Miro la portada y veo, prácticamente, el libro en toda su amplitud. Lo giro, sonrío, me siento. Lo abro. A partir de entonces, solo podré parar cuando acabe de leerlo. Papá, eso es ‘La huella de Roma –Oro–‘, de Pedro J. Villanueva.
Te recuerdo sentado, una noche cualquiera, con un libro entre las manos, mientras juego a tu lado. Si pudiera tener todos los detalles de este mismo recuerdo, estoy seguro de que el libro que sujetas sería una novela histórica, de esas que tanto te gustaban. Por eso esta te hubiera encantado, por eso y porque habla de tu amado Bierzo.
Hay libros que nacen de la imaginación de un escritor, libros escritos desde lo más profundo, pero también hay libros que exigen, muchos, que el escritor se sumerja de lleno en una gran cantidad de documentación previa. Es sin duda necesario un estudio detallado de lo que rodea, históricamente, la novela que tu cabeza y tus notas han engranado. Si la novela es de ficción por completo, así debe ser, pero si tiene entre sus párrafos parte que nace de la realidad que un día nos rodeó, el detalle, el conocimiento y las horas profundizando en aquello que sustenta cada una de las frases, es más que necesario. Imprescindible. Pedro lo ha logrado. Papá, seguro que sabes de qué te hablo. Tus escritos, en su gran mayoría, se basaron en vivencias propias o en el profundo conocimiento de la tierra que te rodeó. He ahí lo hermoso, he ahí la capacidad de conseguir sensaciones imperecederas.
«¿Dónde vais pringaos?», así comienza. Puede que a lo largo de los siglos grandes historias tuvieran como punto de partida algo así, la expresión de alguien que ignora su futuro, buscando preguntas que no rezan respuestas, dejando que el viento traiga consigo las ilusiones de aquellos que, como los niños que protagonizan este libro, solo quieren caminar.
Me encantan los libros que consigo regalan, porque es un regalo, lecciones. A ti, doy fe, también. ‘La huella de Roma –Oro–’, lo hace. Pero no únicamente en un sentido sino, al menos, en dos, quizá en tres o más. Nos da una lección de historia. Si caminas, como yo lo hice, entre sus palabras sabiamente escogidas, cuando finalices y sin apenas percatarte, habrás podido conocer cómo era la vida en una época, la romana, en donde todo era distinto, pero las emociones, necesidades y sentimientos, eran las mismas que hoy, casi dos mil años después.
Recuerdo cómo me recomendabas novelas históricas. Sé que esta la habrías leído, sé que habríamos hablado de ella durante un café, quizá un sábado por la tarde en una terraza de aquella cafetería. Ahora ya no es posible, por eso, una vez más, permíteme escribir esta carta, carta a ninguna parte.
No hay nada, perdón, casi nada, que más nos llene de orgullo a los bercianos que nuestras Médulas, minas ejemplo del más mediático (que no extenso) de los imperios.
Quién sabe, puede que muchos de los bercianos que hoy en día caminamos sin rumbo por las calles tristes de nuestra preciosa comarca, tengamos parte de la sangre de algunos de aquellos que estuvieron compartiendo vida con unas montañas que, sabiamente trabajadas, escondían en su interior tanto oro como sueños seguramente quedaron atrapados.
Pedro nos traslada a aquel entonces, a un mundo que creemos conocido pero del que sin embargo desconocemos más de lo que llegamos a poder plasmar, con seguridad, en libros de texto. Y es curioso, porque estoy convencido de que conocer nuestro pasado nos hará más capaces para planificar nuestro futuro, al igual que descubrir cómo nació la vida en este planeta nos permitirá poder conocer cómo puede acabar, con todo lo que ello significa.
El autor nos entremezcla lecciones de historia entre párrafos de aventura, sabiamente sabe escoger el momento e instante necesario para que pase tan desapercibido como importante es, y lo consigue, que tu memoria lo deje ya grabado. Tengo varios ejemplos. Nos dice, en el capítulo VI, «el agua era necesaria para provocar los derrumbes de la montaña y era almacenada en grandes depósitos y soltada a presión por túneles que serpenteaban las entrañas de la montaña». Apenas unas líneas que resumen, con perfección, una técnica que a día de hoy todavía deslumbra. Puedo imaginarme al niño, que ha leído esta maravilla, hablar con su madre de cómo los romanos podían destruir montañas enteras allí en las Médulas, en un tiempo en el que no había más que sueños y esperanzas perdidas.
Podría casi escribir otro artículo explicando las lecciones regaladas, pero no es necesario. Ahora ya imagino que te habrás hecho una perfecta idea de lo que este libro, ya tesoro, esconde. «Daniel conocía ese nombre y explicó a Izan que Candamo era un dios de los astures que representaba la fuerza del bosque», página noventa y ocho. Casi la centena y ya comenzamos a conocer parte de nuestra historia. En ocasiones me hacen dudar, libros como éste, si la historia a nuestros más pequeños no sería más fácil de contar a través de novelas y relatos como el de Pedro, en lugar de la técnica, invariable desde hace decenas de años, de ‘hincar el codo’. Lecciones casi infinitas, como en la página ciento treinta y tres, donde se nos dice que «el legionario levantó la ‘Gladium’ a la altura del pecho de Lucía». Una frase, una única frase para dejar plasmado, ya para siempre, el nombre de una de las armas más conocidas de una época nunca olvidada.
Pero no únicamente eso. Entre cada una de las palabras, entre cada párrafo y cada capítulo, entre las hojas, se deja entrever una absoluta realidad que todos conocemos y que, bajo esta historia infantil y juvenil, se nos recuerda. Lo saben los ejércitos, los saben los equipos deportivos, las empresas y los científicos. Hagamos que nuestros más pequeños también lo sepan, que desde niños lo tengan en su interior, porque de eso, cuando sean mayores, dependerá ya no únicamente su enriquecimiento personal, sino también el colectivo. Papá, Pedro nos trasmite una idea que tú siempre tenías en mente, y no es otra cosa que algo tan sencillo, y tan difícil de conseguir, como que el trabajo en equipo hace crecer a todo el grupo, que la victoria de uno es la de todos, que no se deja a nadie atrás en las dificultades. Te dejo un pequeño ejemplo. Casi al final, uno de los niños protagonistas dice que, seguramente con la sinceridad que únicamente alguien así nos puede transmitir, «esto es de los tres». ¡De los tres! Nueva lección. Victoria compartida, derrotada la avaricia.
¿Crees que hacen falta más argumentos, además de la lección de historia y la lección de vida, para aconsejar a los más pequeños leer el libro? Pues por si acaso todavía queda alguien, he de decir que tiene otro gran atractivo entre sus páginas. Sabio Pedro, sabio. Si me vieras en este momento me verías sonreír. Escribo este artículo, un sábado por la tarde, con música de fondo y el portátil de siempre, tengo el libro ‘La huella de Roma –Oro–’ a mi lado, pero no puedo dejar de mirar sus ilustraciones. Dime papá, si un libro es para niños, ¿hay algo más acertado que lograr que participen en él? Aquí lo hacen. ¿Cómo? Las ilustraciones están hechas por Daniel Camiña, con tan solo trece años cuando se realizaron. Un niño papá, un niño para otros niños plasmando, acertadamente (y ambos sabemos que no es sencillo), parte de la trama en dibujos sabiamente escogidos.
No te conozco Daniel, pero quizá algún día pueda felicitarte en persona. Voy acabando ya esta nueva carta, deseando, quién sabe, que algún día pueda llevarte todos estos libros de los que te hablo para que podamos compartir, una vez más, horas sin fin hablando de la literatura infinita. No quería finalizar sin mencionarte que, por si alguien no ha tenido suficiente, Pedro incluye al final un nuevo regalo, la explicación y detalle de algunos de los protagonistas históricos del libro.Me gustaría poder mirarte de nuevo a los ojos y compartir contigo una última reflexión.Estoy convencido de que me cogerías de los hombros y, con voz profunda, me dirías que, “debemos educar a nuestros hijos en el conocimiento de nuestro pasado, porque solo así, ellos podrán construir su propio futuro”. Gracias papá, conmigo lo hiciste…
Huellas de historia
Siéntate en tu sillón preferido, pon buena música y relájate, porque Pedro J. Villanueva te va a hacer volar desde las páginas de 'La Huella de Roma' hasta una época en la que quedaron atrás tantas historias como sueños se perdieron.
24/06/2018
Actualizado a
18/09/2019
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