Bridgestone, Michelin, Pirelli… en España se generan 300.000 toneladas de neumáticos al año, una bomba ecológica de efectos retardados, de la que hasta el año 2006 los fabricantes, distribuidores y usuarios se desentendían, sembrando el paisaje de vertederos peligrosos, que hemos visto arder durante semanas, como el incendio de Seseña, que obligó a evacuar a más de 6.000 personas.
Tras la Directiva de vertederos de la Unión Europea, el Gobierno dispuso en 2006 un decreto sobre la gestión de neumáticos fuera de uso que cambió el panorama y propició la creación de una entidad sin ánimo de lucro, Signus Ecovalor, con un objetivo: transformar los neumáticos en recursos, incorporarlos a la economía circular. La economía lineal (extracción-fabricación-consumo-desecho-incineración) es un modelo insostenible que derrocha materias primas, tiene un alto coste ecológico y consume mucha energía.
Frente a la economía lineal, la Unión Europea impulsa desde 2015 la llamada ‘economía circular’: en vez de producir y consumir cada vez más, se trata de reciclar y reutilizar, gastar menos energía y menos materias primas, y minimizar los residuos y basuras. La aplicación de la economía circular a los neumáticos fuera de uso es el ejemplo más claro de ventajas frente a un modelo obsoleto de gestión de residuos que conduce al túnel sin salida de la incineración. Si no hubiera otro remedio, tendríamos que «comernos», cada ciudad o cada ciudadano, la basura y los neumáticos que hemos consumido, pero existiendo alternativas sanas y provechosas, incinerar es lo último.
Pensemos un minuto qué es un neumático y qué componentes lleva. Según la web www.almacennuclear.com: «En la fabricación de un neumático se utilizan hasta 200 compuestos químicos: desde el caucho natural, principal componente, a cauchos sintéticos (estireno-butadieno, polisoprenos sintéticos y polibutadieno), pasando por negro de humo (carga de refuerzo), agentes químicos (azufre, óxido de zinc, cadmio y aditivos), aceites minerales y fibras reforzantes (hilos de acero y textiles)».
Cuando las ruedas acaban su vida útil hay dos posibilidades: la inteligente y la estúpida. La opción inteligente es recoger los neumáticos con sus doscientos componentes químicos y reciclarlos, darles una segunda vida, hacer que giren de nuevo, pero esta vez en el eje de la economía circular. La opción estúpida, lineal, es incinerarlos: quemar ruedas en hornos y liberar su veneno a la atmósfera, sin importar las consecuencias, como pretenden hacer por puro beneficio económico algunas cementeras en muchos puntos de España, incluido El Bierzo. No es una buena idea incinerar ante nuestras narices toneladas de caucho natural y cauchos sintéticos, azufre, zinc, cadmio, dinitrógeno, hierro, ácido esteárico, cromo, níquel, plomo y otros doscientos compuestos químicos. No es una opción seria ni sana ni inteligente ni sostenible: no produce beneficio a la sociedad, ni al aire que respiramos ni a los campos ni a las viñas ni a las huertas y frutales. Produce veneno.
La opción de la economía circular ofrece una solución sostenible y sana. Reino Unido, Holanda y Portugal han redefinido sus legislaciones para que los neumáticos fuera de uso dejen de ser considerados residuos y se reutilicen: ojalá el nuevo Ministerio para la Transición Ecológica impulse el Pacto por la Economía Circular para desterrar la incineración de neumáticos de nuestro paisaje industrial. Los neumáticos no son residuos, no deben serlo cuando pueden tener una segunda vida como suelas de calzado, suelos de seguridad y parques infantiles, balsas de almacenamiento, pistas ecuestres, reductores de altura de ola, pantallas acústicas, rellenos de césped artificial para campos de fútbol, sistemas de protección para motoristas, rellenos de trasdós de muros, barreras New Jersey para seguridad en carreteras, barreras de protección en circuitos, asfaltos, construcción de taludes e incluso usos ornamentales en alcorques y jardinería. Si todo eso y más se hace con las ruedas viejas, ¿por qué quemarlas?
Hay más de veinte puntos de recogida gratuita de neumáticos fuera de uso repartidos por toda España y una veintena de empresas de transformación, como Renecal en Guardo, en cuya planta las ruedas se trituran y granulan, se separan los componentes —acero de alta calidad, muy apreciado—, fibra textil, caucho, etc., y se les da una nueva vida circular, pero no se incineran.Cuando ongs como Bierzo Aire Limpio, Ecologistas en Acción o Greenpeace, y muchas personas preocupadas por nuestra salud y la del planeta, estamos contra la incineración de neumáticos —como la que pretende Cementos Cosmos en el centro del Bierzo—, hay quien nos acusa de impedir la creación de puestos de trabajo.
Pues bien, aquí tienen nuestras dormidas autoridades un reto: en vez de una incineradora tóxica, propongan ustedes una planta de reciclaje de neumáticos, pero no en el centro de la vega, sino en el emplazamiento adecuado, un polígono industrial. Si quieren puestos de trabajo duraderos y sanos, sostenibles a medio y largo plazo, propongan una industria de la economía circular, respetuosa con el medio ambiente y sin daños colaterales. ¿Por qué, pudiendo impulsar en El Bierzo una industria limpia, de economía circular, vamos a tener que sufrir una vez más la huella de la bota colonial? ¡Arriba las ramas!
Economía circular frente a la incineración de neumáticos
Por Valentín Carrera
25/06/2018
Actualizado a
19/09/2019
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