentos arquitectónicos, como por lo que significa para muchos devotos peregrinos que hacen su peregrinación hasta la Tumba del Apóstol.
Amanece cada día con una maravillosa sorpresa, porque todos son diferentes y el peregrino que va a absorto en sus pensamientos, comienza a pensar que el final de la aventura esta próximo, lo que no le seduce en lo más mínimo, porque al final, cuando tiró la llave de su cerebro, comenzó a ver otra vida que mantenía oculta en todo su ser y que nunca había sido capaz de poder vislumbrar. Ahora, ya se estaba encontrando a sí mismo. Ahora su vida cobraba otra dimensión y observaba cómo la generosidad del peregrino, abría unas puertas cerradas anteriormente, merced al compañerismo y bondad de las gentes que de distintas partes del mundo, con distintas lenguas, se unían en un bien común y el que hoy necesitaba ayuda de cualquier tipo, mañana, te la prestaba sin otra recompensa que una sonrisa o un abrazo.
En la mitad del Camino, se encuentra el Monasterio de Carracedo, son muchas glorias las que habría que enumerar, pero bien merece perder dos horas antes de llegar al fin de la etapa que en esta caso como ya he dicho, es Villafranca del Bierzo.
El Castro de la Ventosa, lugar donde los romanos tenían su fortín y poder vigilar las minas de oro de Las Médulas, La Leitosa, se dice que viene derivado su nombre de luctuosa, debido a que las tierras son mucho más compactas que en otros lugares y morían muchos trabajadores. Todo esto en Villafranca como Los Cáscaros, esta última, tenía una, forma especial que su explotación, se hacía de la forma tradicional de las minas de carbón.
Las magníficas plantaciones de viñedos viejos, hacen comprender al peregrino, que estos caldos, pueden o deben ser superiores a los modernos con vides importadas de otros países, razón, por la que se puede ver una proliferación de bodegas y marcas de vinos del Bierzo.
Al fin llegamos a Villafranca del Bierzo. Las bajas montañas, parecen resguardar a una población que enamora a primera vista y que da la impresión de ser un cúmulo de arte por todas partes. Varias torres se elevan al cielo y no es difícil adivinar que las sustentan unas magnificas iglesias, como la primera que distingue a ver y se llama de Santiago, donde se gana el Jubileo igual que en Santiago de Compostela, siempre que el peregrino acredite enfermedad o accidente.
Justo a menos de cincuenta metros, se halla el Refugio del Ave Fénix que es el más conocido en la era moderna y que desde hace más de cincuenta años regenta su dueño, el conocido mundialmente como Jesús Jato.
El peregrino se adentra en el mismo y se da cuenta de inmediato que este albergue no es común a otros del Camino. Se dice que lo fueron haciendo los peregrinos a través de los años y que este buen hombre dejo los estudios de fraile y trabajó sin descanso para dar al peregrino un poco de paz y sosiego en su caminar.
El peregrino, observa a este personaje entre perplejidad y asombro, porque su fama ha traspasado todas las fronteras. Igual es conocido en Brasil, como en Corea, en Italia, como en Malasia y se pregunta, qué es lo que mueve a este y otros hombres que se encuentran en los Caminos que conducen a Santiago.
Ciertamente, no es el interés económico porque les sería más fácil y rentable hacer un pequeño hotel donde los precios son mayores así como los ingresos, pero esta situación la detestan y, de manera humilde, dedican su vida a ayudar al que menos tiene, lo que hace pensar que los que así funcionan, no son más que unos románticos del Camino. Pronto el peregrino ve que puede consumir cuantas infusiones y café quiera sin que esto importe al hospitalero, algo que hace al caminante sentirse como en su casa y proyectar dentro de sí deseos de ayudar de alguna manera a que este sentido de fraternidad prevalezca.
