"Las imágenes que se guardan en el alma son para siempre"

Rafa Casas recuerda en su sección 'Del hoy al ayer' la historia de las plazas del Ayuntamiento, la Encina y Julio Lazúrtegui de Ponferrada

Rafa Casas
16/02/2025
 Actualizado a 16/02/2025
Plaza Julio Lazúrtegui. Su nombre identifica a la perfección a qué lugar nos referimos.
Plaza Julio Lazúrtegui. Su nombre identifica a la perfección a qué lugar nos referimos.

«Las imágenes que se guardan en el alma son para siempre», palabras extraídas del libro ‘Hasta que se acaben las palabras’ del afamado presentador de radio y televisión, cantante y escritor Pepe Domingo Castaño, me conducen a mis imágenes personales del recuerdo perenne que habitan pululando por mi mente, prendidas por los imperdibles de lo vivido. Son a evocar, tres plazas de esta mi amada Ponferrada, lugares emblemáticos, atemporales. En el ayer, -pasado-, bajo el prisma ocular de un adolescente abierto a todo; en el hoy, -presente-, con la experiencia de una persona de edad. Dos de ellas se ubican en la denominada parte alta o Casco Antiguo; la otra, en la parte baja o la Puebla -en sus orígenes barriada de la Puebla de San Pedro-. 

La plaza de la Encina tiene dos momentos claves de punto álgido en su vida cotidiana. Son las celebraciones de la Semana Santa ponferradina, en los albores de la primavera, y los actos relacionados con las fiestas patronales de la ciudad, en los últimos coletazos del verano. En lo referente a la celebración de la Semana Santa, por encima de todo el día de Viernes Santo con la procesión del Encuentro (la de mayor abolengo) en la jornada matinal, donde destaca el momento de la ‘carrera de San Juanín’. A lo largo de mi dilatada vida la he visto acompañado de la mano de mi padre, posteriormente con los amigos de la pandilla y durante más de tres décadas a través de unos ojos que se vislumbraban entre dos orificios en el pucho de un cofrade de la Real Hermandad de Jesús Nazareno. En la tarde noche, la procesión del Santo Entierro, la más suntuosa, con el mayor número de pasos y nazarenos de la Semana Santa ponferradina. A destacar el acto del Desenclavo. No dejar a un lado y valorar el momento de quitar el luto a la Virgen de la Encina, en el Domingo de Pascua, que tantas veces se llevó a cabo en esta emblemática plaza de todos los bercianos, resultando ser la procesión con el trayecto más corto, con salida y entrada del Santuario de Ntra. Sra. de la Encina.

La otra festividad tiene relación con la celebración de la Novena en honor de la Virgen de la Encina. Invariable la fecha de celebración, 30 de agosto a 7 de septiembre. Son jornadas con misa diaria a las 8, 9 y 11 de la mañana y a las 20 horas en horario vespertino. Es difícil dar una cantidad exacta de las personas que pasan por la Basílica de la Encina en el día grande, el 8 de septiembre -Día del Bierzo-, para rendir pleitesía a la Virgen de la Encina, la Morenica. Dentro del marco de actos civiles de las fiestas patronales, la sesión de fuegos artificiales (fuérganos) daba cobijo en esta plaza a un multitudinario gentío ya no de la misma Ponferrada y sus barrios periféricos sino de muchísimas de las poblaciones que se encuentran diseminadas por toda la comarca berciana.

Otra curiosidad de esta plaza tan peculiar es el nombre con el que he oído designar a la fuente de piedra, cerca de las escaleras que te llevan al Rañadero: ‘La fuente de la liga’, dado que las mujeres, al ir a beber en ella, se ponían de puntillas y dejaban divisar esta prenda que se ponían en el muslo para sujetar las medias -se usaba con vestido o falda-. 

El diseño actual, totalmente peatonal, la hace más humanizada y bella. Abocan a ella calles con tanta historia del casco antiguo como la del Reloj, la del Paraisín, la del Rañadero o la de Gil y Carrasco. De hace años atrás un nuevo inquilino se deja ver en este espacio de la ciudad, un templario con la imagen de la Virgen de la Encina, escultura de ‘El Milagro de la Encina’. Leer la inscripción que se encuentra a sus pies es lo suficiente aclaratorio de una de las leyendas más conocidas de la vieja Ponsferrata.

Plaza de la Encina y la mencionada fuente de la liga.
Plaza de la Encina y la mencionada fuente de la liga.

En lo referente a la plaza del Ayuntamiento, nombre más utilizado por las gentes ponferradinas para designar este espacio, me traslada a mis años de alumno del Instituto de Enseñanza Media Gil y Carrasco. En dicho centro académico se cursaba al completo el Bachiller, que abarcaba de primero a sexto, con las correspondientes reválidas para obtener el Título de Bachiller Elemental -al final de cuarto- y la del Título de Bachillerato Superior -después de cursar sexto- y como colofón a estos estudios el COU -Curso de Orientación Universitario- en sustitución del antiguo PREU -abreviación de preuniversitario-. La prueba de ingreso a los estudios de Bachiller la hice en una parte del edificio que en épocas pasadas fue un convento agustino y hasta Audiencia Provincial. En una esquina del mismo se localizaba el Teatro de Ponferrada o Teatro Principal. 

El diseño de la plaza de aquellos años es imposible de olvidar por la cantidad de horas y horas que pasé jugando en la misma. La zona central era de tierra, rodeada de una estrecha zona ajardinada a manera de contorno, a la que se acedía por cuatro laterales con apenas tres o cuatro peldaños, y estaba iluminada por una farola -de 4 brazos- estilo Art Nouveau, idéntica a las existentes en la plaza de la Encina y República Argentina. En un lateral del Ayuntamiento, bar ‘El Turco’; en el otro, Correos y Telégrafos. Tengo la imagen, aunque poco nítida, de un chalé sin habitar y ¿una palmera?-creo haber leído propiedad del político de la CEDA, Pedro Barrios-. Cómo olvidar el popular paseo del ‘Espolón’ y la silueta de nuestro Ginés ‘Penagos’ con su capote -rojo- de torero. Antaño la plaza acogería la celebración de las ferias de ganado, era la plaza de las Eras.

De unos años para acá acoge diversos e infinidad de eventos, sociales o culturales, como la celebración de la Feria del Libro, mercadillo medieval, exposición de productos comarcales, mercados artesanales, etc. También sigue siendo lugar de punto y final a manifestaciones de diferente calado y matiz. Sirva de ejemplo el final de la tradicional cabalgata de Reyes, las carrozas de las fiestas de la Encina, celebración de los ascensos de la Ponferradina, el clásico acto del Pregón de las Fiestas de la ciudad desde el balcón de la Casa Consistorial, el desfile del carnaval… No se puede dejar de saludar a la estatua del siempre querido José ‘El Barquillero’.

Plaza del Ayuntamiento con su diseño actual.
Plaza del Ayuntamiento con su diseño actual.

Por otro lado, la plaza Julio Lazúrtegui, a partir de los años 40, pasaría a ser el centro neurálgico de la villa a la que se la empezaba a conocer con el nombre de la ciudad del dólar. La vida comercial giraba en torno a este lugar. La circulación era enorme y de todo tipo de transporte -seiscientos, vespas, camionetas…- obligado a pasar por ella. Su vial formaba parte de la carretera nacional Madrid-La Coruña, así como la N-120 con origen en Logroño y final en Vigo. Dada su longevidad ha tenido diferentes diseños; recuerdo uno de ellos con diversas isletas con hierba y bordes -a manera de porciones-. Por ellos algunos la llamábamos ‘El Caserío’. Cómo olvidar al Teatro-Cine Edesa; bares como el Caballero, el Sevilla, el Moderno, el Central, el Nagasaki; entidades bancarias como el Banco Santander y el Banco Central; tejidos Calvo… Incluso la parada de taxi y ferretería, que he llegado a conocer a través de fotos antiguas. En el centro la Torre del Reloj, un guardia urbano con uniforme blanco sobre pedestal -bajo sombrilla- dirigiendo el tráfico que circulaba por esta emblemática plaza.

A manera de tentáculos de pulpo, calles tan conocidas como la de Gómez Núñez, Camino de Santiago –ayer Calvo Sotelo-, Avenida de España -Capitán Losada, con un tramo conocido como el Paseo-, la Puebla -años atrás denominada avenida José Antonio-, Pérez Colino -qué distinta al actual diseño a manera de boulevard-, calle del Cristo, etc. Todos los negocios y comercios más conocidos de la ciudad abandonarían poco a poco la parte alta para venirse a establecer en el nuevo barrio de la Puebla ante el auge y empuje que venía tomando la nueva Ponferrada del siglo XX. Destacaron de manera sobresaliente por encima de las demás las avenidas de la Puebla y de España, cuyos bajos con fines comerciales eran los más solicitados y con renta más cara para los comerciantes de aquellos años.

En la actualidad debemos citar las nuevas plazas o rotondas que han surgido a partir de comienzos del siglo XXI y que se diseminan por toda la ciudad. Como fin primordial es facilitar la vida a todo tipo circulación o a cualquier viandante que atraviese estas vías urbanas haciendo espacios más bellos, más humanos, más transitables… así como respetuosos con el medio ambiente.  En el centro de las mismas se han colocados esculturas que nos sirven para, a través de ellas, conocer la historia de nuestra ciudad. Como más significativas están la Glorieta del Caballero Templario en el barrio del Temple, ‘Las pimenteras’ en el Polígono de las Huertas, las esculturas Obispo Osmundo y Alfonso VI junto a Correos, o la Carrasca y el monumento al cine, próximas al parque del Plantío.

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