En este caso, es una de las pocas veces con las que llego hasta ti por un libro escrito a dos manos, a dos voces, a dos almas y a dos pensamientos. Se trata de Hilvanando palabras, creado por los autores Francisco Arias Ferrero y Roberto Arias Alba. Creo, sinceramente, que es un libro que, si tienes la posibilidad de acercarte a él, te llegará a lo más profundo. Un libro, sin duda, para leer con tranquilidad en una tarde de paz y, por supuesto, disfrutar de él.
Está dividido en dos partes. Recuerdo que hace tiempo, ya prácticamente dos décadas, los cantantes y compositores Nacho Vegas y Enrique Bunbury pusieron en marcha un proyecto, cuyo nombre es El tiempo de las cerezas, que acabó siendo un gran disco del que uno aportaba parte de las canciones y otro el resto. Creo que existe cierto paralelismo con este libro, con dos partes bien diferenciadas, pero, como te comentaba, con el nexo común de la sensibilidad. La primera de ellas está conformada por los relatos y firmada por Francisco Arias.
Durante algo más de 20 textos podremos disfrutar de un buen rato de lectura. Te destaco, en primer lugar, el relato La telaraña, donde podremos acompañarle en la Ponferrada de hace tiempo, y trasladarnos a momentos y calles como las que él nos describe: «Las tardes de verano eran largas y fructíferas; una muchedumbre de niños alegrábamos con nuestra algarabía un barrio periférico que nacía en la emergente ciudad de Ponferrada». Un relato especial y que me ha gustado mucho, donde su autor también nos habla de sus tiempos más jóvenes: «En verano, en el tendero y entre los lienzos de ropa, protegido por la alargada sombra del cerezo, devoraba libros sin parar». Devorar libros sin parar es, ambos lo sabemos, el primer paso para convertirte en escritor. Otro de los textos en los que me quiero detener es en el que lleva por título Contar y mostrar, el cual, dividido en tres partes (Persona, Paisaje y Objeto), también nos lleva hasta instantes pasados, que no olvidados: «Un tacto húmedo acaricia el paisaje. El guardián del bosque grazna a lo lejos y surca lentamente un cielo plácido atravesado por los primeros rayos de sol. Amanece en Las Médulas de La Leitosa».
Doy un pequeño salto hasta Flaccus, el cortador de canales, otro relato para disfrutar. He de decir que, desde que leí Donde las Hurdes se llaman Cabrera, de Ramón Carnicer, todo lo que habla de aquel mágico lugar me llama especialmente la atención. Por cierto, papá, algún día tengo que hablarte de ese libro, uno de los que más me ha atraído de la literatura leonesa.
Aquí, Franciso Arias nos deja uno de sus textos más extensos para adentrarnos en unas páginas de buena lectura: «La vida es dura en Cabrera. En invierno, un viento frío desciende desde las cumbres nevadas de las sierras de La Cabrera y Aquilianos dominadas por intrépidas rapaces que cortan el aire. En Saceda, donde nací, el calor del verano es cruel y duradero… como un brasero al sol.»
Papá, ojalá algún día podamos comparar opiniones, ya que eso significará que volveremos a estar juntos de nuevo. Te afirmaré, por ejemplo, que El coleccionista de datos es mi preferido de esta primera parte del libro. No te voy describir mucho, pues quiero dejarte con las ganas de leerlo en profundidad, pero sí que te extraigo parte del mismo, para que puedas disfrutar: «Estaba obsesionado con la lectura de la temperatura ambiente a distintas horas del día y las del interior de su casa en las diversas estancias. También cotejaba las altitudes de las montañas más sobresalientes, el peso de los objetos, las superficies de las fincas, el volumen de los recipientes, el tiempo empleado en ir de un lugar a otro. Se atrevía hasta a calcular la edad estimada de las personas".
Podría seguir hablando de Franciso y su pluma durante páginas y páginas, pero voy a pasar ahora a la segunda parte de Hilvanando palabras, escrita por Roberto Arias y en donde descubro a un gran poeta, alguien en quien seguir profundizando en su obra.
Roberto es un poeta del alma, un poeta capaz de hablar con sus sentimientos más profundos y mostrarlos a todo aquel que desee acercarse hasta sus versos. Poemas tras poemas para leer y releer. «Estrellas de metal ensombrecidas acarician el cielo; / gélido invierno avanza dando pasos dormidos; / desnudos árboles extienden suaves manos, ateridos, / y lóbregos caminos son cubiertos por pátinas de hielo», así comienza Entusiasmado despertar.
Papá, te extraigo otro ejemplo de la buena pluma del autor. Es parte de su poema Después, y dice: «Sin pasado ni futuro se alza gozos el presente; / despliega solemnes alas planeando a la deriva; / sobrevuela eternidades de naturaleza altiva / y compone aconteceres en cada espíritu ausente».
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La verdad es que podría extraer versos casi al azar de muchos de sus poemas y, de cada uno de ellos, disfrutaría de buena poesía, con una gran carga de profundidad sentimental. He destacado varios, y no voy a poder mostrártelos todos, pero seguro que a poco que te incluya algunos más estarás deseando adentrarte también en esta segunda parte del libro. «Silencios emotivos dulcifican paréntesis de asueto; / imágenes amenas engrandecen solemnes panoramas; / recuerdos emblemáticos retornan en mágicas mañanas; / presencias imborrables evocadas a través de los años», extraído de El aspirante, o «Existe dentro la necesidad de fundirse con la naturaleza; / regresar al origen primigenio, antiguo punto de partida, / circunstancia perdida en la noche ancestral, desconocida; / paraíso de luz esplendorosa colmada de belleza», de Sucesivo acontecer son un buen ejemplo.
Uno de los aspectos que más me ha gustado de Roberto Arias, en los poemas, es su capacidad para convertir en verso situaciones del entorno, algo que no es para nada sencillo y solo algunos lo hacen, como él, con acierto: «No hay brumas de espesura en la raya sutil del horizonte; / es diáfana la atmósfera, y el aire, serenamente pulcro; / la vida se despliega impetuosa con renacer rotundo, / animando las horas fugitivas de apreciados sabores» (del poema Balsámico sentir). Te traigo otro ejemplo de lo que te hablo, para que puedas comprobar del acierto de Roberto en sus descripciones. Se trata de unos versos del poema Burbujas de perfección, y que dicen lo siguiente: «Sueños dorados fluyen en la línea fugaz del horizonte; / extensos panoramas se despliegan cautivando la vista; / pintorescas estampas coloristas, plasmadas por artistas / delicados, que se entregan totales con pinceles de amores".
Me detengo en un último poema, que lleva por título Un punto en el espacio y que, por gustos personales, me ha encantado adentrarme en él y en el acierto de sus versos. Podemos leer: «La noche eterna envuelve milagrosa la vida; / galaxias dilatadas perpetúan su inacabable esencia, / y una mota de polvo, este planeta, existencias unánimes cobija.» Y es que eso somos, un punto en el espacio, una mota de polvo, la nada dentro de lo infinito.
Me despido ya, papá. Creo que Hilvanando palabras es un excelente libro para leer prosa y poesía, para adentrarte en dos autores que observan su alrededor, que muestran sus pensamientos presentes y pasados, y que nos llevan hasta horas para disfrutar de la literatura. Estoy seguro de que gustará, estoy seguro de que volveré a ellos.
Los libros, como la vida, son pasajeros, pero nos dejan recuerdos a los que volver. No somos más que fabricantes de instantes pasados mientras pensamos en el futuro. La literatura forma parte del modo de entender el mundo de los seres humanos. Por eso, cada lectura y cada lector es pura magia, porque llegan a conformar un punto único y diferencial respecto a un pensamiento que cada vez es más lineal y menos reflexivo. Los libros, los maravillosos libros, nos sirven para no únicamente disfrutar de su lectura, sino también para llevarnos hasta pensamientos e instantes de las plumas que los crearon.
Y es en este mundo de prosa y poesía donde tantas y tantas veces nos hemos sumergido, donde quiero recordar, afirmándolo con indudable seguridad, que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.