El objetivo de esta ruta es hacer un pequeño recorrido por Carracedo de Compludo, uno de los pueblos que mejor conserva, bastante inalterada, la arquitectura tradicional berciana; y prolongar la visita para observar el paisaje, siempre majestuoso, de las abundantes cascadas de agua que descienden por la parte terminal de los estribos del Cerro Becerril (punto geodésico situado a 1.865 m snm) hasta despeñarse en el profundo tajo de los arroyos de Prada y de Carracedo, más tarde convertidos en el río Meruelo.
Parece que el término Carracedo, de acepción muy común tanto en el Bierzo como en Galicia y el norte de Portugal, parece derivar de la raíz carr (encina), por lo que podría significar lugar poblado de encinas o carrascos-as. También se plantea la duda sobre su derivación del término gaélico caraic con el significado delugar «pedregoso». Carracedo de Compludo, está encaramado en un lugar casi imposible, donde a nadie se le ocurriría construir un pueblo, salvo a los intrépidos y vocacionales monjes que domesticaban los paisajes sublimes para acariciar la soledad y estar más cerca de Dios. El nacimiento documental de Carracedo de Compludo (al igual que Palacios de Compludo) está situado desde finales de siglo XI a mediados del siglo XII.
El pueblo, que llegó a tener 81 habitantes en el censo de 1950, bajó a 40 según el mismo censo del año 1970, contabilizándose cero habitantes en el año 1981. La población llegó a recuperarse de nuevo en 1991 con 3 nuevos habitantes, y cuatro en 1994. Al día de hoy tiene alrededor de 9 residentes permanentes todo el año. Parece que el último habitante de Carracedo dejó el pueblo en el año 1972. Carracedo fue afectado por la despoblación rural que aconteció a muchos pueblos de la montaña berciana en el límite con la «raya de Castilla» en la Maragatería (Montes de León) y su continuidad por la cara septentrional de los Montes Aquilianos. A las causas naturales, por la dificultad del terreno para el labrantío y a la elevada altitud y los consecuentes rigores climáticos, hay que añadir la discriminación administrativa y económica que, tradicionalmente y hasta hoy, ha mantenido en el olvido a los espacios de montaña, al no dotarles de una infraestructura básica para una supervivencia digna (redes viarias de comunicaciones, electrificación y telefonía, red de agua potable y saneamiento). Pero, a pesar de todo, Carracedo ha conseguido sobrevivir al paso el tiempo; hoy tiene una red eléctrica gestionada por sus vecinos, gracias a una planta de paneles solares capaz de alimentar a una treintena de viviendas; también se está gestionando, en el momento de la redacción de este trabajo, el acceso a internet. Quedó mucho todavía por hacer, pero el pueblo ha conseguido renacer de su abandono y hoy constituye un ejemplo de recuperación ejemplar sin perder su fuerte personalidad rural tan singular.
El pueblo descansa, anidado, entre los alomados estribos septentrionales que desciende desde la cumbre del Becerril, donde se sitúa un vértice geodésico en su cota máxima a 1865 m snm. Por su cara norte, desde una pequeña artesa glacial, se descuelga el arroyo de las Siete Fuentes que divide al pueblo en dos barrios: el de La Iglesia y el de Santa Ana. El arroyo desagüa en el río de Carracedo después de precipitarse por una cascada por debajo del caserío, escuchándose en el pueblo el eco de su sonido al despeñarse.
En Carracedo, tumbado durante las noches estivales sobre la era que franquea el edificio de la antigua escuela, resulta maravilloso observar la estela de la Vía Láctea, que sigue el cercano Camino de Santiago surcando la bóveda celeste de naciente a poniente.
La cascada de El Gualtón, objetivo de esta ruta, se puede visitar desde Manjarín a través del pueblo abandonado de Labor de Rey, en pleno Camino de Santiago, pero también desde el semidespoblado Prada de la Sierra. No obstante, el camino más corto y accesible es desde la aldea berciana de Carracedo de Compludo (Carrazedo de Complondo, según el Catastro del Marqués de la Ensenada). Nos internamos en Carracedo por la que se intuye su calle principal, flanqueada por su iglesia de formas minimalistas, y se sigue el camino descendente hacia la izquierda hasta cruzar el arroyo de las Siete Fuentes, que divide al pueblo en dos mitades asimétricas. Un reformado puente de madera nos permite salvar la corriente de agua hasta el otro estribo, donde se ubican una pareja de antiguos molinos hidráulicos que funcionaban en serie y que actualmente se encuentran en fase de rehabilitación Una fuente se adosa a uno de ellos, lo que nos permitirá proveernos de agua para el camino. Rebasadas las últimas casas podemos ver algunos tejos dispersos de diferentes edades que franquean el camino y, más adelante, una bifurcación donde el camino ascendente de la derecha está señalado con un letrero que indica «A la Cascada».
El antiguo camino carretero, hoy convertido en sendero, avanza inicialmente entre terrenos abancalados orientados al sol, dedicados en el pasado a huertas y árboles frutales. Más adelante el camino, de pendientes suaves, discurre de oeste a este entre un séquito de bosquetes de roble melojo y manchas de encino, salvando sucesivas vallinas que se precipitan, con fuerte pendiente, al curso fluvial del río de Carracedo y de Prada (río con nombre dual) que se oye discurrir acaudalado por el fondo del profundo valle que nos guiará durante todo el itinerario. Acompañando las antiguas praderías que orlan las corrientes fluviales, es fácil ver un cortejo de espléndidos nogales.
Durante el trayecto y antes de llegar al sendero que nos dirige a la cascada, podemos ver algunas trincheras mineras laboreadas en época romana en busca de oro. La primera se localiza justo al lado del camino (bajo el paraje de Prado de la Cabriresa), donde de aprecia un rebaje artificial en el terreno monte arriba, orlado de canchales de esquistos y cuarcitas triturados en busca del duro cuarzo lechoso, donde, presumiblemente, se encontraba alojado el oro al lado de las manchas metálicas de arsenopirita. Sobre la margen derecha de la cascada y frente a la misma, en el paraje de Peñas Blancas, se observan numerosas calicartas mineras que siguen el cortejo filoniano de las vetas de cuarzo que rumban en dirección noroeste-suroeste. Son sólo prospecciones mineras antiguas alrededor del núcleo minero principal, que se sitúa en los términos de Prada de la Sierra (La Cabuercona y Cabuercas de Valdefrancos), Andiñuela y este de Rabanal del Camino. Esto hace que el río de Carracedo sea aurífero, como lo demuestran las pequeñas partículas de oro que podemos encontrar fácilmente en zonas concretas de su cauce lavando las arenas por bateo. Una vez hemos recorrido alrededor de tres kilómetros desde que salimos de Carracedo de Compludo, ya se oye el flautín de la cascada. Un desvío descendente a mano izquierda nos dirige a la base de la misma, situada a algo más de cien metros de desnivel vertical.
El sendero zigzagueante va perdiendo cota y está labrado sobre esquistos y pizarras; durante el descenso y al borde del camino, situándose sobre una amplia roca amesetada dispuesta a modo de mirador, es posible adivinar la embocadura desde la cual se precipita bruscamente la lámina de agua y, más adelante, en la distancia, ya se aprecia la envergadura de la misma. No obstante, hay que descender hasta su base para apreciar su escala en verdadera magnitud. El término Gualta deriva del latín aqua alta, por lo que el superlativo Gualtón hace referencia a lo desmesurado del salto de agua. No obstante es muy común en el léxico berciano el uso de esta palabra y sus derivados para referiste a las cascadas. Ejemplo de ello lo tenemos en la preciosa y escondida cascada de Santa Lucía de Valdueza conocida como El Cachón de la Igualta, o las Peñas de la Gualta en Noceda del Bierzo, que están dentro del itinerario de la conocida ruta de las fuentes medicinales. En resumen, esta ruta se desarrolla a través de un paisaje áspero, que ha recuperado su bravura desde que el hombre dejó de domesticarlo para su supervivencia.
Un espacio de abandono y profunda soledad donde todavía es posible un viaje en el tiempo hacia el pasado, hasta despertar, durante la visita a la hermosa aldea de Carracedo de Compludo, las sensaciones que nos trasladan a nuestra infancia más rural. Un territorio vacío de población donde se palpan los desniveles y la fuerza del monte es omnipresente, y en los largos y poderosos inviernos el agua es una constante que nos hace sentir su presencia con su sonido borbotero mientras discurre impetuosa por las vallinas desde sus altos nacederos.
El nido del águila
Viajamos a Carracedo de Compludo, un pueblo asentado, como el nido de un águila, sobre el estribo más afilado de la cara norte del Cerro Becerril, en el interfluvio de los arroyos de las Siete Fuentes y del Moyón
04/12/2016
Actualizado a
18/09/2019
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